Línea Proletaria

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miércoles, 31 de marzo de 2010

Carta a la militancia de la UJCE y al conjunto de organizaciones comunistas del Estado español (6)

LA SIGNIFICACIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA (PARTE 2)
http://www.kaosenlared.net/noticia/carta-militancia-ujce-conjunto-organizaciones-comunistas-estado-espano

EL PARTIDO COMUNISTA MEDIACIÓN ENTRE EL PROLETARIADO Y EL COMUNISMO

“El nuevo período (la fase imperialista del capitalismo) es el de los choques abiertos entre las clases, el período de las acciones revolucionarias del proletariado, el período de la revolución proletaria, el período de la preparación directa de las fuerzas para el derrocamiento del imperialismo y la conquista del Poder por el proletariado” (lo subrayado y entre paréntesis es nuestro). (3*). El leninismo caracteriza al Partido Comunista como destacamento de vanguardia de la clase obrera, pero la vanguardia no ha de entenderse en el sentido de un reducido grupo sino como una organización, o mejor, como una suma de organizaciones que aglutinan a lo mejor de la clase que debe forjarse principalmente en la teoría revolucionaria, “con el conocimiento de las leyes del movimiento, con el conocimiento de las leyes de la Revolución. De otra manera, no puede dirigir la lucha del proletariado, no puede llevar al proletariado tras de sí”. (4*)
Lo que diferencia al Partido proletario de Nuevo Tipo del viejo partido obrero es que, como vanguardia revolucionaria de la clase, para realizar su praxis revolucionaria parte del comunismo científico aplicándolo en el movimiento obrero y sabiendo “separarse” o “situarse por encima” de su movimiento espontáneo para ser la vanguardia efectiva de las masas haciendo que estas comprendan los intereses de clase del proletariado, “viendo más lejos que la clase” y no postrándose ante sus luchas inmediatas. El Partido al ser el destacamento organizado de la clase es “un todo organizado”, centralizado, en base a las tareas objetivas de la Revolución Proletaria que pasan por el “derrocamiento del imperialismo y la conquista del Poder por el proletariado” a lo que se supedita la táctica que se adecua a las condiciones concretas pero en base a estas tareas objetivas revolucionarias. El Partido como sistema único o suma de organizaciones, orienta la Línea General de todas sus organizaciones que actúan como ramificaciones de la vanguardia dentro del movimiento obrero, desde las cuales debe generarse un movimiento consciente de masas. La vanguardia no puede esperar al movimiento espontáneo de la clase sino que es desde ella misma desde donde debe partir el movimiento consciente revolucionario que cree las condiciones políticas y sociales de crisis general del Estado imperialista, exacerbando sus contradicciones intrínsecas y solucionándolas mediante la toma del Poder por parte del proletariado organizado política y militarmente en torno al Partido Comunista.

El proceso de construcción del movimiento revolucionario es originado por la vanguardia marxista-leninista que debe crear, y no esperar a que surjan de la lucha espontanea de las masas, los instrumentos de la Revolución Socialista.
Aplicando el marxismo-leninismo a la etapa histórica en que vivimos, la vanguardia crea el Plan General o la Línea General, como expresaba Stalin, que debe ser la guía de dirección de todas las organizaciones de clase y en la que se exponen los requisitos y tareas políticas del proletariado en función de las leyes de transformación revolucionaria de la sociedad. Y esta línea general aplicada por la vanguardia se transforma en Programa político revolucionario cuando logra fusionarse con los intereses del movimiento obrero.

El Programa político es la configuración de todos los elementos que van a servir al proletariado para la conquista del Poder. Cuando la vanguardia está ya preparada para iniciar la praxis revolucionaria, es decir, cuando existe Partido Comunista, no basado en una unión intersubjetiva sino en la unión objetiva de vanguardia y masas, ya no se puede trabajar en las organizaciones reformistas sino contra ellas desde los organismos ganados o generados por el Partido para que sean “correas de transmisión” de la línea, del programa revolucionario en los movimientos espontáneos de las masas. Esta circunstancia puede parecer contraria a los postulados leninistas del “trabajo en los sindicatos reaccionarios” y en efecto lo es. Pero es que debemos saber diferenciar entre las cuestiones de principio y las tácticas. Evidentemente sería de estúpidos decir que los comunistas se eximan por principio del trabajo en el seno de estas organizaciones siempre que en ellas haya todavía obreros que se puedan ganar para la causa proletaria. Pero el trabajo dentro de estas organizaciones reaccionarias no podrá ser para reformar esas organizaciones sino para destruirlas.

Esta línea de construcción del movimiento no está adoptada desde el idealismo, sino que es la práctica ejemplificada en las experiencias que más laureles han depositado sobre la cabeza de nuestra clase. Hablábamos antes del hito y del cambio cualitativo que en la historia del desarrollo del proletariado representan los bolcheviques y el pensamiento de Lenin. Veamos, aunque de forma resumida, un poco más de cerca esta experiencia de la que todos los comunistas nos reclamamos herederos.

• La lucha ideológica y el bolchevismo


Durante la segunda mitad del siglo XIX, incluso hasta entrada la centuria siguiente, la corriente que va a dominar el incipiente movimiento revolucionario ruso va a ser el populismo. Éste entroncaba desde la oposición extrema a la autocracia zarista con las tradiciones intelectuales paneslavas, que buscaban la solución a los problemas de Rusia en las propias tradiciones eslavas, rechazando el ejemplo de Occidente (lo que les enfrentaba a la otra corriente de pensamiento ruso, los occidentalistas). Así, y a pesar de ser los populistas los primeros en introducir el pensamiento de Marx en Rusia, con la traducción del “El Capital” en 1872, lo hicieron para tomar su obra de forma unilateral y absolutizar los aspectos negativos del capitalismo descritos en él, no concibiéndolo como etapa de desarrollo histórico necesario y condición para el socialismo. Así, consideraban que el deber de Rusia era esquivar los horrores que este sistema mostraba en Occidente y creían que se podía transitar directamente al socialismo a partir de la tradicional comuna campesina rusa. La llamada “marcha del pueblo”, en la década de 1870, en la que los intelectuales “naródniki” (populistas) marcharon al campo para educar a los rudos campesinos rusos fracasó ante la represión zarista y la incomprensión campesina. Tras este fracaso, los naródniki se lanzaron, a finales de la década, por la senda del terror individual y, a pesar de ciertos éxitos, como el ajusticiamiento del zar Alejandro II en 1881, su movimiento fue pasto de la represión y aislado, aunque finalmente cristalizaría con la formación del Partido Socialista Revolucionario (eserista), con extensión entre el campesinado y la intelligentsia.
Precisamente, la corriente marxista va a surgir en la lucha contra esta tradición de fuerte implantación. Así, para 1883 cristaliza el primer círculo marxista importante, “Emancipación del Trabajo”, dirigido por Pléjanov, que se había apartado del populismo cuando éste toma la senda del terrorismo individual. Ellos son los primeros en situar al incipiente movimiento obrero ruso y otorgarle el protagonismo ante la futura revolución; asimismo, consideran que lo principal es la lucha política contra la autocracia frente al espontaneísmo campesino e individualista naródniki, sentando las bases para la comprensión de la importancia del Partido obrero.

El primer aliado del marxismo revolucionario en la lucha contra el populismo va a ser el denominado marxismo legal, surgido al calor de la recepción por parte de ciertos sectores de la débil burguesía rusa de la obra de Marx, en la que un ejercicio de unilateralidad similar, pero inverso, al de los populistas, absolutizaron los aspectos positivos que Marx había señalado en la etapa histórica capitalista, encontrando en ellos su propia justificación. Así, se extendió por Rusia toda una amplia literatura marxista dulcificada, entroncando con la crítica objetiva de la que hablábamos, que limaba las aristas revolucionarias del pensamiento de Marx. No en vano se le atribuye a Struve, representante de esta corriente, la famosa frase de que “se puede ser marxista sin ser socialista”, es decir se pueden utilizar algunos elementos analíticos del pensamiento de Marx (los que justificaban la necesidad del capitalismo en este caso) sin ser revolucionario, convirtiéndolo en mero apéndice de la burguesía liberal. No obstante, no hay que olvidar que fue precisamente Struve el que redactó el Manifiesto del Congreso de Minsk de 1898, donde se constituye el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR). Esta alianza contribuirá a aislar al populismo y a la extensión del marxismo por Rusia, aunque ya muestra el marxismo legal, incluso antes que en Alemania, de forma bien definida, el viejo revisionismo bernsteiniano, señal inequívoca ésta, el que las grandes problemáticas universales de la revolución se manifiesten antes allí, de que la vanguardia de la revolución se trasladaba hacia Oriente.

La vanguardia revolucionaria marxista de la época estaba organizada a través de pequeños círculos (kruzhók) formados por intelectuales, conspirativos y de tamaño reducido, aunque alguno de ellos, como el dirigido por Brúsnev mostraban especial atención en la educación de los obreros en la teoría marxista, mostrando de forma rudimentaria esa voluntad por cumplir la máxima de que “la emancipación de los obreros debe ser obra de los obreros mismos” y de lo que luego sería el imperativo categórico leninista de “fusionar el socialismo científico con el movimiento obrero”. Sin embargo, la mayoría de estos círculos serán desarticulados por la temible policía política zarista, la Ojrana, aunque dejarán plantada la semilla del futuro. Será en la nueva hornada de revolucionarios en la que un joven Lenin empezará a tomar protagonismo, a través del grupo Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera. Éste es ya la semilla del futuro Partido (aún estamos en 1895), pues resumía la experiencia de los anteriores círculos, basada en el deslindamiento ideológico con el oportunismo, tanto el populismo como el marxismo legal, dejando sentado el carácter democrático, como paso previo al socialismo, verdadera perspectiva estratégica de la futura revolución rusa, así como su guía ideológica y sujeto dirigente (el marxismo y el proletariado). Será la cuestión del Partido ese “eslabón de la cadena” del que asirse. El grupo Unión de Lucha había ganado gran prestigio entre la vanguardia en esta lucha ideológica (señal de ello es que los círculos de vanguardia que seguían formándose espontáneamente llevaban casi todos el nombre Unión de Lucha), lo que le daba el protagonismo en ese Congreso constituyente al que ya hemos hecho referencia. Es decir, fue la lucha ideológica la que sentó las bases políticas para la primera constitución del Partido.

En este Congreso no se trataron cuestiones prácticas o programáticas sino de principio, y su andadura se vio pronto truncada, tanto por la actuación del enemigo externo (la policía) como por el interno (el oportunismo).
Efectivamente, para los primeros años del nuevo siglo y ante las continuas detenciones de los miembros más experimentados, la dirección del movimiento socialdemócrata ruso quedó hegemonizada por jóvenes más inexpertos y con escasa formación teórica que, además, estaban impresionados por el creciente ciclo de huelgas y luchas económicas de la clase obrera rusa que marcaron el último lustro del s. XIX. Ésa es la base que vio surgir el “economismo” en el seno del movimiento de vanguardia. Éste retrotraía todos los logros de la vanguardia obrera que habían dado lugar a la constitución del POSDR, y señalaban que, en tanto el carácter de la revolución era democrático-burgués, se debía dejar a la burguesía la dirección del movimiento democrático mientras el proletariado se debía concentrar en las luchas económicas por la mejora de sus condiciones materiales, es decir, convertía al movimiento obrero en mero apéndice sindicalista de la timorata burguesía liberal.
No obstante, la necesidad del partido (que los “economistas” ignoraban abiertamente) estaba interiorizada de algún modo en el seno de la vanguardia, señal de que no todos los arduos esfuerzos de la anterior lucha ideológica se habían perdido. Se pusieron manos a la obra para la preparación de un II Congreso “reconstituyente” del Partido. No obstante, consciente de que la “unidad” sin más, sin la clarificación ideológica de principios, no podía sino ser una farsa con efectos contraproducentes en el futuro, Lenin se dedicó a sentar las bases del próximo Congreso mediante una tenaz lucha ideológica contra el “economismo” desde las páginas de un periódico para toda Rusia, la legendaria Iskra. Será desde sus páginas, y en su cardinal obra ¿Qué hacer?, que Lenin, en porfiada confrontación con el “economismo”, deje sentadas cuestiones de universal transcendencia sobre la naturaleza del militante y el trabajo comunista. Para Lenin en ningún momento se debe rebajar el carácter del comunista a mero intérprete de los anhelos inmediatos de las masas, ni debe formarse en la escuela del sindicato, de la estrecha lucha económica o de resistencia, sino que debe ser un auténtico tribuno del pueblo, formado en las elevadas cotas de la teoría y de la historia de la lucha de clases, y su escuela de formación como auténtico dirigente estratégico del proletariado debe hacerse en la palestra de la visión global del análisis y la pugna entre todas las clases de la sociedad, con la intención de elevar a las masas hacia su posición de vanguardia. Escuela muy diferente, si se nos permite añadir, de en la que ahora nos educamos los jóvenes comunistas, recluidos en la retaguardia de cualquier movimiento parcial y localizado; pero continuemos con esta breve historia del movimiento revolucionario ruso.

Será de este II Congreso del POSDR, celebrado en 1903, en que salga una nueva fisonomía de la vanguardia rusa. Para la segunda mitad del congreso el bloque iskrista, enfrentado a los “economistas”, empieza a resquebrajarse, llegando a fracturarse totalmente durante el debate en torno al artículo 1º de los Estatutos, el que definía a quién se consideraba militante del Partido. Más allá de otras consideraciones, lo que subyacía en este debate, como mostraría el propio Lenin años después haciendo balance de estas luchas, era la consideración del Partido al viejo modo, como organización abierta, suma de militantes, o, como es la visión de Lenin, como suma de organizaciones, en una sucesión de eslabones que llevan desde la vanguardia a las masas de la clase, integrándolo en un todo orgánico (esa fusión del socialismo con el movimiento obrero), visión universal que no depende de la coyuntura, pues tiene en cuenta y ensambla coherentemente los elementos fundamentales de cualquier sujeto revolucionario (la conciencia y el movimiento, la teoría y la práctica). Será ésta una polémica cuyo contenido se reproducirá de diferentes modos en los siguientes años en el movimiento de vanguardia ruso.
Para finales de este Congreso la célebre división entre bolcheviques y mencheviques está consumada. La aparición del menchevismo, tras la derrota del “economismo” marca los nuevos contornos del oportunismo y permitirá la profundización de la línea revolucionaria en unidad (relativa y temporal, como veremos) y lucha (lo principal y decisivo) con aquél.

Así, el menchevismo, haciendo gala de un marxismo vulgar, además de su ignorancia del papel del campesinado, tan cara a Pléjanov, considera que puesto que lo que se avecina es una revolución burguesa debe ser la burguesía la que ejerza el papel de dirección, limitándose el papel del proletariado al de “oposición extrema”. Así, la estrategia revolucionaria se retrotrae a las posturas de los “economistas” y del marxismo legal, pero, sin embargo, a diferencia de éstos, sí acepta la conformación del proletariado en partido político. Será en la lucha entre estas diferentes concepciones del Partido, que dimanan de la diferentes estrategias y tareas que se le asignan (partido de profundización de las reformas democráticas que tenga a bien conseguir la burguesía o partido de la revolución, democrática en un primer momento, pues Rusia aún se encuentra objetivamente en la fase burguesa de desarrollo, como paso previo al socialismo), como se irá profundizando y perfilando con nitidez ésa concepción leninista del Partido que señalábamos.

El bolchevismo pues, nacido como corriente política en 1903, surge en oposición a las corrientes que entonces dominan el movimiento socialista internacional, cuya expresión más acabada en Rusia es el menchevismo. Así, el bolchevismo se forma en lucha contra las vulgarizaciones mecanicistas y economicistas del marxismo, aquellas que consideran que el movimiento revolucionario del proletariado puede surgir de la mera implementación de las luchas parciales y espontáneas o que vincula unívocamente tareas y sujetos políticos, como el papel de la burguesía en la revolución. Los bolcheviques, magistralmente, mostrarán en la teoría lo infundado y antimarxista de estas concepciones, dando una auténtica lección de dialéctica histórica (la necesidad, por el propio desarrollo de la lucha de clases, de que sea el proletariado el que lleve a término la revolución democrática para pasar, sin más interregnos, al socialismo) o la fundamental importancia del papel consciente de la vanguardia, sin el cual no puede hablarse siquiera de actividad revolucionaria del proletariado.

Los acontecimientos irán dando la razón a los bolcheviques. El ensayo de la revolución de 1905 mostrará a la burguesía timorata que retrocede ante el empuje de las masas y se refugia en cualquier concesión que tenga a bien otorgarle la autocracia, mientras señala el papel preponderante y protagonista del proletariado. En la lucha por el balance de esta experiencia revolucionaria, que ninguna corriente de vanguardia había logrado dirigir, yendo a la corriente de los acontecimientos, aunque los bolcheviques se mostrarán mucho más consecuentes: dirección de la insurrección de diciembre de 1905 en Moscú y necesidad de considerar la lucha armada, la insurrección en ese momento, como un arte, cuyo papel es fundamental e insustituible (enseñanza también universal pues atañe a la naturaleza dictatorial y coercitiva de cualquier forma de Estado), mientras que los mencheviques entonarán el adagio derrotista de que “no debimos empuñar las armas”, dirigiéndose de forma más decisiva por la senda del reformismo parlamentario. En este aspecto, en confrontación con la táctica menchevique, los bolcheviques también irán dando lecciones magistrales de uso revolucionario del parlamentarismo y del boicot a éste cuando resulta necesario (es decir, que el parlamento y las elecciones son una tribuna muy secundaria de la lucha de clases, a la que no es necesario acudir siempre y que dependen, y están supeditados, de otros factores, fundamentalmente la educación revolucionaria de cada vez más amplios sectores de las masas).
Es decir, del balance de la experiencia de 1905 los bolcheviques obtendrán un salto cualitativo para su estrategia y táctica, ganando una enorme experiencia de masas y añadiendo a su bagaje el papel insustituible de la lucha armada, así como perfilando aún mejor su programa democrático (dictadura democrática del proletariado y el campesinado).

Los años posteriores a la revolución están marcados, además de la lucha ideológica que señalamos en torno a su balance, por los intentos de llegar a la unificación de las facciones menchevique y bolchevique, más por la insistencia de unas bases obreras que no comprenden bien el porqué de esta división que por la voluntad de Lenin y los bolcheviques, para los que la escisión definitiva con el oportunismo era inevitable. Este periodo que se inicia con el “Congreso de Unificación” de 1906 y que termina con la Conferencia de Praga de 1912, a partir de la cual los bolcheviques inician decididamente el camino en solitario de la independencia política, está marcado por la lucha en torno al Partido que termina de perfilar los contornos del Partido de Nuevo Tipo (cuyas líneas maestras ya estaban señaladas desde 1903). Así, en la confrontación contra los que querían destruir la organización clandestina (liquidacionismo) y, en el otro lado, contra los que llamaban a desentenderse de las formas legales (otzovismo), mostrando Lenin que la férrea combinación del trabajo legal e ilegal es otra necesidad universal que muestra una forma más de relación entre la vanguardia y las masas (por cierto, se puede preguntar dónde está esta relación en el trabajo de los leninistas de hoy, que no hacen sino gala de la peor tradición del liquidacionismo, desentendiéndose la mayoría de los casos de las formas ilegales de organización y lucha).

Lo que nos muestra está concentrada historia del bolchevismo y de las condiciones que le vieron surgir, es que la base de la construcción de los instrumentos de la revolución es necesariamente la teoría revolucionaria (“sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario…”). Es en la lucha en torno a las grandes cuestiones ideológicas de la Revolución (lucha de dos líneas), a través de su exitosa resolución, como el proletariado, mediante su vanguardia, se va dotando de los instrumentos necesarios para su consecución. Así, la historia de la revolución rusa nos muestra como la vanguardia se dotó de su guía ideológica (el marxismo) a través de la lucha contra el populismo, de la correcta perspectiva estratégica (el socialismo) contra el marxismo legal, y de las correctas bases estratégicas y tácticas (el proletariado como dirigente, la necesidad del Partido independiente y su fisonomía, las alianzas –campesinado-…) contra el “economismo” y el menchevismo y, a través de la experiencia de masas de 1905, se forjó su Programa, sentando las necesarias bases para que en 1917, a través de las Tesis de Abril, se sancionara la iniciativa consciente del proletariado, iniciando la primera experiencia prolongada en el tiempo de Dictadura del Proletariado, abriendo el umbral a una nueva era histórica, la de la revolución proletaria.
Esta construcción del movimiento social revolucionario desde el factor consciente es lo que permitirá el inicio de la revolución y marca al bolchevismo con ese signo de nuevo cuño, padre fundador del movimiento comunista, y que señala, por primera vez en la historia, como venimos señalando más arriba, la conformación de un organismo social en el que la conciencia y la materia, el movimiento, se funden, permitiendo iniciar la transformación consciente del mundo. El aserto de Marx, de que “no basta interpretar el mundo, hay que transformarlo” se ve realizado con el bolchevismo.

• Etiqueta comunista y política reformista: la negación del PC

El poder nace del fusil, esta es una verdad objetiva. El proletariado solo puede alcanzar el poder como clase organizada militarmente, esta es una verdad histórica. Quien tiene que armar a la clase política y militarmente es el Partido Leninista, quien tiene que dirigir a la clase, es el Partido Leninista como mediación entre la ideología marxista-leninista y las masas de la clase. Para ello el Partido como parte más avanzada de la clase, empuña la dictadura del proletariado como “Estado” en el que el proletariado en armas ejerce su dictadura de clase con el fin de destruir las premisas de la sociedad clasista (la propiedad privada y la división social del trabajo) y de elevar a la población a las posiciones de la vanguardia, una elevación que al abarcar a toda la clase productora ya no puede hacerse desde la propaganda sino que debe hacerse desde el movimiento práctico, esto es, desde la dictadura del proletariado.
Las tareas de la vanguardia marxista-leninista desde que inicia la lucha de dos líneas para reconstituir el Partido de nuevo tipo (evidentemente la lucha continua con el Partido ya forjado) hasta que ejerce su dictadura de clase, no dejan de tener un mismo contenido a pesar de que sus formas varíen, tanto cuantitativa como cualitativamente: estas tareas son las de la elevación constante de cada vez más elementos a su nivel de conciencia. El Partido Comunista, los comunistas, tienen el deber de elevar política e ideológicamente a la clase obrera. Sin embargo en vez de sacar a los trabajadores del pantano, el reformismo siempre ha preferido echar más mierda encima del proletariado engañándolo con tibias reformas que apuntalan el régimen capitalista. Con la excusa del “estado de las masas” la pretendida vanguardia se pone por debajo de éstas y va a su zaga de manera oportunista. Este es el caso de los camaradas del PCE. Su gran proyecto de “alternativa social para salir de la crisis” y “ponernos a la ofensiva” se reduce a esto:
“- la lucha por el pleno empleo con la creación de empleo público y la universalización de los derechos sociales;
- el desarrollo de los servicios públicos;
- una banca pública;
- la participación de los trabajadores en la planificación de la economía y en los puestos de trabajo, con la posibilidad que puedan vetar los EREs;
- y una reforma fiscal que busque dinero para financiar la salida social de la crisis y lo busque donde realmente está, en manos de la banca y los grandes capitales.”
(5*)
El PCE dice haber roto con la Constitución del 78, aunque para “salir de la crisis” parece que los márgenes de la Constitución sobran y bastan. Pero no solo el PCE hace este tipo de propuestas. El resurgido PTE-ORT, abanderado de la unidad por la unidad para reconstituir el PC y del republicanismo, que algunos camaradas podrían tachar de “izquierdista” porque no está en IU, tiene planteamientos “anti-crisis” parejos a los del PCE “…13-Apoyo a las PYMES (pequeña y mediana empresa).14- Créditos blandos personales y mejora de los créditos ICO…” (6*) Sin duda CCOO y la CEOE pueden estar contentos. Además de dar ideas al Estado burgués para salir de la crisis, el PTE y todos los que implementan este tipo de programas reformistas o pretende unirse con ellos, sirven como perfectas correas de transmisión de la burguesía dentro del movimiento obrero.

Si el PCE hace propuestas keynessianas, es normal que el “estado de las masas” sea el que es. Si se lleva engañando a los trabajadores más de 40 años con la paz social, la reconciliación nacional, el keynesianismo, el rechazo de la violencia “venga de donde venga” y el culto al Estado burgués y al trabajo asalariado, es natural que el “estado de las masas” sea el que es. Con ironía y gracia nos han espetado más de una vez a los militantes de la Juventud Comunista de Zamora que somos unos utópicos, unos izquierdistas, unos impacientes… porque hablamos de la dictadura del proletariado ¡¡que loco hay que estar para ser marxista y hablar abiertamente del concepto que sintetiza al materialismo dialéctico e histórico de Karl Marx, la dictadura del proletariado!! Nos han dicho, tanto camaradas de la UJCE como de otras organizaciones, que sobre qué base social se puede hablar hoy de dictadura del proletariado, que donde están las masas revolucionarias que derroquen al sistema, que hablar de esto a las masas es una locura sectaria… En primer lugar es triste ver como hay quien no distingue entre las condiciones objetivas y las subjetivas. Las objetivas están ahí y las subjetivas hay que crearlas desde ya mismo pues esa es la tarea de los marxista-leninistas si quieren ser vanguardia y no retaguardia del movimiento obrero. En segundo lugar es sorprendente que los posibilistas (verdaderos “impacientes” que no quieren comprender cuales son las tareas objetivas del momento) piensen que todo el mundo es como ellos y crean que nadie ve más allá de sus narices como les pasa a ellos (entre otras cosas porque delante tienen una urna electoral). Y en tercero, con la misma ironía que nos espetan sus críticas nosotros contestamos que donde están las masas que vayan a generar esos grandes “cambios sociales” que propugnan ellos, porque la camarilla dirigente del PCE, esa que “ante el neoliberalismo propone medidas socialdemócratas”, lleva 3 años diciendo que va a haber movilizaciones, otoños calientes etc. y para lo único que se han movido ha sido para las disputas de sillón dentro de ese proyecto estratégico llamado Izquierda Unida, puntal del Estado burgués, al que han tenido que rebautizar como republicano para que siga subsistiendo en las instituciones burguesas y les pueda seguir reportando ese plato de lentejas del que con tanto gusto llevan arrebañando más de 30 años a costa de los explotados.

El caso del PCE es reflejo de cómo está el movimiento revolucionario no porque sea un partido comunista, sino porque se denomina así y todavía la inmensa mayoría de nuestros camaradas tiene depositadas sus esperanzas en recuperar a éste partido para la causa de la Revolución. Desde este punto de vista implementan una táctica entrista en el PCE propia del trotskismo al que tanto criticamos. El entrismo consistía en que los elementos “revolucionarios” se introdujesen en las filas del partido socialdemócrata (es decir del partido-sindicato) con el fin de esperar a que éste diese un giro y pudiese ser tomado por los “revolucionarios”. Trotski carecía de la concepción leninista del Partido de nuevo tipo y observaba al Partido proletario como un sindicato al igual que lo hacían los revisionistas de la II Internacional. El ejemplo histórico de esta táctica trotskista lo tenemos en la Guerra de España: Trotski quería que el POUM hiciese entrismo en el PSOE pues como era el gran partido de masas, desde éste podrían los poumistas llevar mejor su política a toda la clase. El POUM se negó a aceptar las “recomendaciones” de
Trotski y prefirió mantener su independencia política y orgánica lo que le valió el desprecio total de Trotski con el que, por otra parte, Nin y el POUM siempre mantuvieron cierta distancia.

Las enormes deficiencias de las teorías del señor Bronstein ya han sido demostradas en la práctica. Seamos conscientes de ello. No practiquemos el entrismo, seamos leninistas y construyamos la Revolución desde y como vanguardia m-l contra el revisionismo. Solo siendo honrados y reconociendo los errores cometidos y las deficiencias de nuestro movimiento podremos deshacernos de esos errores que solo pueden ser atajados desde el marxismo-leninismo como concepción científico-proletaria de las relaciones sociales.

NOTAS
(3*) José Stalin. “Los fundamentos del Leninismo”, Ediciones Lenguas Extranjeras, Pekín.pg 108
(4*) José Stalin, “Los fundamentos del Leninismo”, Ediciones Lenguas Extranjeras, Pekín. Pg. 109
(5*) Secretaría de Comunicación del PCE, 6 de febrero de 2010.
(6*) PTE, “20 Medidas para salir de la crisis”, Febrero de 2009

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