Línea Proletaria

Línea Proletaria
NUEVA WEB POR LA RECONSTITUCIÓN DEL COMUNISMO. ¡DESARROLLEMOS LA LÍNEA PROLETARIA! ¡VIVA LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA!

martes, 29 de diciembre de 2009

El comunismo y la crisis (II)

BREVE RESPUESTA DE LA JUVENTUD COMUNISTA DE ZAMORA AL ARTÍCULO "EL COMUNISMO Y LA CRISIS"

Tras estudiar el artículo “El comunismo y la crisis”, desde la Juventud Comunista de Zamora queremos mostrar nuestros puntos de acuerdo y discordancia con dicho artículo, aunque de manera general lo valoramos como positivo y correcto.
El camarada de Sevilla critica la actual táctica del movimiento comunista con respecto a la crisis. Y estamos de acuerdo con dicha crítica. Seguimos anclados en las viejas tácticas sindicalistas que desde hace décadas nos vienen pregonando y que según nuestros “comunistas” es desde donde hay que crear el movimiento obrero, para “acumular fuerzas”. Pero la crisis del capital ha puesto en su sitio a todos aquellos comunistas que depositaban sus esperanzas en el espontaneísmo de las masas a las que guiarían como vanguardia entrenada en el estrecho practicismo sindical. Además, producto de esta estrechez sindical que deja en segundo término lo ideológico, los programas “anti-crisis” no son muchos más alentadores. El inmediatismo y el dogmatismo derechista que creé que el concepto de masas no ha cambiado para los comunistas desde que Lenin escribiera “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, lleva a los comunistas a pedir cosas como que el estado nacionalice la banca y los sectores estratégicos, haciendo apología del Estado burgués y escondiendo ante la clase obrera el carácter de clase del Estado.
En este sentido, el de los grandes errores que estamos cometiendo, no podemos ser tan condescendientes como lo ha sido el autor de “El comunismo y la crisis” que deja a gusto del lector la respuesta a ¿existe la ingenuidad en política? Nosotros contestamos que no, que no existe la ingenuidad ni la inocencia en el ámbito de la lucha de clases. Lo que si existe es ignorancia procedente de una formación alejada del marxismo-leninismo que ha sido adaptado por los ideólogos de la aristocracia obrera, o dicho más claro, por la burguesía. Aquí no queremos parecer unos lumbreras. Es difícil deshacerse de la morralla revisionista que domina tanto lo organizativo como los numerosos “textos adaptados y guías para el estudio de los clásicos”. Pero al igual que es difícil, es un deber de todo comunista y la “excusa” de la ingenuidad o la ignorancia no dura eternamente.

“A nuestro juicio, una de las consecuencias más graves del agotamiento del ciclo que inauguró la Revolución Proletaria de 1917 ha sido la pérdida de hegemonía ideológica y política de la clase explotada, lo que en parte ha conducido a que los comunistas hayamos perdido la capacidad de predicción que antaño tuvieron los grandes militantes y teóricos del Movimiento Comunista Internacional.”

Poco más puede añadirse a este párrafo pues encierra en sí mismo las tareas que la situación impone a los comunistas en la actualidad. Ante tal situación debemos retomar el estudio del materialismo dialéctico e histórico, el análisis teórico desde la concepción proletaria del mundo y la lucha de dos líneas para que el comunismo recupere su hegemonía ideológica y política. Sin este trabajo todos los programas que se presenten ante el proletariado no rebasarán el marco de la reforma del régimen burgués, aunque las palabras revolución y socialismo se mantengan como retórica en el discurso, al estilo de las cantinelas del s. XXI promovidas por el teórico H. Dietrich.


“Lo que no compartimos en absoluto es que el trabajo fundamental de los comunistas esté centrado en crear artificialmente un movimiento obrero (porque éste, mal que les pese a los fantasiosos obreristas, no existe actualmente en el Estado español) que sólo puede ser creado por la misma clase trabajadora”

También estamos de acuerdo con este planteamiento. El comunista no puede sustituir al sindicalista. Al contrario, el sindicalista debe elevarse, transformarse en comunista revolucionario. La clase obrera es autosuficiente para crear organizaciones que luchen por sus intereses inmediatos. Lo que hace falta es que los comunistas transformen esas luchas inmediatas dándoles un contenido político que las fusionen con la estrategia revolucionaria, es decir, con la toma del poder por parte de la clase. Pero para ello primero ha de existir dicha estrategia y para forjar esta estrategia es necesaria la lucha de dos líneas, la recuperación de los principios del marxismo-leninismo como la mejor concepción de las relaciones sociales que ha logrado alcanzar el ser humano, depurándola de toda concepción ajena para poder reconstituir el Partido obrero de nuevo tipo que fusione la teoría y la práctica en praxis revolucionaria. Actualmente nuestra principal labor no está en los tajos, sino fuera de ellos. Debemos elaborar la teoría sin atender a las disquisiciones tácticistas, que han de estar supeditadas en todo momento a lo estratégico:
"No se trata de saber qué es lo que tal o cual proletario, ni aun el proletariado en bloque, se proponga momentáneamente como meta. De lo que se trata es de saber que es el proletariado y que misión histórica se le impone por imperio de su propio ser". Carlos Marx

jueves, 17 de diciembre de 2009

El comunismo y la crisis (I)

El comunismo y la crisis
(ARTÍCULO DE DEBATE PUBLICADO POR UN COMUNISTA SEVILLANO NO ADSCRITO A NINGUNA ORGANIZACIÓN. NOVIEMBRE DE 2009)

“Al hablar de la crisis económica es imprescindible poner de manifiesto la crisis política que la acompaña, por más que la encubran con la balsa de aceite de la normalidad, la desmovilización y el circo electoral permanente. Es la calma que precede a la tormenta, la falsa tranquilidad, la inercia de la rutina y, sobre todo, la absoluta ignorancia de las experiencias del pasado, el secuestro de la memoria histórica que nos anestesia” (Juan Manuel Olarieta Alberdi, militante del Socorro Rojo Internacional)

La realidad, ese espejo donde los seres humanos podemos vernos a nosotros mismos en movimiento, está refutando los planteamientos que algunos elementos autoproclamados defensores de la causa revolucionaria expusieron en relación a la crisis capitalista y las posibilidades de éxito del movimiento comunista.
A nivel internacional, ni el derrumbe del sistema capitalista se ha producido ni el comunismo como fuerza política organizada ha entrado en escena. Lo que sí existe indiscutiblemente es un agotamiento cada vez mayor del sistema capitalista y, al mismo tiempo, un incremento histórico de la miseria y la angustia de la mayoría de la población mundial.
Sin embargo, pretender elevar a dogma la ecuación crisis = revolución es desconocer por completo los mecanismos de adquisición de la conciencia revolucionaria, y lo que es peor, las labores fundamentales de los comunistas en momentos de crisis económica y repliegue político e ideológico del proletariado.
Porque lo que no parece tan evidente para algunos comunistas es que la lucha por conquistar el poder y fundar las bases de un nuevo orden social, no necesariamente pasa por un agravamiento de la crisis del sistema, ni tampoco por un ascenso en las luchas espontáneas de la clase obrera. Ni la crisis asegura la victoria de la clase obrera y su proyecto comunista, ni la lucha de clases en su fase espontánea allana inevitablemente el camino para la hegemonía política de la clase explotada.
El objetivo de este breve documento es doble. Por un lado queremos refutar las distintas posiciones que sostienen que el derrumbe del sistema capitalista está próximo, y por otro lado queremos mostrar cuál es a nuestro juicio la auténtica visión revolucionaria sobre los acontecimientos actuales y la defensa del proyecto transformador del proletariado.

El sistema y la crisis económica,
breve cuadro clínico del enfermo


La coyuntura actual se explica, en primer lugar, porque la masa de capital acumulado en el mundo ha llegado a cifrarse en magnitudes de valor hasta hace bien poco inimaginables, proceso al cual han contribuido sensiblemente los asalariados del antiguo “bloque” de países “socialistas” reconvertidos al capitalismo. Sabido es que, el crédito —bancario y bursátil—, es la más formidable palanca para (que ) la acumulación de capital (prosiga) más allá de sus propios límites naturales (fijados por la base material o económica del sistema), lo cual permite alejar el horizonte de las grandes crisis de superproducción (de capital), aunque no hace más que retardar, agravadas, las contradicciones que las provocan, trasladando su necesario e inevitable crack a un futuro de consecuencias políticas y humanas catastróficas, sin duda de proporciones gigantescas; tanto más, cuanto mayor sea el tiempo en que la burguesía consiga prolongar la acumulación (mediante el crédito) y mayor sea, por tanto, la magnitud de los capitales disponibles comprometidos en el momento inevitable del estallido. Esto (las consecuencias de prolongar contra natura la acumulación) es lo que está pasando ahora mismo, situación que combina la enorme masa de capital sobrante —a una tasa de ganancia vigente que no compensa su reinversión productiva— con los efectos políticos del lógico agravamiento de la competencia intercapitalista, todo ello en el marco de la clara tendencia del capitalismo norteamericano a perder su condición de primera potencia económica mundial, hasta hace pocos años indiscutida>>. (http://www.nodo50.org/gpm/11s/00.htm. Lo entre paréntesis agregado ahora)

La última gran crisis capitalista está dibujando un paisaje desolador por todo el globo de despidos, cierres en cadena de empresas, hambre, intensificación de las tensiones imperialistas, devastación de ecosistemas, desahucios de viviendas, descomposición de unas relaciones humanas cada vez más cosificadas e irracionalmente violentas, incremento de toda clase de patologías físicas y psíquicas, y un sinfín de lacras que están golpeando a gran parte de la humanidad.
Son muchas las explicaciones que desde la llamada izquierda se están dando sobre la crisis. Aunque no es nuestro propósito hacer un estudio pormenorizado de cada una de ellas, sí vemos prioritario deslindar campos entre las explicaciones que verdaderamente responden a un proyecto emancipador de la clase trabajadora, y las que consciente o inconscientemente (¿existe la ingenuidad en política?) tratan de marear la perdiz y de confundir los efectos con las causas.
Por todos es sabido que la crisis no es ningún fenómeno nuevo en el capitalismo. Desde principios del siglo XIX hasta principios del XXI se han sucedido unas 20 crisis de mayor y menor envergadura, todas ellas con una periodicidad de entre 5 y 12 años. Hay que partir por tanto de ese hecho: la crisis es históricamente recurrente en el capitalismo.
Las causas de las crisis del capital tienen una doble causa que no muchos están sabiendo o queriendo explicar. Estudiar la economía política puede estar al alcance de cualquier trabajador interesado en ello, pero requiere entender la complejidad y la interrelación de fenómenos diversos que surgen en el seno del sistema de producción.

La primera causa reside en la misma organización de la producción. El capital invierte en medios de producción y fuerza de trabajo para poder obtener una ganancia, la cual procede de la explotación de la fuerza de trabajo en combinación con el capital constante (maquinaria, materias primas, terrenos, etc.). Esta ganancia procede de la plusvalía, que es la cantidad no pagada al trabajador por el empresario. Si un trabajador recibe 5 €/h de salario y lo que produce tiene un valor de 8 €, esa diferencia de 3 €, producida pero no cobrada por el obrero, es la plusvalía (plusvalor o “valor de más”) que el patrón se embolsa para continuar con el ciclo de acumulación.
Pues bien, debido a que el objetivo del capital es aumentar cada vez más la productividad (más productos por la misma unidad de tiempo), y que esto se consigue fundamentalmente introduciendo innovaciones tecnológicas en el campo de la producción, esto trae como consecuencia fatal e inevitable una cantidad excesiva de trabajadores que se ven abocados al paro. El capital, sistema de grandes contradicciones, aumenta la productividad pero al mismo tiempo expulsa a los únicos elementos que pueden generarle valor añadido: los trabajadores. Esto trae como consecuencia una bajada progresiva de la tasa de ganancia, lo que se traduce a nivel general en desinversiones y por tanto en aumento del paro. Esto es lo que uno de los economistas más polémicos de la burguesía en España, Santiago Niño Becerra, quiere caracterizar tan claramente cuando dice que "hay una cantidad de factor trabajo que no es necesario" (http://www.eleconomista.es/espana/noticias/1344711/06/09/Nino-Becerra-augura-la-desaparicion-de-la-clase-media-tal-y-como-la-conocemos-con-la-recuperacion-seran-sustuidos-por-los-insiders.html).

La segunda causa anida en las dificultades que tiene el capital para vender sus mercancías. Ya hemos visto que el capital produce plusvalía para obtener una ganancia y acumular más capital. Pues bien, ya en la primera fase del ciclo de acumulación la producción se centra en la producción misma (el capital necesita producir cada vez más en cada vez menos tiempo), lo que no significa que se “olvide” del consumo, pero sí que el objetivo principal de la acumulación, y el origen de todo lo demás, sea la producción misma, lo que conlleva la sobreproducción de capital, de medios de producción y de bienes de consumo que abarrotan un mercado saturado de mercancías y con una demanda solvente en verdad desconocida y en franca disminución por el desempleo. Son las famosas crisis de sobreproducción.
En este sentido decimos que el capital encuentra dificultades para valorizarse, puesto que no se realiza al modo en que desearía. Además, una de las características del modo de producción capitalista es la desconexión sistemática entre lo que se produce y lo que luego se puede vender, de tal forma que cada empresario produce sin saber de qué manera lo van a hacer los demás, provocando excesos constantes de mercancías.
Recapitulando, tenemos por un lado que el capital invierte mucho más en maquinaria que en asalariados por imperativo del desarrollo tecnológico (menos trabajadores que generan menos plusvalía global), y por otro lado que la producción se desconecta del consumo (abarrotando el mercado de bienes productivos y de consumo que no se sabe si serán vendidos).
<>. [Ver en: K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. 14-III)]http://www.nodo50.org/gpm/crisis/06.htm
El otro polo de la economía capitalista, el crediticio o financiero, agudiza las contradicciones existentes en el sistema productivo. Permite expandir las fuerzas productivas con el crédito, pero exacerba las dificultades de valorización del capital al volver a desconectar la producción con el consumo (créditos a diestro y siniestro, obligaciones que nadie, ni empresario ni trabajador, asegura poder rembolsar después). Sin embargo, es falso que la actual crisis capitalista sea una crisis genuinamente financiera. La banca ha sido el detonante pero en ningún caso su “exceso” (¿por qué para los socialdemócratas de nuevo pelaje está bien explotar trabajo ajeno y mal capitalizar interés a través de la usura?, ¿es que acaso hay capitalistas “buenos” y capitalistas “malos”?) ha provocado esta crisis. De hecho, históricamente las mayores masas de dinero se refugian en las finanzas cuando ya no es tan rentable hacerlo en la producción de bienes y servicios. La crisis financiera, como ya señaló Karl Marx, se convierte en un explosivo catalizador de la ya anteriormente existente crisis productiva.
“Las causas de la crisis serán motivo de análisis durante mucho tiempo. Actualmente los medios de comunicación, reflejo de la ideología dominante, están difundiendo la tesis de una crisis dentro del mundo financiero, propiciada por la mala gestión de unos banqueros muy egoístas y codiciosos que no han tenido en cuenta los riesgos que tomaban. Mantienen que dado que el sistema financiero estaba mal regulado es esto lo que ha producido una excesiva expansión financiera que ahora ha estallado.” http://seminaritaifa.org/pdf/Informe_06_ES.pdf
Ni la teoría “subconsumista” (que pretende hacer pasar por causa fundamental la escasez de demanda solvente) ni la teoría “productivista” (que concibe única y exclusivamente la crisis como “fallo” sistemático de la producción) profundizan en las verdaderas causas de la crisis. La primera porque olvida que la crisis proviene de la producción misma, además de que deja sin explicar por qué la crisis no es perpetua en el capitalismo teniendo en cuenta que siempre se produce más de lo que se puede vender; y la segunda porque no tiene en cuenta la relación dialéctica entre producción y consumo, porque no contempla que el capital no se puede valorizar si no se realiza y viceversa.

La capacidad de predicción del movimiento revolucionario y lo imprevisible de algunos acontecimientos sociales
"La recesión va a llevar a los ciudadanos a unos niveles de desesperación desconocidos. Habrá una crisis de empleo en toda Europa y una fuerte inestabilidad social” (Jean-Claude Juncker, Primer Ministro de Luxemburgo)

A nuestro juicio, una de las consecuencias más graves del agotamiento del ciclo que inauguró la Revolución Proletaria de 1917 ha sido la pérdida de hegemonía ideológica y política de la clase explotada, lo que en parte ha conducido a que los comunistas hayamos perdido la capacidad de predicción que antaño tuvieron los grandes militantes y teóricos del Movimiento Comunista Internacional.
Lo cierto es que, en términos generales y hasta donde nosotros sabemos, ninguna organización comunista es capaz de pronosticar a ciencia cierta los derroteros económicos, sociales y políticos que el actual sistema va a seguir, y por tanto de esto surge en gran parte la incapacidad para elaborar una estrategia y una táctica acertadas para, no solamente evitar en la medida de lo posible el embite del capital, sino sobre todo para plantear una alternativa revolucionaria y verdaderamente transformadora.
Nosotros pensamos que para entender la complejidad y gravedad de la situación actual es necesario un ejercicio profundo de análisis teórico, de aprovechamiento y actualización de lo mejor de la teoría histórica de los más destacados revolucionarios del mundo, aprovechando esta simiente preciosa para superar la derrota que actualmente sufre el movimiento revolucionario internacional. En definitiva, un balance colectivo que configure un Espacio Político de Reagrupamiento de minorías revolucionarias que desemboque en el nuevo y necesario Partido Comunista que unifique a todos los elementos dispersos.
Ahora bien, predecir la evolución del sistema no significa hacer futurología, el otro extremo erróneo que intentando superar la carencia orgánica actual del comunismo confunde el tocino con la velocidad. En este sentido la crisis está dejando en entredicho a todos aquellos que pronosticaban en el Estado español y en gran parte de Europa un ascenso en la combatividad de la clase obrera. Ni España está ardiendo por decenas de luchas de trabajadores y parados, ni siquiera se vislumbra un aumento de la conflictividad entre clases. Ningún dato, ningún análisis objetivo aseguran que la gran masa de trabajadores y desheredados vaya a levantarse en este país en un periodo corto de tiempo (tampoco, por supuesto, que no lo vayan a hacer a medio plazo).
Nosotros sostenemos que a nivel estatal, en general, la clase obrera se halla en una fase de repliegue y debilidad muy potentes, estado que por supuesto en cualquier momento, fruto de las luchas espontáneas, puede y deber cambiar para que una gran parte de la clase, gracias a la mentalidad que adquiere con sus luchas, sea verdaderamente permeable al proyecto comunista (sobre el asunto de la relación entre el Partido Comunista y las luchas de la clase obrera nos centraremos al final de este trabajo). Al igual que nos negamos a pensar que la clase obrera esté derrotada definitivamente (planteamiento defendido por los nuevos liquidacionistas del movimiento obrero), no tiene sentido para nosotros pronosticar la seguridad de que el proletariado vaya a resurgir en pocos meses como el Fénix de sus cenizas por la maldita crisis capitalista (planteamiento absolutamente determinista por su economicismo y su mecanicismo), por mucho que nos pudramos en la miseria más atroz. Los factores psicológico, moral e ideológico, con su insoportable simiente material de miseria, de nuevo van a ser determinantes para cambiar el curso de los acontecimientos, y es aquí donde los comunistas tenemos que estar a la altura de las circunstancias.

Lo único que la crisis asegura es una angustia progresiva para amplias capas de la clase trabajadora y, por supuesto, un “caldo de cultivo” mucho mayor que en periodos de relativa estabilidad económica.
Pero actualmente, dada la psicología de nuestra clase y la poca conciencia que en general exhibe (nos referimos lógicamente al Estado español), es tan probable esperar un levantamiento generalizado contra las imposiciones de la patronal como la extensión de razzias contra ese gran chivo expiatorio que la burguesía usa inteligentemente en las crisis más que nunca: los trabajadores inmigrantes.
Esta doble deriva no la podemos obviar, analizando siempre la correlación de fuerzas, estudiando la situación económica internacional y estatal, los acontecimientos políticos fundamentales y el ascenso o descenso de la conciencia de clase de los trabajadores. Sólo con este trabajo teórico-práctico (participando del debate con las minorías comunistas e, igualmente, tratando de crear discusiones en los espacios sindicales o territoriales donde los trabajadores con un mínimo de conciencia de clase confluyamos) podremos predecir a grandes rasgos la posible evolución de la sociedad de clases mundial y española.

¿Salir de la crisis?

“¡Crisis, crisis, crisis! En todos los lugares se habla de crisis; en la prensa burguesa, en la radio, en la TV, en los bares, en nuestros barrios, en el currelo y por supuesto en la prensa comunista. Se analizan causas y efectos de esta “nueva crisis” (como si el capitalismo no fuese una perenne crisis para las masas explotadas). Los análisis son generalmente buenos, el problema llega cuando intentamos dar una respuesta a nuestra clase que le permita salir de la crisis, aunque quizás el problema sea el que los comunistas hablemos, sin más, de “salir de la crisis” http://ujcezamora.blogspot.com/2009/08/las-tareas-actuales.html


Uno de los mayores tópicos lanzados por los nuevos oportunistas es el de que la crisis “la paguen los ricos, los que la han creado”. Bien, el primer planteamiento de “los que la han creado” ya está mal gestado, por la sencilla razón de que la crisis no ha sido creada por voluntad de la burguesía, sino por las leyes inevitables del sistema capitalista. Lo que la patronal ha hecho, hace y hará (hasta que sustituyamos el capitalismo por el socialismo) en relación a la crisis es comandar el barco, un barco decorado y diseñado a su justa medida.
Desmontar esta mentira dañina para el proletariado por parte de la ciencia revolucionaria del proletariado no es un ejercicio absurdo de disquisición ideológica, sino la constatación de la necesidad fundamental de entender el actual orden social para poder demolerlo y construir sobre sus cenizas el comunismo a escala mundial. (Hoy más que nunca compartimos la absoluta vigencia del planteamiento del revolucionario Lenin de que “no puede haber movimiento revolucionario sin teoría revolucionaria”.)
Por eso es tan importante afirmar que “los ricos” no han creado ninguna crisis (aunque es una obviedad que se aprovechan de ella y salen incluso más fortalecidos si la correlación de fuerzas entre clases se lo permite), porque las crisis son un fenómeno inherente al sistema capitalista, objetivamente inevitables independientemente de la política económica y de la voluntad de los capitalistas.
El segundo gran error de planteamiento de los nuevos oportunistas es el famoso lema de que la crisis “la paguen los ricos”. Es totalmente lógico que el grueso de los proletarios, sin una conciencia revolucionaria y sin su teoría comunista como guía para la acción, pida que la crisis sea pagada por la gran burguesía. Pero el deber ineludible de los comunistas es hacerles ir más allá, explicarles que la burguesía jamás ha pagado ni pagará ninguna crisis económica, por la sencilla razón de que es ella quien dirige la economía y toda la organización social. La única forma de que la burguesía pague “su” crisis es que la clase obrera en lucha se fusione con su Partido Comunista y se prepare en la teoría y en la práctica para derrocar a la burguesía del poder.

Esta posición, la de que los trabajadores no seamos nunca más los “paganos” de la crisis, defendida por toda clase de organizaciones del campo del oportunismo, de las nuevas tendencias economicistas segregadas por el agotamiento transitorio del Movimiento Comunista Internacional, puede ser bienintencionada si parte de honestos militantes proletarios que desconocen la naturaleza real del capitalismo y su decadencia actual, pero en cualquier caso no deja de ser nociva y debe ser superada progresivamente gracias al estudio del materialismo dialéctico, la ciencia social revolucionaria de los trabajadores.
“Este olvido en que se deja las grandes, las fundamentales consideraciones en aras de los intereses momentáneos del día, esto de perseguir éxitos pasajeros y de luchar por ellos sin fijarse en las consecuencias ulteriores, esto de sacrificar el porvenir del movimiento por su presente, podrá hacerse por motivos ‘honrados’, pero es y seguirá siendo oportunismo, y el oportunismo ‘honrado’ es quizá el más peligroso de todos…” (Engels)

Efectivamente, en el Estado español una de las grandes dificultades con que las minorías revolucionarias se están encontrando es la de ofrecer “alternativas inmediatas a la crisis” que puedan ser defendidas por los trabajadores. Pero es que justamente aquí está, en parte, el problema que atenaza el proyecto revolucionario de nuestra clase al seguidismo economicista. Vayamos por partes.
Sería un absurdo irreal negar o infravalorar la necesaria lucha espontánea de las masas trabajadoras por mejorar sus condiciones de subsistencia (los militantes comunistas y conscientes del proletariado, en mayor o menor medida, también sufrimos el deterioro de nuestras condiciones de vida y de trabajo, por lo que también es para nosotros un imperativo de supervivencia la lucha inmediata). Nosotros apoyamos totalmente la existencia, la difusión y la unión de estas luchas estén o no controladas por los sindicatos, las “putas de lujo” de la patronal. Lo que no compartimos en absoluto es que el trabajo fundamental de los comunistas esté centrado en crear artificialmente un movimiento obrero (porque éste, mal que les pese a los fantasiosos obreristas, no existe actualmente en el Estado español) que sólo puede ser creado por la misma clase trabajadora. Aún menos entendemos cómo se asume la lógica burguesa de “salir de la crisis”, como si no supiéramos que el sistema ha entrado en su fase más terminal e irreversible; como si creyéramos que lanzando consignas izquierdistas de “huelga general” (¿cómo va a haberla si antes no existe un incipiente movimiento obrero que madure con sus luchas?) se fuera a solucionar algo.

“Las crisis demuestran que los obreros no se pueden limitar a luchar para obtener de los capitalistas concesiones parciales… pues, cuando se produzca el crack, los capitalistas no sólo arrebatan a los trabajadores los derechos conquistados. Y así continuará sucediendo inevitablemente hasta que los ejércitos del proletariado socialista echen abajo el dominio del capital y de la propiedad privada” (Lenin)
Entonces ¿qué hacer? ¿”Esperar” mientras llega la insurrección sin intervenir en las minoritarias luchas obreras, dedicándonos exclusivamente a armarnos teórica y políticamente? ¿O por el contrario debemos luchar por influir en los elementos más avanzados de la clase obrera, para que a través de ellos podamos llegar a gran parte de la clase buscando en la práctica revolucionaria la unificación de los militantes comunistas?

La crisis y la reconstitución del
Movimiento Comunista Internacional

“Hoy, por el contrario, la simbiosis entre la política comunista y las masas no puede realizarse tan directamente, pues el estado de ánimo de estas últimas no es tan proclive a la agitación revolucionaria, antes al contrario, es de postración y calma y de un conservadurismo espantoso. La política comunista, en estas condiciones, debe trabajar de forma mediata, debe ir abriéndose paso, poco a poco, acercándose primero a los elementos más avanzados de las masas, para, después y a través de ellos, poder dirigirse al resto de la clase. Quienes creen que la constitución consiste sólo en un voluntarioso acto de organización y que, una vez cumplido éste, las masas tendrán abierto su corazón y su entendimiento a la dirección y a la política de la vanguardia comunista, están cometiendo el grave error de no comprender que de lo que se trata, realmente, es de activar el movimiento revolucionario que, décadas atrás, se daba casi por supuesto o que precedía o podía seguir a la acción de la vanguardia; están cometiendo el error de no ver que ese movimiento es producto y sólo puede serlo de una política de masas de la vanguardia (línea de masas) en su propio seno y que este movimiento sólo puede concebirse como PC, como condición previa a su transmisión al resto de la clase (Revolución Proletaria)” http://www.nodo50.org/mai/Documentos/PCR/TesisReconstitucion/Tesis7.htm

Todos los “masistas” que desconocen por completo la dialéctica de la crisis, la lucha de clases y la guerra por el comunismo, siguen sin entender que el movimiento espontáneo de la clase obrera no puede surgir artificialmente por el impulso de elementos comunistas necesariamente minoritarios. Partiendo de la irrefutable premisa de que a escala internacional el movimiento obrero y comunista se encuentra en una fase de absoluto repliegue, la actividad de los comunistas ha de acoplarse a esta correlación de fuerzas. La única manera de que las organizaciones y elementos comunistas no caigan en el oportunismo o en el sectarismo reside fundamentalmente en ser conscientes de la estrategia y la táctica revolucionarias en relación al momento actual. En el terreno de las condiciones subjetivas, no es lo mismo dirigirse al proletariado cuando éste cuestiona el orden social existente (aunque no haya aún alcanzado conciencia política) que cuando se encuentra en un estado de absoluta debilidad en que ni siquiera es capaz de defenderse de las embestidas del capital. En lo que respecta a las condiciones objetivas, tampoco será lo mismo la propaganda y agitación revolucionarias en un entorno de crisis brutal que en un periodo de relativa “paz social”.
Ciñéndonos al momento actual, en España (así como en gran parte de los países dominantes) las condiciones subjetivas de la clase trabajadora obligan a los comunistas a replantearse ciertas tácticas que la historia ha finiquitado, entre ellas el economicismo inmediatista. Si en las condiciones actuales la gran mayoría de los trabajadores ni siquiera podemos defendernos de los ataques de la patronal, siendo hasta incapaces de negociar convenios colectivos que mejoren mínimamente nuestras condiciones de trabajo (no estamos por tanto ni siquiera en una fase defensiva), ¿cómo podemos pretender que los proletarios en su gran mayoría sean receptivos al mensaje revolucionario? A nuestro juicio, la organización que, consciente o inconscientemente, pretenda rehuir esta realidad y trate de plasmar ilusorios “frentes” o “plataformas contra la crisis” estará supeditando la lucha política (la única que puede “sacarnos de la crisis”, es decir, que puede construir un orden social justo) a la lucha económica, obviando que la lucha de clases tiene sus tiempos propios, autónomos y discontinuos de la lucha revolucionaria, que es continua aunque dependa en última instancia del ritmo de la lucha de clases.
La realidad está demostrándonos que la táctica justa de los comunistas en la etapa actual pasa por dos frentes:
En primer lugar, en lo que respecta a las minorías comunistas debemos romper el sectarismo, teniendo como base la lucha contra el capitalismo y el oportunismo en todas sus variantes, potenciando un debate que posibilite la más que necesaria construcción de un único Partido Comunista que aglutine a todos los militantes revolucionarios. Siendo honestos, y sin ánimo de ofender a ningún militante de las diversas organizaciones comunistas del Estado, para esta tarea es crucial que ninguna organización ni ningún elemento no encuadrado se crea por encima de las demás, porque seguramente el fracaso actual del comunismo como movimiento debe ser asumido como una responsabilidad conjunta.
En segundo lugar, en relación a la clase obrera en su conjunto, tenemos que ser capaces de no renunciar ahora más que nunca a lo estratégico (la lucha por el comunismo, hoy más vigente que nunca), pero hemos de entender igualmente que este proceso requiere pasar por diversas etapas de maduración y crecimiento. En el terreno económico, hay que potenciar todas las formas posibles de solidaridad y unidad entre trabajadores, sobre todo trabando estrechos y profundos lazos con los elementos más avanzados de nuestra clase (es decir, los que más destacan en la lucha de clases contra la patronal en todas sus formas), para que una vez inyectada la teoría revolucionaria en estos compañeros, los comunistas podamos llegar a gran parte del proletariado a través de estos intérpretes. A nuestro modesto entender, más vale organizar grupos proletarios de discusión y acción en las distintas ciudades y pueblos donde se debata sobre la situación actual y la necesidad de un mundo radicalmente distinto, que tratar de presionar artificialmente sobre luchas sindicales en las que la lucha reivindicativa es cada vez más estrecha por la ofensiva patronal (¿cómo no trascender la lucha económica en un conflicto obrero en el que una empresa despide a cientos de obreros por haber reducido su cuota de mercado?). Evidentemente, en los conflictos obreros más contundentes tendremos que centrar todos nuestros esfuerzos propagandísticos, pero desde luego sin tratar de sustituir a la clase obrera en algo que sólo ella puede hacer: crear sus propios órganos de lucha de clases. Si la lucha contra el patrón surge de la conciencia de la necesidad de defenderse de los ataques de la burguesía, la lucha por el comunismo sólo puede surgir del estudio y la preparación conscientes de la lucha por conquistar el poder y sentar las bases de un nuevo orden social. Si “lo político” carece de fundamento sin “lo económico”, “lo económico” no garantiza el cambio social sin “lo político”. Esta es para el proletariado la auténtica dialéctica de la revolución.

Por tanto, no se trata de alejarse de las luchas reivindicativas de nuestra clase mientras “nos preparamos para la revolución”, sino de centrar los esfuerzos en los sectores más avanzados de la clase obrera (llegando como únicamente podemos hacerle “competencia” al ariete mediático de la burguesía, con la comunicación directa, mediante charlas, asambleas, grupos de trabajo y reunión, apoyando manifestaciones de protesta, etc.), de saber interpretar el ritmo de los tiempos en cuanto a la correlación de fuerzas.

A quien pueda parecerle que todo esto es “alejarse de la realidad”, “ser poco concretos” o caer en el “ideologicismo”, les responderemos que esta táctica es la única que puede asegurarnos el triunfo. No cabe duda de que para que los obreros entiendan la necesidad del comunismo, antes deben aprender a luchar por sus propios intereses. Pero igualmente es indiscutible que esta lucha por la supervivencia no se puede “exportar” por los comunistas a la clase, por mucho que se pretendan forzar los pistones de la historia. Quien desconozca esta premisa fundamental de la lucha revolucionaria, volverá a darse de bruces con la realidad. Sólo la fusión orgánica del movimiento obrero con el Partido Comunista podrá garantizar el triunfo de la revolución proletaria internacional.
Hoy, en pleno siglo XXI, “aprovechándonos” de la crisis y al mismo tiempo superándola, debemos ser capaces de transmitirles a las amplias masas explotadas que la maldita crisis esta va a depararnos un auténtico horror, que vamos a salir de ella en peores condiciones aún, y sobre todo que la actual fase imperialista nos va a llevar con total seguridad a la barbarie de una nueva guerra mundial, a la devastación más terrible de todos los ecosistemas planetarios y a una represión política sin precedentes en todos los Estados capitalistas, lo cual certifica que si la humanidad no cambia de curso en pocas décadas pereceremos como especie en el más irracional exterminio de toda la evolución de nuestra Tierra.

Documento elaborado por un comunista sevillano no adscrito a ninguna organización como contribución abierta al debate sobre las perspectivas del Movimiento Comunista Internacional. Noviembre, 2009. Correo de contacto: pinus_canariensis@yahoo.fr

miércoles, 18 de noviembre de 2009

La lucha por la Internacional Comunista (2)

ESPACIO ROJO Nº16 (NOVIEMBRE 2009)
SEGUNDA PARTE DEL ARTICULO "LA LUCHA POR LA INTERNACIONAL COMUNSITA"

Los cimientos de la Revolución Proletaria Mundial
El I Congreso de la Comintern supuso la constitución orgánica y política del Comunismo como ala revolucionaria del Movimiento Obrero. La vanguardia comunista era entonces una minoría a nivel internacional por lo que su Línea de Masas debía encaminarse a ganarse al resto de la vanguardia obrera, sobretodo, al ala izquierda de la socialdemocracia que veía en la Rusia Soviética el camino a seguir. Pero este acercamiento o paso a la Unidad debía ser precedido por la Lucha ideológica que permitiese la Transformación o el salto cualitativo de socialdemócratas a comunistas. La Revolución Socialista de Octubre genero simpatía en las masas oprimidas de todo el mundo, por lo que los partidos socialistas, en bancarrota tras sus posiciones chovinistas en la Gran Guerra, querían subirse al carro de la Revolución manteniendo sus tesis revisionistas y su “libertad” o “autonomía” respecto de la Nueva Internacional (6*). Esto suponía un problema para la Internacional Comunista pues abrir las puertas de par en par, es decir, llegar a la Unidad pasando por alto la relación dialéctica Lucha-Transformación-Unidad, significaría a corto plazo abandonar los principios marxistas, cuya defensa había supuesto precisamente la ruptura con la vieja Internacional Socialista. Este problema sería resuelto en el II Congreso de la IC en el que se darían las famosas 21 Condiciones de ingreso en la Comintern (Las 21 Condiciones están en el anexo de este articulo) que pueden resumirse en: Utilizar la propaganda para elevar a las masas proletarias hacia el comunismo, haciendo especial hincapié en la necesidad de la dictadura del proletariado. Centralismo democrático en los partidos y en la IC cuyos acuerdos son obligatorios para todas las organizaciones. Compaginar el trabajo legal con el clandestino existiendo siempre este ultimo en paralelo al anterior pues es imprescindible para que el partido lleve a cabo sus tareas revolucionarias. Trabajo entre los soldados y las masas campesinas que son la clase en la que debe apoyarse el proletariado para realizar su Revolución. Lucha por la liberación de los pueblos oprimidos… y por supuesto ruptura total con el reformismo y lucha contra el amarillismo encarnado en Ámsterdam. En el II Congreso se constituye la Internacional Sindical Roja, que agrupaba a millones de obreros de toda Europa. Si bien esta sufriría numerosos cambios pues en un principio acudieron a ella sindicatos de tipología anarquista como la C.N.T. que en este Congreso estaba representada por el sindicalista revolucionario Ángel Pestaña.
El crecimiento de la IC es impresionante. El Comité Ejecutivo realiza una enorme labor de propaganda ideológica enviando delegados a todos los continentes para que se formen partidos comunistas. La constitución de estos adolecía muchas veces de la experiencia bolchevique en la forja del Partido de Nuevo Tipo, pero esta experiencia era subsanada por la propia IC que actuaba como Estado Mayor de la RPM.
Entre el I y II Congreso, en Baviera, Eslovaquia y Hungría el proletariado tomo el poder aunque fue expulsado por la reacción como le ocurriera en 1918 a los obreros y campesinos finlandeses. La ola revolucionaria se extendía por toda Europa pero la inexistencia de Partidos Comunistas forjados como el Bolchevique, es decir, con años de experiencia en lo ideológico y lo político y fusionados con las masas, hacia que esta ola se quedase en intentonas insurreccionales.
En el terreno de la lucha ideológica, no solo a la derecha y al centro tenía que hacer frente la Comintern. En casi todos los países surgieron grupos izquierdistas cuyo sectarismo imposibilitaba a los comunistas crecer y fundirse con las masas proletarias. Estos problemas se constataron en Alemania y otros lugares donde se produjeron escisiones izquierdistas en los PC debido a la falta de claridad en cuanto a la línea política a seguir. De aquí que la Comintern dedique su III Congreso a crear la línea de Frente Único Proletario para atraerse a las masas mediante la consigna de “Ir a las masas”. El Frente Único sirve como defensa frente al izquierdismo, demostrando que hay que contactar con las masas para poder elevarlas, pero también como lucha contra el reformismo pues precisamente el F.U. trata de desenmascarar a los dirigentes reformistas. La premisa del Frente Único es esta: La vanguardia comunista ya ha sido creada demostrando que el proletariado es ideológica, política y orgánicamente una clase independiente. Pero las masas siguen atrapadas en las mentiras del revisionismo y la burguesía por lo que los comunistas deben realizar un frente con los obreros desenmascarando al reformismo, para incorporar a las masas a la Revolución Proletaria, fusionándose así la vanguardia ideológica con el movimiento obrero, con la práctica de las masas y pudiendo conformarse en un verdadero Partido Comunista que lleve a termino la praxis revolucionaria.
Esta táctica fue refrendada en el IV Congreso y en el V en el que se utilizaría la consigna de “bolchevizar los partidos comunistas” con el fin de que estos se templasen en la lucha ideológica y política hasta convertirse en verdaderos partidos de masas, que uniesen el socialismo científico al movimiento obrero. La táctica de F.U. se desviaría a izquierda y derecha, pero no sufriría grandes cambios hasta el VII Congreso cuando se adopta la táctica de Frente Popular que se caracteriza por ser un frente interclasista contra el fascismo que en su aplicación se fue desviando hacia la derecha cediendo terreno a la burguesía progresista y supeditando los intereses y la iniciativa proletaria a los de la burguesía y los reformistas. Ejemplo de ello es la actitud del PCE en la Guerra Civil, que mantuvo siempre la misma línea colaboracionista con la burguesía republicana desde el 36 hasta el 39 a pesar de los grandes cambios operados durante la contienda, ya que al final de la Guerra era el mayor Partido de la zona republicana. Y un ejemplo aun mayor de esta desviación es la disolución de la propia Comintern a la vez que se pasaba del Frente Popular al Frente Nacional con el plan de establecer gobiernos con la burguesía tras la derrota del fascismo en toda Europa, como en Francia, haciéndole el juego a los fascista que amenazaban con el “peligro comunista” para romper la unidad antifascista. Así se liquida la organización internacional del proletariado revolucionario y se pone otro granito de arena para que el revisionismo gane la partida al proletariado a ambos lados del “telón de acero”: Al Este el kruschevismo, al Oeste el Eurocomunismo.


La reconstitución de la Internacional Comunista, tarea fundamental de la RPM


“Es deber de los comunistas no silenciar las debilidades de su movimiento, sino criticarlas abiertamente para desembarazarse de ellas lo antes posible y de la manera más radical.” Lenin
La situación actual del Movimiento Comunista Internacional es fruto de su propio desarrollo interno. La vanguardia esta hoy en el atolladero, como demuestra la impotencia de esta frente a la actual “crisis” del capitalismo. Los comunistas no podemos esconder nuestras debilidades sino al contrario, ponerlas en la mesa y analizarlas. Frente a la disyuntiva a la que nos enfrentamos hay solo dos caminos: Permanecer en el letargo persistiendo día tras día en los errores que nos han traído hasta aquí (cretinismo parlamentario, frentes interclasistas, tradeunionismo, reformismo, entrismo, socialpacifismo, socialchovinismo…) o levantarnos con la bandera del marxismo-leninismo para comenzar un nuevo proceso revolucionario.
Esta última opción es la que creemos correcta y la que nos lleva a luchar contra quienes escogen la primera. Y es que en la actualidad la lucha de dos líneas es el punto de partida para reconstituir los partidos proletarios de nuevo tipo y por supuesto para reconstituir el organismo de la Revolución Proletaria Mundial, la Internacional Comunista.
La Comintern se forjo desde la escisión, la ruptura en el seno del movimiento obrero. Y su consolidación no se produjo desde la unidad organicista en torno a unos mínimos, sino desde la defensa intransigente de los principios marxistas, en especial, de la dictadura del proletariado. La IC surgió pues de la lucha ideológica, luchando contra oportunistas de distintas tendencias, que no eran sujetos “casuales”, sino que eran tendencias que podían explicarse de un modo científico, como hizo el revolucionario holandés Anton Pannenckoek. Lenin recogería los argumentos de Pannenckoek en su artículo “Las divergencias en el movimiento obrero europeo”:
“…No es posible explicarse estas desviaciones como meras casualidades o equivocaciones de tales o cuales personas o grupos y ni siquiera por la influencia de las particularidades o tradiciones nacionales, etc. Tiene que haber motivos fundamentales, inherentes al régimen económico y al carácter del desarrollo de todos los países capitalistas, que engendren constantemente estas desviaciones” (7*)

Estos factores que hacen que surjan tendencias anarquistas, revisionistas… en el movimiento obrero son varias: el desarrollo desigual del capitalismo, el carácter dialectico del desarrollo social y sobretodo la asimilación correcta o no del marxismo. Pannenckoek pone un ejemplo de cómo la burguesía incide en las corrientes del movimiento obrero, aunque tal vez este ejemplo peque de metafísico pues lo principal en el desarrollo dialectico de las cosas son sus circunstancias internas y no las externas. No obstante, este es el ejemplo: Cuando la burguesía ejerce su dictadura de modo “liberal” facilita el crecimiento de la aristocracia obrera y del reformismo, cuando la burguesía ejerce su dictadura “violenta” surge con mayor facilidad la lucha armada terrorista. Aunque insistimos en que estas circunstancias se deben más al propio desarrollo del movimiento obrero que a lo que desde fuera pueda hacer la burguesía. Lo que hay que rescatar de este trabajo del consejista holandés, más que la anécdota del ejemplo, es el afán por encontrar una explicación materialista de la situación del movimiento revolucionario, una explicación que solo se puede encontrar mediante el estudio constante de las experiencias del proletariado para extraer de ahí las enseñanzas que nos permitan avanzar hacia la conquista del Partido y la Internacional.
Los obstáculos de hoy no son nuevos. Lo que es nuevo es que en la etapa actual están presentes todas las desviaciones del proletariado por lo que la lucha ha de llevarse a cabo con mayor fuerza:
El socialchovinismo que bajo la careta del internacionalismo actúa en realidad como agente “plurinacionalista” que divide a los proletarios en su lucha común. El interclasismo, presentado como el mana que reeditara un régimen republicano. El cretinismo parlamentario por el cual se apuntalan los prejuicios burgueses del proletariado al que se le da alas para que piense que con su voto puede cambiar algo. El tradeunionismo que pretende que el proletariado adquiera conciencia revolucionaria apuntalando su situación como sujeto subordinado y que en realidad solo hace que la vanguardia vaya siempre a rebufo de las masas. El espontaneismo, viejo conocido, que lleva a la idea de que una situación concreta puede llevar a las masas a la insurrección, ya sea por una huelga general o por la independencia de un pueblo, aun sin existir el Partido Leninista de Nuevo Tipo. El socialpacifismo que lleva a muchos “revolucionarios” a condenar la violencia y ponerse del lado del Estado cuando este es atacado, olvidando que los revolucionarios debemos precisamente destruir el Estado burgués, etc. Todos estos son viejos males que nos dividen y que hay que vencer antes de llegar a la unidad de los comunistas.
Y es que no puede ponerse la unidad por delante de la lucha en un momento de graves diferencias, y deficiencias, ideológicas que son causa principal de la disgregación orgánica. No puede pregonarse la Unidad de los Comunistas sino es sobre la base de la lucha de dos líneas, “la unidad no hay que predicarla, sino conquistarla”. Estamos de acuerdo en que la unidad es necesaria, pero esta solo será posible cuando los comunistas nos hayamos deshecho de todos los elementos revisionistas y oportunistas con los que cohabitamos en nuestro movimiento. En este camino de lucha quedan todavía muchas rupturas antes de la unidad. Y no nos vale el romanticismo de la unidad, una forma de voluntarismo que antepone los deseos objetivos a la situación objetiva del movimiento. No es un “Congreso de Unificación” lo que hace falta a los comunistas, como predica Unión Proletaria, pues si de este Congreso saliese un “Partido Comunista Unificado” este solo sería un engendro de Partido obrero de nuevo tipo unido sobre unos mínimos, cuando ya sabemos lo que le pasa a un gigante con pies de barro. Lo que nos hace falta es plantearnos la lucha de dos líneas como motor de la futura unidad, no sobre unos mínimos sino sobre unos máximos, los del marxismo-leninismo. Un “partido de mínimos” solo sería un partido sin cabeza que iría, como nos pasa ahora, a la zaga del movimiento obrero dependiendo de las luchas economicistas del momento.
Plantear todas las cuestiones ideológicas y programáticas que nos separan actualmente y luchar por que triunfe la línea proletaria revolucionaria, reconociendo principios marxistas como la necesidad de la lucha armada para llegar al poder, caracterización en cada caso de la revolución pendiente y sobretodo de la base socioeconómica de esta, necesidad de la dictadura del proletariado, centralismo democrático en el partido, defensa (sin eludir la critica) de los procesos revolucionarios dirigidos por partidos comunistas (Perú, India). Reconocimiento de la necesidad de hacer un verdadero balance de la experiencia histórica de nuestra clase, como hicieron Pannenckoek o Lenin, para saber porque estamos en esta situación y cuáles son los instrumentos políticos imprescindibles con los que salir de ella…
Esta es para nosotros la verdadera tarea del momento, no solo en el Estado español, sino en todo el mundo para reconstituir la Internacional Comunista y sus secciones que transformen la Línea General Revolucionaria en Línea política concreta para aupar al proletariado al poder y acabar con la esclavitud capitalista. La historia del bolchevismo nos muestra el camino.

NOTAS:
6* Muchos partidos socialistas pedían la incorporación a la IC pero manteniendo su autonomía para así no cumplir el programa revolucionario de esta y seguir con sus planteamientos reformistas. Esto le ocurría al PSOE al que la IC respondió de forma crítica: “…Perdiendo completamente de vista la revolución mundial, os es necesariamente imposible comprender el carácter y significación de la Internacional Comunista. Os la representáis como una especie de club destinado a “unificar las fuerzas sociales que aspiran a vivir teniendo el mismo ideal”. No, camaradas, la Internacional Comunista no es eso: es una organización de lucha, es el ejército del proletariado universal el que sostiene el combate en todos los frentes de la revolución mundial. He aquí porque deben ser expulsados de sus filas todos los elementos dudosos, vacilantes y oportunistas. He aquí por que las decisiones de nuestro Comité Ejecutivo deben ser obligatorias para todos los destacamentos de este ejército universal, para todos los partidos aislados que entren en la III Internacional. En vez de las tres condiciones que presentáis para vuestra entrada en la III Internacional, nosotros os proponemos las “Veintiuna Condiciones” adoptadas por su segundo Congreso.” Comunicación del Presídium de la III Internacional al PSOE (El Socialista, 17 de Enero de 1921)
7* Las divergencias en el movimiento obrero europeo, Contra el dogmatismo y el sectarismo en el movimiento obrero, Progreso, p. 59

lunes, 16 de noviembre de 2009

La lucha por la Internacional Comunista (1)

ESPACIO ROJO Nº16 (NOVIEMBRE 2009)
PRIMERA PARTE DEL ARTICULO "LA LUCHA POR LA INTERNACIONAL COMUNSITA"

Introducción
La Internacional Comunista ha sido, hasta el momento, el mayor organismo social creado por el proletariado para conseguir la emancipación del género humano. Constituida en 1919, la Comintern se explica en la necesidad que los obreros revolucionarios han tenido siempre de estar organizados internacionalmente. Ya los predecesores del proletariado revolucionario discutían sobre ideología y estrategia a nivel internacional. Derrotado el Terror y la Conspiración de los Iguales en la Revolución Francesa, los revolucionarios que lograron escapar se unieron en torno al programa comunista de Babeuf, ejecutado en 1797, que sería el embrión de la Liga de los Desterrados creada en 1834 por demócratas alemanes exiliados. El desarrollo ideológico de la línea más radical dio origen en 1836 a la Liga de los Justos cuya militancia seguía siendo de origen alemán aunque con una mayor atracción hacia obreros de otros países. La lucha ideológica en el seno de esta Liga, en la que ya participaban activamente Marx y Engels, permitió a esta dar un salto cualitativo y transformarse en Liga de los Comunistas, en 1847, presentando en sociedad el primer programa liberador de los oprimidos del Mundo, el Manifiesto del Partido Comunista, toda una declaración de intenciones sobre los objetivos revolucionarios del proletariado: "Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente." En 1864 se constituyó la I Internacional o AIT que supuso un nuevo salto cualitativo, esta vez en el aspecto organizativo, frente al salto ideológico representado en la Liga de los Comunistas. Si las anteriores formas de organización no eran más que círculos conspirativos de revolucionarios, la AIT era ya una organización en la que se unía la conciencia de la necesidad de tomar el poder por parte del proletariado (si bien es cierto que los anarquistas negaban el poder como tal y los marxistas no definirían correctamente esta idea hasta la experiencia comunera de Paris) con una militancia formadas por decenas de miles de obreros de Europa y Norte América, cuya influencia era cada vez mayor entre los obreros como demostró la Guerra Franco-Prusiana y la subsiguiente Comuna de París, pues en plena guerra asociaciones obreras de Francia y de Alemania se lanzaron mensajes de solidaridad internacionalista oponiéndose a luchar entre sí por los deseos de las dinastías patrias. Y la Comuna de París, donde estuvo presente la AIT, se conformo, por medio de los hechos, como un poder proletario e internacionalista declarando la guerra a toda formulación chovinista que dividiese a los obreros.
Tras la gesta proletaria de París llegaría la II Internacional en la cual el marxismo iría cogiendo cada vez mayor peso, aunque eso sí un “marxismo adaptado” por el SPD que se alejaba del marxismo revolucionario y que luego daría lugar a la Internacional Comunista.
Casi un siglo desde la Liga de los Desterrados hasta la Komintern. Numerosos saltos hacia adelante en lo organizativo, lo ideológico, lo político… y en definitiva en la conformación del proletariado como clase, la única verdaderamente revolucionaria en la época del imperialismo. La Comintern supone un antes y un después en la historia de la humanidad. Por vez primera el proletariado internacional (el ruso ya lo había conseguido) era independiente políticamente y no tenía que supeditar su lucha de clase a los intereses de esta o aquella facción de la burguesía.
La historia de la Internacional Comunista está unida a la historia del bolchevismo, a la lucha dentro del Movimiento Obrero entre revolucionarios y revisionistas. Primero contra los centristas y después contra los izquierdistas, la Comintern conformó la Línea General Revolucionaria basándose en la experiencia acumulada por el proletariado en su lucha de clase contra los explotadores y sus lugartenientes dentro del movimiento obrero.


La lucha por la Internacional Comunista
A finales del s. XIX la II Internacional se reclamaba marxista. Pero del marxismo solo reconocían su aspecto negativo, el revisionismo, que es la antítesis del marxismo revolucionario. El SPD de Kautsky y compañía era el gran valedor de este marxismo, adoptado en el Congreso de Erfurt en 1891, que estaba basado en innumerables desviaciones oportunistas respecto de la línea revolucionaria. La lucha del proletariado era concebida por Kautsky, Bernstein... como una lucha de reformas, concepción acorde con el mecanicismo y el determinismo con el que observaban el desarrollo de la lucha de clases. Utilizando el Estado burgués los trabajadores solo tendrían que esperar a que las premisas económicas estuviesen maduras para llegar al comunismo. El Partido obrero debía ser un Partido de masas que poco a poco fuese conquistando libertades para el proletariado desde el Parlamento y sus luchas económicas. Los Partido socialdemócratas lejos de luchar por la independencia política del proletariado se aliaban con cualquier facción de la burguesía a cambio de unas migajas. Y no importaba si estas facciones burguesas estaban en el poder o en la oposición. Ejemplos de ello son el pacto de los socialdemócratas alemanes con Bismark, de los socialistas españoles con los republicanos en 1909 y luego con el fascista Primo de Rivera, o la práctica ministerialista del socialismo francés.
A pesar de mantener el nombre de socialistas, los partidos de la II Internacional se alejaron de la lucha de clases hasta abrazar el conciliacionismo con la burguesía. La huelga política era desechada de los programas reformistas, la Revolución quedaba como recurso retórico en los mítines y el tradeunionismo se establecía como rutina diaria en el Partido. La Revolución, cada vez más lejos en el horizonte de la socialdemocracia, se cambiaba por el objetivo de un sillón en los parlamentos de oro y sangre.
La ideología proletaria parecía sucumbir ante el revisionismo, pero ante este no tardarían en alzarse los verdaderos revolucionarios desarrollando la lucha de dos líneas en el seno de la socialdemocracia internacional. Rosa Luxemburgo en 1899 en su ¿Reforma o Revolución? atacaría a los oportunistas, pero los que con mayor fuerza y repercusión lanzaron la ofensiva fueron los “iskristas”, antecesores del bolchevismo, que implementaron la línea roja frente al revisionismo oficial de la II Internacional:
“La socialdemocracia debe transformarse, de partido de la revolución social, en un partido democrático de reformas sociales, Bernstein ha apoyado esta reivindicación política con toda una batería de "nuevos" argumentos y consideraciones bastante armoniosamente concordados. Ha sido negada la posibilidad de fundamentar científicamente el socialismo y de demostrar, desde el punto de vista de la concepción materialista de la historia, su necesidad e inevitabilidad; ha sido negado el hecho de la miseria creciente, de la proletarización y de la exacerbación de las contradicciones capitalistas; ha sido declarado inconsistente el concepto mismo del "objetivo final " y rechazada en absoluto la idea de la dictadura del proletariado; ha sido negada la oposición de principios entre el liberalismo y el socialismo; ha sido negada la teoría de la lucha de clases, pretendiendo que no es aplicable a una sociedad estrictamente democrática, gobernada conforme a la voluntad de la mayoría, etc. ” (1*)
Lenin extiende en su ¿Qué Hacer? la crítica a las viejas formas organizativas de la socialdemocracia internacional ancladas en el economicismo, poniendo al desnudo la bancarrota ideológica de los líderes de la II Internacional, lo que unido a su crítica al tradeunionismo y al terrorismo, deja clara la necesidad que tenía el proletariado de generar un nuevo organismo internacional acorde con sus intereses de clase. Pero Lenin y los marxistas rusos todavía seguirán luchando dentro de la vieja Internacional. Una lucha que se recrudece tras la derrota de la Revolución en 1905, pues esta hace que la II Internacional bascule más a la derecha y niegue con mayor energía las posibilidades de la Revolución proletaria. Así el oportunismo aprovecha la derrota revolucionaria y se extiende en forma chovinista por toda Europa y sobretodo en Rusia donde socialchovinistas de distinto pelaje pretenderán dividir al proletariado del Estado ruso para que se dedique a luchar por su patria y contra las demás. Para combatir estas desviaciones Stalin escribió “El marxismo y la cuestión nacional” una obra que muestra la lucha ideológica entre el internacionalismo consecuente y el nacionalismo disfrazado de rojo.
Pero esta resaca de oportunismo que trajo la derrota de 1905 se quedó en nada respecto a lo que supuso la I Guerra Mundial. Al estallar la guerra todo el internacionalismo pregonado por los oportunistas se esfumó. Los partidos socialistas se unieron a sus burguesías nacionales para mandar a morir al proletariado a la guerra imperialista y se convirtieron en traidores confesos de la clase. Los bolcheviques que desde 1912 se habían constituido en el primer Partido proletario de Nuevo Tipo de la historia, se pusieron al frente de la línea internacionalista lanzando la consigna de transformar la Guerra Imperialista en Guerra civil revolucionaria. Para ganarse al resto de la socialdemocracia los internacionalistas, o marxistas, participaron en la Conferencia de Zimmerwald en 1915 en la que desarrollaron la lucha contra el chovinismo belicista y contra el centro kautskiano. Los resultados para los bolcheviques serían positivos: se demostró la ineficacia de los centristas y derechistas de Zimmerwald, y se hizo que “madurasen” las condiciones para que distintos grupos socialdemócratas fundasen una Nueva Internacional. Antes de la citada Conferencia Lenin avisaba:
“...No ofrece la menor duda de que para crear una organización marxista internacional es indispensable que en los distintos países haya fuerzas dispuestas a formar partidos marxistas independientes. En este sentido, Alemania, el país de movimiento obrero más antiguo y vigoroso, reviste una importancia decisiva. El futuro próximo nos dirá si han madurado ya las condiciones para constituir una nueva Internacional marxista. Si han madurado nuestro partido ingresará con alegría en esa III Internacional, depurada de oportunismo y chovinismo” (2*)
En abril de 1917 ya se había constatado la ineficacia de Zimmerwald, controlada por los kautskianos o centristas y era inminente la constitución de una Internacional Comunista como base de la Revolución Proletaria Mundial:
“No puede tolerarse por más tiempo la charca zimmerwaldiana. No podemos permitir que por culpa de los “kautskianos” de Zimmerwald sigamos aliados a medias con la Internacional chovinista” (…) “No “esperar”, sino proceder inmediatamente a fundar la III Internacional: tal es la misión de vuestro partido.” (3*)
Rompiendo con el revisionismo Lenin y los bolcheviques muestran cual es el camino para conquistar la unidad del proletariado: no vale con prometer la unidad orgánica, hay que defender los principios del marxismo-leninismo: “ lo importante no es el numero, sino que expresen de un modo justo las ideas y la política del proletariado verdaderamente revolucionario”(…) “Antes quedarnos solos, como Liebknecht – y quedarse solo así significa quedarse con el proletariado revolucionario– que abrigar, aunque solo sea un minuto, la idea de la unión con el partido del Comité de Organización” (4*)
Los marxistas, consecuentes con sus ideas, rompieron definitivamente con los revisionistas y se lanzaron a la conquista de la dictadura del proletariado.
"De hecho la III Internacional se fundó en 1918, cuando el largo proceso de lucha contra el oportunismo y el socialchovinismo, sobre todo durante la guerra, condujo a la formación de partidos comunistas en una serie de naciones. Oficialmente la III Internacional se ha fundado en su I Congreso, celebrado en marzo de 1919 en Moscú.(…) La importancia histórica universal de la III Internacional, de la Internacional Comunista, reside en que ha comenzado a poner en práctica la consigna más importante de Marx, la consigna que resume el desarrollo del socialismo y del movimiento obrero a lo largo de un siglo, la consigna expresada en este concepto: dictadura del proletariado." (5*)

NOTAS
1* Lenin ¿Qué Hacer? Progreso, p. 8
2* El Socialismo y la Guerra, Acerca de la Unidad en el MCI, Progreso, p. 44
3* Las tareas del proletariado en nuestra Revolución, Acerca de la Unidad en el MCI, Progreso, pgs. 45
4* Ibídem
5* La Tercera Internacional y su lugar en la historia. Acerca de la Unidad en el MCI, Progreso pg. 119

Debate sobre la Unión Soviética. VI

La Conciencia
Nuestra carta de respuesta se está convirtiendo en un viaje cada vez más lejos en el tiempo, pero se hace del todo necesario, y más en este caso, ante la argumentación planteada por el camarada che_jca en el foro de la Unión de Jóvenes Comunistas de Madrid:
“En la URSS de 1936 en el plano económico es evidente que las clases explotadoras habían desaparecido como tales en aquel momento, sin embargo en cuanto al plano ideológico la burguesía seguía manteniendo su influencia en el seno de la unión soviética, tanto a nivel del Estado, como a nivel del Partido.”
“PD: El tener presente la necesidad de la lucha de clases para mi indica que se considera que las clases siguen vigentes en el socialismo por lo menos en el concepto de "clase para sí", me explico: la burguesía como "clase en si" no existía en la URSS de aquellos años al no tener los medios de producción, pero si como "clase para sí" ya que no hay que olvidar la influencia de la ideología burguesa tanto por el factor internacional (un país socialista rodeado de países capitalistas) como por la infiltración en los aparatos del partido y del estado de elementos con una conciencia de clase burguesa.


Nuestro camarada viene a decir que “existía burguesía para sí, pero no en sí” que “había ideología burguesa sin burguesía”. Esto se nos antoja bastante difícil salvo que se argumente desde el idealismo filosófico, obviando así los siglos de lucha entre este y el materialismo. Si existe ideología burguesa es porque existe burguesía, no a nivel internacional, sino en el propio marco social en el que está presente esta ideología pues la conciencia del hombre es un reflejo de la realidad objetiva y no al revés. Si la ideología burguesa pervivía en la Unión Soviética es porque todavía persistía una relación social capitalista, de otro modo eliminada toda relación propia de la sociedad burguesa estaría eliminada la burguesía y así su ideología. El problema no es que perviviese la burguesía como clase en sí dentro de la URSS, sino que se negase la mayor facilitando la labor enemiga de reinstauración capitalista. Y es que para que exista “conciencia para sí” es indispensable que exista “conciencia en sí”. Estos párrafos de Lenin nos parecen lo suficientemente claros como para no tener que seguir ahondando en el tema:
La diferencia fundamental entre el materialista y el prosélito de la filosofía idealista, es que el primero considera a la sensación, la percepción, la representación y, en general, la conciencia del hombre, como una imagen de la realidad objetiva. El universo es el movimiento de esa realidad objetiva, reflejada por nuestra conciencia. Al movimiento de las representaciones, de las percepciones, etc., corresponde el movimiento de la materia exterior a mí. La noción de materia no expresa otra cosa que la realidad objetiva que nos es dada en la sensación. Por lo cual separar el movimiento de la materia es equivalente a separar el pensamiento de la realidad objetiva, separar mis sensaciones del mundo exterior, es decir, pasar al idealismo. El juego de prestidigitación que se hace ordinariamente al negar la materia, al admitir el movimiento sin materia, consiste en callar las relaciones entre la materia y el pensamiento. Se presentan las cosas como si esas relaciones no existiesen, pero en realidad se introducen subrepticiamente, no se las menciona al principio del razonamiento, pero luego aparecen más o menos imperceptiblemente.
La materia ha desaparecido, se nos dice, queriendo sacar de ahí deducciones gnoseológicas. Y el pensamiento, ¿perdura?, preguntamos nosotros. ¡Si no perdura, si con la desaparición de la materia ha desaparecido también el pensamiento, si con la desaparición del cerebro y del sistema nervioso han desaparecido también las representaciones y las sensaciones, entonces quiere decir que todo ha desaparecido, que ha desaparecido también vuestro razonamiento, como una de las muestras de un "pensamiento" cualquiera que sea (o de una insuficiencia de pensamiento)! Más si perdura, si suponéis que el pensamiento (la representación, la sensación, etc.) no ha desaparecido con la desaparición de la materia, quiere decir que adoptáis a escondidas el punto de vista del idealismo filosófico. Eso es precisamente lo que les sucede a aquellos que, por razones de "economía", quieren concebir el movimiento sin la materia, puesto que sólo por el hecho de continuar su razonamiento admiten tácitamente la existencia del pensamiento después de la desaparición de la materia. Y esto quiere decir que se adopta como base un idealismo filosófico muy sencillo o muy complicado: muy sencillo cuando se llega abiertamente al solipsismo (yo existo, todo el mundo es sólo mi sensación); muy complicado si se reemplaza el pensamiento, la representación, la sensación del hombre viviente por una abstracción muerta: pensamiento de nadie, idea de nadie, sensación de nadie, pensamiento en general (idea absoluta, voluntad universal, etc.), la sensación considerada como "elemento" indeterminado, lo "psíquico", colocado como base de toda la naturaleza física, etc., etc.(11*)

Lo cierto es que la lucha contra las desviaciones idealistas es bastante sencilla cuando se tienen claros unos cuantos conceptos del materialismo dialéctico. Esperemos que esta crítica no enturbie a nuestro camarada sino que lo anime al estudio del materialismo pues la crítica, es decir, la dialéctica nos ha de servir a los comunistas como motor de estudio.

NOTAS:
11* V. Lenin. Materialismo y empirocriticismo. Ed. Progreso, p. 278, 279.

viernes, 23 de octubre de 2009

Debate sobre la Unión Soviética. V

Para ver intervenviones de nuestrxs camaradas:
http://ujc-madrid.org/Foro/index.asp?seccion=verpost&id=2134&idref=2&pagina=2
http://www.nodo50.org/gaztekomunistak/foro/viewtopic.php?t=489

APOLOGIA DEL MADE IN CHINA
En el desarrollo del debate del Espacio Rojo nº 14 surgió en el foro de Gazte Komunistak una pequeña polémica en torno a China. Y decimos pequeña en cuanto a extensión pues nos parece una de las grandes cuestiones pendientes del movimiento comunista, sobretodo del europeo, que es 1º el estudio de las aportaciones al marxismo-leninismo de la China revolucionaria, la Guerra Popular y la Revolución Cultural Proletaria y 2º el estudio revolucionario, es decir alejado de toda línea oportunista, de la China revisionista.
La cuestión de la actual China es simple, no hay mayor ciego que el que no quiere ver. China es un Estado en el que a 60 años del triunfo de la Revolución las relaciones capitalistas son cada vez mayores y en todos los niveles. En nuestra última aportación al debate, mencionábamos a Mao y a su crítica a Stalin y a la URSS, de la que por cierto desconfía el camarada “Kaich” puesto que “Mao y Stalin eran amigos” (curiosa forma de entender la lucha ideológica). Mao indicaba que lo primordial era desarrollar la lucha de clases frente al excesivo acento que ponían en la URSS al desarrollo de las fuerzas productivas. Al igual que en la URSS esta teoría de las fuerzas productivas tuvo sus defensores en China que tras desaparecer Mao y de la mano de Deng Xiaoping se apresuraron a instaurar el capitalismo hasta convertir, en nuestros días, a China en una potencia imperialista. En China impera ahora el capitalismo salvaje, con un retroceso inmenso de los derechos de los trabajadores, que ya no son observados como sujeto revolucionario sino como objeto, como mercancía. Buscar el socialismo en China es como buscar una aguja en un pajar, es engañarse a uno mismo y sobre todo y lo que es peor a los demás. Intentar defender a los enemigos del proletariado chino desde las obras escritas por Lenin, Marx o cualquier comunista es caer en lo más bajo del oportunismo. El compañero “Kaich” se remite incluso a nuestro Espacio Rojo para la defensa de la China capitalista, pues mentamos la defensa que Lenin hace del capitalismo de Estado en la Rusia de 1918. Extrapolar la situación de la Rusia de 1918 a la China de los años 70 solo demuestra dogmatismo y pereza mental.
En 1966 comienza en China la Gran Revolución Cultural Proletaria cuyo fin era eliminar todos los elementos políticos, ideológicos y culturales “de la superestructura que no corresponden a la base económica del socialismo, a fin de facilitar la consolidación y el desarrollo del sistema socialista”. Esto suponía poner en manos de las masas la construcción del socialismo algo que ya se tenía claro en 1960, fecha en que Mao escribe sus “Notas de Lectura acerca del Manual de Economía Política de la Unión Soviética” y en el que, acerca de la situación del campo sostiene que: “Un gran desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad no es posible si no hay previamente transformación de las relaciones de producción”. Esta idea es la contraria a la que se seguía en la Unión Soviética, que ya expusimos en nuestra anterior carta donde el aspecto principal del desarrollo se puso en las fuerzas productivas y no en la lucha de clases. Pero en China la educación de las masas se situó en primer término como muestran las distintas campañas emprendidas por los revolucionarios para contrarrestar el crecimiento de los dirigentes que querían la vuelta al capitalismo: En 1960 el Ejército Popular de Liberación retorna a su concepción guerrillera de unión con las masas poniendo sus energías en la elevación ideológica y política del combatiente frente a la forma tradicional de los Ejércitos burgueses en los que priman las grandes unidades alejadas de las masas y puestas contra ellas. (Esta “vieja” forma de Ejército es la que tiene hoy China). En 1963 se inició el Movimiento de Educación Socialista, en el 64 la campaña aprender del ejército popular en la que saldría a la luz la famosa recopilación de citas de Mao denominada “Libro Rojo”, que tras la subida al poder de Deng Xiaoping y su tropa de usurpadores, caería en el ostracismo. Pero a pesar de todo esto, del énfasis que se puso en la lucha de clases, los revisionistas acabaron subiendo al poder al igual que en la URSS demostrando que, por desgracia, la URSS y China han seguido el mismo camino aunque al camarada “Kaich “le parezca que este camino es correcto.
En China el proletariado no ejerce su dictadura de clase, la política imperialista de ese país no es subscrita por su proletariado que es el principal sufridor de esta. Mentando el concepto de imperialismo aconsejamos a este camarada a que repase lo que Lenin escribió al respecto puesto que el imperialismo no es simplemente invadir países, también consiste, e incluso él lo dice, en “colonizar con sus empresas” algo que China si hace a pesar de que “Kaich”, y otros muchos, no lo vean o no lo quieran ver. El último ejemplo del carácter imperialista de China es esa especie de alianza o intercambio accionarial entre los ladrones de Telefónica y China Unicom, para repartirse el saqueo de los países oprimidos. Y como seguro que muchos todavía no lo ven pondremos como ejemplo el empeño que China tiene en explotar los recursos naturales de América Latina y África al igual que hace Repsol: Zijin Mining empresa minera China pretende instalarse en Perú para explotar oro. CrownAmeric Development empresa minera de capital chino extraerá bauxita en Paraguay. La CNPC, petrolera estatal china, extraerá petróleo en Costa Rica y Venezuela etc. etc. etc. El Estado chino en alianza junto con varios gobiernos africanos creó hace unos años el Fondo China-África que además de servir para el desarrollo de las infraestructuras en estos países servirá para la extracción de petróleo, gas y minas en el continente africano para beneficio de la burguesía china y africana.
China que en tiempos de la Revolución liberó a Tíbet del feudalismo, utiliza ahora una política internacional más acorde a sus intereses socialimperialistas. Hace tan solo unos años, cuando el Partido Comunista de Nepal (Maoísta) estaba en Guerra Popular contra el Estado nepalí, China se declaró a favor del Estado nepalés mientras ambos afianzaban sus relaciones comerciales: “China apoya los esfuerzos de Gyanendra y del gobierno nepalés para vencer a los rebeldes anti-gobierno, dijo Jiang (dirigente del gobierno chino), agregando que su país se opone y condena toda la violencia y las actividades terroristas.” (10*)La Guerra Popular siguió avanzando, el poder semi-feudal decaía en Nepal y los chinos bascularon hacia el neutralismo declarando que su oposición a la Guerra Popular se basaba en que esta provocaría una mayor presencia militar de los EEUU en la zona. El tiempo pasó, el gobierno fue derrocado, eso sí los maoístas cambiaron la Guerra Popular por la alianza interclasista, y China era ya animosamente aliada del nuevo gobierno nepalés pues este no pensaba cambiar los tratados con China sino ampliarlos. Esta es la vieja táctica de la “accidentabilidad de las formas de gobierno” de los imperialistas y de las castas privilegiadas de otros tiempos, como la Iglesia católica en España: les da igual quien gobierne mientras no toquen sus intereses, no dudarán en derrocar a un gobierno si este trastoca sus planes.
Pero tras esta breve y simple argumentación tal vez se nos espete que esto son chorradas o incluso que muestran la solidaridad internacionalista del PCCh que además dice ser marxista-leninista, (en concreto “pensamiento Mao y teoría Deng Xiaoping”, que es como decir pensamiento Lenin y teoría Jruschov).
Pero los hechos son testarudos y demuestran que en China no hay marxismo-leninismo, sino una dictadura burguesa contra el proletariado. A pesar de sostener una bandera roja, también la tenían Breznev y cia en la URSS, es el terror blanco del imperialismo chovinista el que domina en China. El que la mayoría de organizaciones comunistas dejen la puerta abierta al “haber que pasa”, como si no fuesen suficientes 30 años de ataques contra el proletariado, e incluso mantengan buenas relaciones (como nuestra propia organización) con los “camaradas chinos” es solo una muestra de hasta qué punto es necesaria la lucha de dos líneas dentro del Movimiento Comunista para eliminar todo el revisionismo que durante décadas llevamos cargando a nuestras espaldas. Conectando con este debate un camarada del foro de Gazte Komunistak colgó un texto del tan respetado PTB editado por Etudes Marxistes en 2003. Se trata de un informe realizado por el PTB tras visitar China en 2003. En él los belgas eluden la crítica a China argumentado la falta de conocimientos sobre la realidad del país, aunque llegan a mostrar su temor porque ¡en el futuro! la ideología burguesa pueda ganar terreno en China. Postura aun más clara en cuanto a la cuestión china la encontramos en el Mundo Obrero del PCE. En él, el marxista español José Sarrion dedica una oda al desarrollo de las fuerzas productivas en China que “ha sustituido al debate sobre el socialismo”. Mientras, carga tintas contra la Revolución Cultural Proletaria a coro con la burguesía internacional y sobre todo con el revisionismo gubernamental chino. Y es que es natural que el revisionismo chino y la ONU odien esa etapa de la historia china en la que las masas tomaron el poder y ejercieron su dictadura revolucionaria bombardeando el Cuartel General. Lo que nos sorprende es que quien se autoproclama marxista reniegue, cual burgués, de esta experiencia proletaria y se venda al pragmatismo, contrastado en el mercado internacional, del Made in China.
Este es tan solo un ejemplo de la hipocresía de los comunistas occidentales para salvaguardar a los traidores chinos.

NOTAS
10* Extraído del “Diario del Pueblo” portal de noticias de China en castellano. http://spanish.peopledaily.com.cn/spanish/200207/11/sp20020711_55947.html

Debate sobre la Unión Soviética. IV

Para ver intervenviones de nuestrxs camaradas:
http://ujc-madrid.org/Foro/index.asp?seccion=verpost&id=2134&idref=2&pagina=2
http://www.nodo50.org/gaztekomunistak/foro/viewtopic.php?t=489

PARTIDO COMUNISTA Y DICTADURA DEL PROLETARIADO

Definir a estas alturas al Partido y a la Dictadura de clase puede parecer un retroceso en el debate, pero nos parece primordial hacerlo pues estamos totalmente en contra del argumento base utilizado por nuestros camaradas del foro ujc-m, a la hora de hablar del burocratismo:
“También está el error de la falta de separación entre el Partido y el Estado, que acabó convirtiéndose en una base fundamental para el surgimiento de una capa importante de burócratas acomodados. En Stalin y la lucha por la reforma democrática se ilustra bastante bien cómo Stalin trató de llevar a cabo esta separación entre el Partido y el Estado por medio de la Constitución Soviética de 1936, así como la derrota de Stalin en dichos intentos”
El Partido Comunista es el Partido Proletario de nuevo tipo. Representa la unión dialéctica de la vanguardia con el resto de la clase de la que el Partido forma parte y con la que está íntimamente vinculada con todas las raíces de su existencia. El Partido Comunista es la forma superior de organización de clase del proletariado, es su máximo representante, su “Estado Mayor”, una suma de organizaciones…Pero el Partido no es sólo la suma de sus organizaciones. El Partido es, al mismo tiempo, el sistema único de estas organizaciones, su fusión formal en un todo único, con organismos superiores e inferiores de dirección, con la subordinación de la minoría a la mayoría, con resoluciones prácticas, obligatorias para todos los miembros del Partido. Sin estas condiciones, el Partido no podría formar un todo único y organizado, capaz de ejercer la dirección sistemática y organizada de la lucha de la clase obrera. (3*)
El Estado, cualquier Estado, es una máquina para la represión de la clase en el poder contra el resto de clases. La clase que detenta el poder ejerce su violencia de modo sistemático contra las otras clases, para hacer prevalecer sus intereses de clase. Todo Estado tiene dos aspectos, el democrático y el dictatorial, la cuestión es saber quien goza de democracia y contra quien se ejerce la dictadura. En el caso que nos compete ahora, el “Estado” proletario, es el proletariado quien ejerce su violencia revolucionaria contra las otras clases dejando de lado los prejuicios burgueses de que en los Estados es posible que las relaciones de clase se desarrollen de modo pacífico. La Dictadura del Proletariado es el instrumento del que se dota la clase obrera para poder elevar a las masas al nivel de su vanguardia, es decir, al nivel del Partido Comunista. El Partido Comunista es la forma superior de organización, la Dictadura del Proletariado es el instrumento de la revolución proletaria, el organismo en que se apoya lo mejor de la clase, el Partido, para atraer a sus posiciones al resto de la clase, para elevarla al comunismo.
Cuando el proletariado triunfa en un país e instaura su dictadura contra sus enemigos de clase, conquista la más amplia democracia conocida, la democracia proletaria. Y esta nueva democracia que surge en el proceso de destrucción del orden burgués, no puede mantener las viejas formas sino que impone unas nuevas, las de la democracia socialista. En la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas estas nuevas formas adquirieron el nombre de Soviets que eran: las únicas organizaciones de masas que engloban a todos los oprimidos y explotados, a los obreros y los campesinos, a los soldados y los marinos, y que en consecuencia, permiten a la vanguardia de las masas, el proletariado, ejercer con la mayor sencillez y la mayor plenitud la dirección política de la lucha de las masas. (…) Los Soviets son organizaciones directas de las mismas masas, es decir, las organizaciones más democráticas y, por tanto, las que gozan de mayor prestigio entre las masas. Los Soviets facilitan al máximo la participación de las masas en la organización del nuevo Estado y en su gobernación y abren el máximo campo de acción a la energía revolucionaria, a la iniciativa y a la capacidad creadora de las masas en la lucha por la destrucción del antiguo orden de cosas, en la lucha por un orden de cosas nuevo, por un orden de cosas proletario. (4*)
Los Soviets como nueva forma de organización estatal se unían como Estado de nuevo tipo proletario y se estructuraban y unificaban como Repúblicas de Soviets. Lo novedoso de los Soviets es que en ellos confluían todos los poderes de clase (legislativo, ejecutivo, judicial) desde los cuales el proletariado podía ejercer directamente su violencia revolucionaria contra sus enemigos, por ello los soviets significaban la destrucción del aparato burocrático burgués: La República de los Soviets es, por lo tanto, la forma política buscada, y al fin descubierta, dentro de cuyo marco puede alcanzarse la liberación económica del proletariado, el triunfo completo del socialismo. (5*)
Tras esta breve exposición cabe preguntarse ¿Bajo la dictadura del proletariado, bajo la forma estatal soviética, cual es el lugar del Partido Comunista?
Para contestar a esto, primero debemos plantearnos cuál es nuestra visión del Estado y de la democracia, si la visión proletaria que exponíamos arriba o la visión burguesa. Porque a nosotros tras estudiar la obra de Grover Furr “Stalin y la lucha por la reforma democrática” nos asaltan las dudas al respecto y es que la obra del profesor norteamericano está recubierta de los prejuicios burgueses del concepto de democracia, de la teoría de la democracia “pura” propia de la aristocracia obrera, más que del concepto de nueva democracia, de democracia socialista. Se desprende de la obra de G. Furr que anteriormente a 1936 no había en la URSS democracia sino una dictadura. Y efectivamente las masas proletarias ejercían su violencia revolucionaria contra los kulaks, los guardias blancos, los antiguos terratenientes… pero para Furr esto no era democracia (niega el doble sentido que tiene todo Estado) y para que se diese esta se necesitaba una “reforma democrática”. Esta “reforma” consistiría en darle la oportunidad “a los ciudadanos ajenos al Partido” a acceder al Poder. Esta reforma se puede identificar con la teoría del fin de las clases sociales en la URSS y por tanto de la dictadura del proletariado que ya definimos en nuestros anteriores artículos como origen ideológico de la derrota del proletariado en la Unión Soviética. Esta teoría, que por desgracia la asumían Stalin y los suyos, la defiende el historiador Yuri Zhukov, (citado por Furr) cuando dice refiriéndose a los primeros años de los 30 que: “… los explotadores de trabajo ajeno ya no existían. Los trabajadores, que ahora dirigían el país en su propio interés a través del Partido Bolchevique, no eran ya el clásico proletariado. Por tanto, la "dictadura del proletariado" ya no era un concepto pertinente. Esas condiciones nuevas suponían un nuevo tipo de estado”. (6*)
La nueva visión del Estado que tienen los dirigentes bolcheviques está conectada con su lucha por acabar con el burocratismo. Pero ¿Cómo se pretende acabar con este burocratismo? ¡Separando al Partido proletario del Estado proletario! Una postura que nos parece un claro error ideológico en cuanto a las tareas del Partido y una concesión al revisionismo, sobre todo cuando el propio Stalin habla en “Los Fundamentos del Leninismo” de la dictadura del proletariado como apoyo del Partido para atraerse a las masas y como dirigente principal del conjunto de organizaciones del proletariado:
“… todas estas organizaciones tienen que desplegar su actividad en una misma dirección, pues sirven a una sola clase, a la clase de los proletarios. ¿Quién -cabe preguntarse- determina la línea, la orientación general que todas estas organizaciones deben seguir en su trabajo? ¿Dónde está la organización central que no sólo sea capaz, por tener la experiencia necesaria, de trazar dicha línea general, sino que, además, pueda, por tener el prestigio necesario para ello, mover a todas estas organizaciones a aplicar esa línea, con el fin de lograr la unidad en la dirección y excluir toda posibilidad de intermitencias? Esta organización es el Partido del proletariado.”(7*)
No queremos convertir nuestra carta y el debate en una mera “guerra de citas”, pero la claridad de los bolcheviques en cuanto al Partido la deja tan clara Stalin en 1924 que no podemos por menos de echar mano de ello:

El Partido no sólo es la forma superior de unión de clase de los proletarios, sino que es, al mismo tiempo, un instrumento del proletariado para la conquista de su dictadura, cuando ésta no ha sido todavía conquistada, y para la consolidación y ampliación de la dictadura, cuando ya está conquistada.(8*)

El que debilita, por poco que sea -dice Lenin-, la disciplina férrea del Partido del proletariado (sobre todo en la época de su dictadura), ayuda de hecho a la burguesía contra el proletariado.(9*)

Y podríamos rellenar folios con citas muy bien traídas sobre el Partido, por eso para acabar con este “recetario” nos remitimos a “Los fundamentos del leninismo” y en particular al apartado 4 del Capítulo sobre el Partido.
Tras las citas de Stalin volvamos a Furr y a la “reforma democrática”. La reforma se basaba en 1º) “sacar al Partido Comunista de la dirección directa de la Unión Soviética” poniendo “límites de forma sustancial al papel del Partido en la vida del país” y dejando al Partido Comunista como “arma de propaganda”. Y 2º) ampliando la participación electoral a los sectores que sufrían la dictadura, que se daba por liquidada, dando la posibilidad de que los enemigos del proletariado entrasen en el aparato estatal soviético.
La idea de Furr proviene de una visión liberal de lo que debe ser un Partido político, por tanto ve al PC como un simple partido de una parte de la clase que debería estar bien separadito del Estado democrático, de “todo” el pueblo. Pero esta separación más que una lucha contra la burocracia nos parece una apertura a la burocracia. Si el Partido se separa del Estado, se puede generar con mayor facilidad una inmensa capa de técnicos, de funcionarios, de burócratas estatales, alejados del Partido, de las masas, de la dirección política del proletariado (que al fin y al cabo ya estaba llegando a su fin) y que serían los primeros interesados en un Estado per secula seculorum. Además se dejaba al Partido como una simple “arma propagandística” olvidando que es la forma superior de organización que tiene el proletariado como clase dirigente del proceso revolucionario.
La “apertura electoral” no deja de ser una relajación de la lucha de clases en favor de los enemigos de los proletarios del campo y la ciudad. Y utilizar esta apertura como al parecer quería Stalin, es decir, como un “purgatorio” o “peaje” que la Revolución ha de pagar por los errores cometidos es aún más grave. Es como si el enemigo esperase tras una muralla para entrar la ciudad y nosotros pudiendo perfectamente atacarles fuera los dejásemos entrar para luchar dentro y que puedan unirse a los que ya han entrado. Este error podría verse como un error táctico, y de hecho lo es, pero tiene su origen en las desviaciones ideológicas de los bolcheviques.
Esta crítica a la lucha contra el burocratismo, no significa que nosotros neguemos la evidencia del problema de la burocracia, que era pasto para el revisionismo en la URSS. Pero frente a esta “reforma democrática” creemos que se tendrían que haber puesto los principios del Marxismo-Leninismo. Basándose en el centralismo democrático la lucha de clases debió haberse realizado desde la base, recuperando ese “tiempo perdido durante la NEP”, llevando la ideología a las masas en su proceso de auto-emancipación para que fuesen estas las que decidiesen quienes eran unos burócratas revisionistas. Y para “decidir” en una democracia socialista no basta con el voto directo al Soviet Supremo, como si de un parlamento burgués se tratase. Para decidir y ejecutar su violencia revolucionaria los obreros de la URSS tenían los Soviets, como base del Poder Socialista. Y esta lucha de las masas no podía hacerse relajando su dictadura, con el “voto abierto al ciudadano” sino con el recrudecimiento de la guerra de clases. El ejemplo de “que hacer” ante esta situación lo podemos observar en el estudio, que la mayoría de los comunistas de hoy tenemos pendiente, de la Gran Revolución Cultural Proletaria China en la que las masas dirigieron la lucha contra sus líderes revisionistas.
La burocracia y el revisionismo no nacen de la íntima relación entre el Partido Comunista y la Dictadura del Proletariado sino por la relajación de ésta última proveniente de aquella teoría odiosa del fin de las clases en la URSS y que proviene del socialismo determinista de Kautsky.

NOTAS
3* José Stalin. Los Fundamentos del Leninismo. Ed. Pekín, p. 114
4* José Stalin. Los Fundamentos del Leninismo. Ed. Pekín, p. 53 y 54
5* José Stalin. Los Fundamentos del Leninismo. Ed. Pekín, p. 56
6* Yuri Zhukov, citado por Grover Furr en “Stalin y la lucha por la reforma democrática”
7* José Stalin. Los Fundamentos del Leninismo. Ed. Pekín, p. 117
8* José Stalin. Los Fundamentos del Leninismo. Ed. Pekín, p. 118 y 119
9* José Stalin. Los Fundamentos del Leninismo. Ed. Pekín, p. 122