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martes, 19 de abril de 2011

Espacio Rojo 20: Teoría, Vanguardia y Partido Revolucionario

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En el número 20 de Espacio Rojo, vamos a sintetizar el estudio de una de las obras fundamentales de V.I. Lenin: “¿Qué Hacer?”. A ningún joven trabajador se le pueden escapar las enormes similitudes existentes entre nuestro tiempo y el de inicios del siglo XX en Rusia, al menos en lo que se refiere a la vanguardia de la clase obrera: fragmentada y dividida, postrada ante las prácticas sindicalistas, copada de reformistas y de elementos oportunistas que se desentendían de los objetivos revolucionarios del Socialismo y pretendían convertir al movimiento socialdemócrata (hoy comunista) en uno más dentro de la amalgama de movimientos parciales que tenían como perenne objetivo reformar la dictadura del capital manteniendo así a las clases proletarias y oprimidas en una posición subordinada a los intereses de clase de la burguesía. Contra aquellos postulados políticos Lenin y su grupo iskrista, embrión del bolchevismo, desarrollaron una encarnizada lucha ideológica que tuvo su pistoletazo de salida en la obra antedicha y que abrió el período de conformación del primer Partido Obrero de nuevo tipo de la historia: el Partido Comunista (bolchevique).

La teoría revolucionaria, base de la organización obrera revolucionaria

A finales del siglo XIX el marxismo se abre paso como ideología hegemónica dentro del movimiento obrero internacional. En el Congreso de Erfurt, en 1891, el Partido Socialdemócrata Alemán -SPD- principal partido obrero de Europa, adoptó el marxismo como teoría oficial partidaria. Pero diversos factores harían que esta asunción, por parte del SPD en particular y de la socialdemocracia en general, estuviese plagada de incorrecciones: las obras de Marx ni siquiera se habían publicado por completo (algunas se editarían por primera vez en los años 20 en la URSS) y los socialdemócratas no habían comprendido que el marxismo suponía la elaboración de una nueva visión de la realidad material, de una cosmovisión general y totalizadora de las relaciones sociales que de la mano del materialismo dialéctico e histórico permitían el desarrollo de una conciencia revolucionaria entre la clase obrera. Así las obras de Marx eran observadas como un gran montón de papeles de entre los cuales extraer consignas para acoplarlas a los movimientos de lucha parcial de la clase obrera. A todo esto se unía que el movimiento obrero aun carecía de la experiencia necesaria para comprender qué tipo de organización era necesaria para aplicar estos principios que se intentaban encorsetar dentro del viejo partido obrero, del partido/sindicato, presto para las luchas parciales del proletariado, para la reforma del aparato estatal burgués, pero no para su destrucción. Y así el marxismo se convertía en la justificación teórica de los reformistas que hacían del movimiento el todo y dejaban de lado los objetivos revolucionarios de la clase obrera.

Contra este oportunismo los iskristas, ala izquierda de la socialdemocracia rusa, se plantean la labor de recomponer la ideología marxista, de reconstituir la teoría revolucionaria en base a la lucha contra el oportunismo para así acometer la constitución del Partido obrero revolucionario. Lenin pone todo el peso de esta lucha contra el oportunismo en la teoría, es decir, que convierte a la ideología revolucionaria en el núcleo alrededor del cual construir el Partido. Pone la teoría de vanguardia al mando en el proceso de construcción del Partido Comunista. Según el mismo Lenin se trata de “Reanudar el trabajo teórico”, es decir, acometer el estudio del marxismo como arma para combatir por el socialismo elaborando una táctica-plan en que la vanguardia revolucionaria ha de combatir al oportunismo, desarrollando la lucha teórica o lucha de dos líneas (como la llamarán en otro período de la Revolución Proletaria Mundial los comunistas chinos) y convertiéndose en el garante de que la práctica se encamina hacia el objetivo del Socialismo.

En este contexto Lenin acuña su famosa frase “Sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario…”, apuntillando la importancia del devenir del movimiento revolucionario en la justa solución de los problemas teóricos. Algo solo comprensible desde la óptica leninista de la acción partidaria, entendida como fusión del socialismo científico y del movimiento obrero, dando a entender que los problemas teóricos en una etapa en que la vanguardia revolucionaria se haya disgregada se tornan en las contradicciones principales a resolver para que esa vanguardia se desarrolle en su labor de construir el Partido de nuevo tipo.
En la insistencia de Lenin sobre la importancia de la teoría para el proletariado revolucionario, el ruso recupera lo que Engels había afirmado, y es que el movimiento obrero tiene tres frentes o direcciones: el económico, el político y también el teórico. Al desarrollar esta visión de Engels en un período en que el movimiento obrero está ya maduro para unirse a la teoría de vanguardia, Lenin está ya plasmando la visión del Partido leninista, del movimiento revolucionario organizado, superando a la organización sindical y al viejo partido obrero de masas: al re-introducir el elemento teórico, la ideología revolucionaria, se supera la visión propia de la conciencia en sí del obrero. La economía se torna en el frente de resistencia de las masas en el cual éstas luchan por mantener o mejorar sus condiciones de vida dentro del marco de las relaciones sociales capitalistas. El frente teórico sería aquel en que el proletariado ha de forjarse como intelectual colectivo, conocedor de la realidad y de las leyes objetivas que la rigen y determinan para así poder revolucionarlas. Y el frente político pasa de ser un mero reflejo de las luchas económicas, a ser una unidad dialéctica de estos contrarios (teoría y práctica), transformándose a sí mismos. Pues la teoría en conexión con la realidad material se convierte en praxis revolucionaria, en el programa político de la clase obrera para llevar a cabo la transformación social que eleve a la materia a un nuevo estadio social: la Dictadura revolucionaria del proletariado.
Pero para llegar a este estadio se necesita de la recomposición del marxismo en la que los iskristas primero y los bolcheviques después pondrían a trabajar a sus mejores militantes. Para Lenin el militante comunista, el cuadro revolucionario no era como para los sindicalistas ni el mejor de los huelguistas ni el simple agitador de masas ante sus luchas económicas. Para los comunistas el militante revolucionario es en primer lugar el portador de la ideología de vanguardia, la que permite concebir todas las relaciones sociales desde una nueva esfera, el socialismo científico, superador de las distintas ciencias burguesas que atomizadas dan una visión parcial e inconexa de la realidad. Desde esta conciencia revolucionaria que ha de portar cada militante y en cuya aprehensión reside el verdadero proceso de auto transformación del obrero militante en revolucionario, se cimenta el Partido Comunista y así sucede que la conciencia es la base del Partido y el motor de la Revolución.

La lucha contra el oportunismo


Históricamente el movimiento obrero empieza a dar sus primeros pasos desde actos de espontaneísmo, de resistencia de las masas ante la acción del capital. Estos actos espontáneos fueron formas “embrionarias” de la lucha revolucionaria. Pero este “embrión” necesita de una dura y compleja transformación para convertirse en expresión revolucionaria del movimiento de la clase obrera. Necesita negarse a sí mismo. Necesita fusionarse con la conciencia revolucionaria “introducida desde fuera” del movimiento mismo. Es decir una conciencia generada desde fuera del marco de las relaciones sociales burguesas en que los trabajadores reproducimos nuestro modo de vida. Como instrumento de análisis social con carácter integrador, el marxismo logra convertirse en esa conciencia para sí del proletariado, capacitada entonces para fusionarse con ese movimiento obrero de masas. Labor para la cual es necesario el trabajo de la vanguardia como mediación entre esa ideología y el resto de la clase obrera a cuyas posiciones políticas ha de elevar.
Sin embargo para el oportunismo de corte sindicalista, tanto hace un siglo como en la actualidad, el papel de motor de la conciencia es inexistente. Se niega el papel de vanguardia del movimiento comunista y se observa a éste como uno más dentro del maremágnum de organizaciones obreras, contentándose así (y remitiéndose de forma oportunista) con lo esbozado por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, escrito en un período en que la lucha de clases todavía no había mostrado como debían plasmarse en la realidad las enormes tareas encomendadas al proletariado como última y nueva clase social: destruir la máquina estatal burguesa y erradicar la división social del trabajo a través de su dictadura revolucionaria encabezada por el Partido Comunista.
El salto cualitativo del economismo o sindicalismo (entendido como conjunto de formas parciales de la lucha obrera) a la organización revolucionaria leninista se resume en: “La socialdemocracia es representante del proletariado en sus relaciones con todas las clases sociales, relaciones que cristalizan o que son dirigidas por las clases dominantes a través del Estado como fuerza política organizada.” V.I. Lenin, “¿Qué hacer?”

La justa solución de todas las problemáticas derivadas de las relaciones burguesas solo puede establecerse desde la subversión del conjunto de esas relaciones, y ello solo puede realizarse desde la destrucción del aparato clasista que las gestiona, ampara y defiende: El Estado burgués. Por ello la socialdemocracia no contempla que las reformas y el sindicalismo puedan suponer socavar el régimen capitalista pues con sus luchas sindicales los obreros no adquieren conciencia revolucionaria, simplemente “aprender a vender en mejores condiciones su fuerza de trabajo”, sancionando, al carecer de objetivos revolucionarios, su posición como mercancía dentro de la producción capitalista. Por eso ante las luchas espontáneas de las masas obreras y excluidas los comunistas no deben ir a la rastra, si no que con su iniciativa deben dar contenido revolucionario a esas luchas para sacarlas de ese marco de resistencia ante la burguesía y oponerlas directamente como una fuerza social revolucionaria que pretende conquistar el Poder. Carecer de un plan elaborado desde lo consciente e ir al calor del espontaneísmo, es renunciar a la labor del PC, a la labor de la vanguardia revolucionaria y postrarse ante las masas e ir a su zaga como panfletarios que se solidarizan con lo que ya está en marcha y en lo que no pueden incidir de un modo revolucionario.

El Partido Comunista, la organización leninista, ya no es una simple “asociación” de obreros, sino que es la unidad objetiva, dialéctica, de dos contrarios (la conciencia y el ser social) que se transforman y elevan dando como resultado ese PC que genera las necesarias “correas de transmisión” comprendidas dentro del movimiento revolucionario organizado, cuyo núcleo y dirección consciente es la vanguardia marxista-leninista. Para establecerse como dicha vanguardia hay que empezar por comprender el marxismo-leninismo y ponerlo a la altura de las circunstancias teniendo en cuenta que en la etapa previa a la conformación del Partido Comunista la contradicción principal reside en que ideología va a revestir y dirigir al movimiento obrero.

En este contexto en que se hallaban los iskristas y en el que de alguna forma nos encontramos hoy, la lucha teórica se convierte en una labor práctica de la máxima importancia. En juego está la lucha entre las dos únicas ideologías que existen: la burguesa y la socialista, como reflejo de las dos grandes clases sociales de nuestro tiempo, burgueses y proletarios.

Juventud Comunista de Zamora. Abril de 2011

lunes, 18 de abril de 2011

De la supervivencia a la vida

PUBLICAMOS ESTE INTERESANTE ARTÍCULO QUE NOS HA REMITIDO UN COMPAÑERO COMUNISTA NO ADSCRITO A NINGUNA ORGANIZACIÓN. ES UNA LLAMADA A LA REFLEXIÓN SOBRE LA "VIDA" QUE NOS OFRECE LA SOCIEDAD BURGUESA Y LA ÚNICA FORMA QUE TENEMOS DE SOBREPONERNOS A ELLA: LA MILITANCIA REVOLUCIONARIA.


Las palabras que a continuación vais a leer merecen la pena: tratan de ser una radiografía de la situación actual y, sobre todo, una incitación a remover los cimientos de cuanto nos rodea.
Si sois de los que pensáis que no tenéis tiempo para leer este breve artículo, os pediría que reflexionarais sobre las horas que podemos dedicar a ver la última nominación de Gran Hermano o a leer el MARCA desde la primera hasta la última página. Además, ¿qué época es esta en que no tenemos tiempo siquiera para reflexionar sobre nuestras vidas y nuestra sociedad?
Nos han inducido a pensar, gracias a una publicidad machacona y omnipresente y unos medios de comunicación al servicio del actual orden criminal, que no hay más formas posibles de organizar la sociedad humana que esta.
El capitalismo, ese sistema que sobrevive rumiando su propia decadencia, coloniza todos los espacios posibles de la sociedad; peor aún, coloniza nuestras propias mentes, nos mantiene en el cada uno a lo suyo, en la competitividad fratricida, en la codicia patológica, en la estupidez inducida; les interesa que seamos estúpidos porque así nadie osará cuestionar su orden.
No nos engañemos: hace ya tiempo que en este país nos tienen paralizados, aislados, angustiados. (Una última encuesta sociológica nos sonroja llegando a la conclusión de que 6 de cada 10 españoles no se fían de los demás: es la consecuencia de haber convertido al otro en un enemigo y un competidor.) Somos presas del miedo fabricado por ellos mismos.
Nos han convertido en unos cobardes, en unos incapaces de repeler siquiera las agresiones constantes de la clase dominante. Nos hemos acostumbrado a caminar durante demasiado tiempo por la cuerda floja. Nos han dicho que lo normal es que haya paro, crisis y desigualdades sociales, y nos lo hemos creído sin rechistar. Nos han convencido de que no merece la pena luchar: ¿para qué vamos a pelear contra la Reforma que nos niega las pensiones, si el Gobierno no va a ceder? Digerimos con una naturalidad asombrosa la noticia del fraude fiscal de las grandes fortunas españolas, o que el número de ricos haya aumentado exponencialmente en 2010, el mismo año en que precisamente más pobres y parados hay. Pero que nadie se atreva a decir que lo uno es causa de lo otro, porque enseguida será tachado de comunista trasnochado y sometido a escarnio público.
A la mayoría nos han hundido en el pánico, la inacción y la hipocresía: caminamos como animales asustados. Tenemos miedo de que el Gobierno (el Consejo de Administración de la burguesía, como decía el sabio y denostado Marx) nos imponga el mayor ataque a los derechos de trabajadores y pensionistas de las últimas décadas, pero somos incapaces de manifestarnos masivamente para mostrar al menos nuestro digno rechazo; reprobamos moralmente la sangría de despidos, pero cuando el tsunami del capital llega a nuestra empresa lo primero que pensamos es “espero que no me toque a mí”; no nos movilizamos mediante huelgas o manifestaciones porque las promueven las mafias sindicales parasitarias, pero nuestra alternativa es no hacer nada: quedarnos en casa o hacer de esquiroles; nos quejamos de que nadie protesta en España, pero cuando la huelga más auténtica de los últimos años sacude el Metro de Madrid, nos desgañitamos como subnormales por no haber podido llegar a tiempo a nuestro precario trabajo.
Nos hemos tragado la burda mentira de que lo que nos cuentan los mass media es verdad (sin ser conscientes de que, en una sociedad de clases, las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante). Nos hemos creído que vivimos en una sociedad democrática porque podemos elegir quién va a empobrecernos y saquearnos cada 4 años. Nos han convencido con la falacia de que hay pluralidad de información porque podemos elegir entre La Sexta o Intereconomía. (¿Os habéis parado a pensar que el 99% de las tertulias políticas televisivas están copadas por la derecha más rancia y españolista? ¿Os habéis percatado de que, si no queremos ver bazofia de prensa rosa, o pura propaganda de la facción del capital ahora en el Gobierno, la del Partido ¿Socialista? ¿Obrero? Español, no nos queda más remedio que sintonizar Intereconomía, Veo7, Libertad Digital o La 10?)
Somos receptivos a la evidencia de que los atentados del 11S fueron organizados por los servicios secretos estadounidenses para justificar ante la opinión pública mundial los planes de guerra del imperialismo, pero tachamos de conspiranoicos a los que, con datos e indicios en la mano, apuntan también al aparato del Estado español en la responsabilidad de la masacre del 11M (¿quién -y por qué motivo- mandó desguazar los trenes sólo dos días después de los atentados?, ¿cómo es posible que se hallaran explosivos de tipo militar en los andenes?, ¿qué decir de los altos mandos policiales implicados por colaboración con los autores del atentado?). Nos horrorizamos cuando oímos la palabra guerra, pero no queremos saber que la guerra es consustancial al capitalismo, primero porque es una forma inevitable y extrema de resolver las contradicciones por mercados y recursos entre los distintos capitales, y segundo porque los monopolios militares necesitan dar salida constante a su armamento para obtener así jugosas ganancias. ¿Qué mejor que una “guerra humanitaria” para conseguir esto? ¿Cuántos de nosotros hemos caído en la cuenta de que los dos accionistas mayoritarios de los principales medios de comunicación de Francia, país especialmente beligerante en la guerra de Libia, pertenecen a las empresas armamentísticas Lagardère y Dassault? ¿Entenderemos mejor entonces por qué los buitres mediáticos no se dedican a cubrir la guerra, sino a promoverla y venderla?
Y es que nos han lobotomizado, sobre todo, gracias a esa arma de destrucción masiva que es Falsimedia. Nos bombardean durante horas y horas con estupidez y mediocridad. Nos destruyen la capacidad de crítica y discernimiento. Nos dan a elegir entre Belén Esteban o Paqui “la coles”, entre Lady Gaga o Justin Bieber, entre Ronaldo o Messi, entre El Hormiguero o el Intermedio. El espejo que nos ponen en nuestras narices es el de los personajes ricos y presuntuosos carentes de la más mínima inteligencia y sensibilidad.
Nos atiborran con una publicidad siniestra que, con el objetivo de ganar cuota de mercado a la competencia, determina quién es guapo y quién no, traumatiza a la mayoría de las mujeres (y a no pocos hombres) con estereotipos absolutamente artificiales (“¿Quieres dejar de estar gordo?”, nos espeta una voz en un anuncio de Teletienda) y, peor aún, nos alimenta la ilusión de que podemos ser felices si compramos en ZARA o si nos rendimos ante él último 3x2 de Carrefour.
Nos ocultan y distorsionan intencionadamente lo que no les interesa. Nos ocultan las luchas masivas de estudiantes y trabajadores que sacuden Europa, desde Portugal hasta Grecia pasando por Francia o Islandia (¿cuántos de los medios empresariales han sacado en primera plana las manifestaciones sin precedentes de miles de jóvenes precarios y parados portugueses?). Nos televisan en directo las “revueltas democráticas” del mundo árabe –tildando de sátrapas a los dirigentes de Libia, mientras reciben con honores a los de Arabia Saudí o Bahrein- para justificar las guerras de rapiña por petróleo, pero callan o tildan de terroristas y criminales a las masas explotadas que luchan contra la miseria y la opresión en India, Colombia, Turquía o Grecia.
Yo lo digo claramente le pese a quien le pese: ni vivimos en una democracia (etimológicamente, “poder del pueblo”) ni saldremos de esta situación sin luchar. ¡Claro que hay futuro, y este pasa justamente por la conciencia y la lucha! Cuando me preguntan si soy optimista o pesimista yo respondo que depende: si vamos a seguir malviviendo bajo este sistema de explotación soy muy pero que muy pesimista; si, en cambio, vamos a transformar profundamente las raíces de esta sociedad sobre criterios de bien común, solidaridad y racionalidad, soy el más optimista del mundo.
Nos acostamos todas las noches con una certeza: nuestros hijos vivirán peor que nosotros. Viviremos, si no se cambian las cosas a través de una Revolución más necesaria que nunca, en un orden de nueva servidumbre aún más atroz al servicio de las élites económicas. Esta vez, en vez de rendir pleitesía a amos y señores de la gleba, nos someteremos al capital financiero y a todos sus tentáculos de medios de comunicación y Estados a su merced.
¿Cómo podemos seguir así, a pesar de la que está cayendo? Parafraseando a Manuel Cañada, ¿cómo se explica que, con miles de desahucios y camino de los 5 millones de parados, se vayan de rositas los botines, las koplowitz, los florentinos, los zaplanas y bonos, los amos y los perros de los amos? ¿Cómo es posible que no le estallen las costuras a este sistema, irracional e injusto hasta el escándalo? ¿Dónde arraiga la conformidad, la mansedumbre suicida, dónde se asienta nuestra impotencia?
Las respuestas a tantas preguntas (que en el fondo se reducen a una sola: ¿por qué tenemos que vivir como vivimos?) las plantearán, como no puede ser de otra manera, las mayorías sociales de explotados, parados, hipotecados, desahuciados, estudiantes sin futuro y hambrientos de todo el mundo, los únicos capaces de poner orden a este caos, los únicos en condiciones de reorganizar las bases de la sociedad para que sirva a los intereses colectivos de los que generamos la riqueza.
Esta lucha es el único camino que nos puede hacer sentir verdaderamente humanos; la única que nos puede hacer descubrir que hay vida tras la supervivencia miserable de esta guerra social no declarada; la única que nos puede hacer entender la diferencia entre existir y vivir.

Javier V. B.,
Madrid, abril de 2011

viernes, 1 de abril de 2011

La Revolución en India: ¡ejemplo para los proletarios y pueblos oprimidos del mundo!

ARTÍCULO SOBRE LA REVOLUCIÓN EN INDIA QUE SE INTEGRA EN EL SUPLEMENTO DEL ESPACIO ROJO Nº 20, QUE PUBLICAREMOS EN LAS PRÓXIMAS SEMANAS


La Revolución Comunista en la India avanza imparable. Pero ¿saben algo los trabajadores del Mundo de este proceso revolucionario en que las masas explotadas de la India se han hecho dueñas de su destino empuñando el fusil bajo la bandera roja del Socialismo?

Los medios de comunicación, que solo atienden a los intereses de sus dueños, callan sobre los acontecimientos que día tras día protagonizan los soldados rojos en la India. Esto no debe extrañar a nadie pues las empresas de comunicación están para mantener el orden social existente.

Pero no solo la propaganda oficial del imperialismo nos esconde la verdad. La izquierda occidental, civilizada y presta siempre a los intereses de la democracia burguesa y la gestión romántica de la dictadura del capital, no solo no se solidariza con los comunistas indios, sino que incluso llega a criminalizarlos, mostrándonos que lo que no quieren para la India, el poder de la clase obrera, tampoco lo quieren para nuestra tierra. Porque la Revolución en India no es solo un azote para los capitalistas locales, sino que es un problema para la burguesía internacional, en todas las formas que esta pueda revestir: desde la OTAN y la ONU, hasta muchos de los partidos autoproclamados “obreros” y “de izquierdas”, representantes de la aristocracia obrera, integrados en el régimen vigente con el único objetivo de apuntalarlo.

Pero volvamos a la Revolución India. ¿Qué está pasando a miles de kilómetros de aquí?

A finales de los años 60 en la localidad de Naxalbari se inició un movimiento armado de obreros y campesinos, el Trueno de Primavera, que declaró la guerra al Estado y al reformismo. Este movimiento desarrollado posteriormente por el PCI (M-L) fue aplastado por la reacción. A pesar de la derrota las organizaciones revolucionarias no arriaron la bandera roja y se mantuvieron en pie hasta el 2004, momento en el cual se unificaron el “Centro Comunista Maoísta de la India” y el “Partido Comunista de la India [Marxista-Leninista] [Guerra Popular]”, dando nacimiento al Partido Comunista de la India (maoísta), que a través del Ejército Guerrillero Popular de Liberación (EGPL) dirige hoy la Guerra Popular que se desarrolla fuertemente extendiéndose por casi 1/3 del Estado Indio (el 2º más poblado del Mundo, con 1.100 millones de habitantes). En este territorio, que se denomina zona liberada, la dirección revolucionaria instala sus Bases de Apoyo, es decir, su fusión con las más hondas y profundas masas de obreros y campesinos, que ejercen por primera vez su dictadura de clase, la dictadura democrática proletaria y campesina, en confrontación directa contra el viejo y podrido Estado reaccionario, para así adquirir la experiencia revolucionaria necesaria para transformar la realidad.

La burguesía india, incapaz para contener el avance del pueblo armado, lanzó en 2010 la campaña contrainsurgente “Cacería Verde” en la cual, utilizando tropas regulares y paramilitares (un total de 100.000 soldados), exterminó a varios cientos de campesinos. Sin embargo esto no detuvo el avance popular y solo hizo que más y más campesinos ingresasen en las filas del EGPL. Los intelectuales y demócratas indios son perseguidos por no jurar su fidelidad a la violencia del Estado. Y las masas obreras sufren los disparos de la policía en cada una de sus huelgas, que complementan y combinan con la lucha del EGPL y el PCI(maoísta). Incluso el Ejército indio hubo de reconocer que utilizó armas químicas contra los campesinos comunistas, con el aplauso de la democrática comunidad internacional y el silencio de todos esos defensores de los DDHH que también cierran los ojos ante el lanzamiento de uranio empobrecido en Libia.

El EGPL, organismo generado por el PCI (maoísta), está conformado por miles de hombres y mujeres, desterrando así la exclusión que sufre la mujer india bajo la esclavitud capitalista. Igualmente el sistema de castas, que mantiene relaciones sociales de tipo feudal, está siendo derribado allí donde se ha instalado el Nuevo Poder.
Los campos de cultivo, expropiados a los pobres por los distintos gobiernos burgueses para ponerlos en manos de grandes capitalistas indios y norteamericanos, son devueltos a los que los trabajan una vez que los comunistas controlan un territorio. Las empresas son socializadas y se expulsa a los explotadores. Los cuerpos represivos del Estado son abolidos y sustituidos por las masas revolucionarias armadas reproduciendo así el mejor de los legados que nos dejaron los comuneros de París y los bolcheviques rusos.

Y es que a pesar de los cambios operados en la lucha de clases desde que los comuneros osasen colgar la bandera roja en París y los bolcheviques tumbasen el gobierno provisional, la Revolución en India tiene todo lo que temen los burgueses y debemos aplaudir los trabajadores del Mundo: tiene a las masas armándose con fusiles y con la ideología revolucionaria, el marxismo. Tiene la generación de zonas rojas en las cuales el poder de los explotados, el Estado de Nueva Democracia, empieza a tomar forma haciendo realidad la consigna revolucionaria de destruir lo viejo para construir lo nuevo. Y tiene todas sus acciones armadas y políticas dirigidas hacia el único camino que puede acabar con la explotación entre los hombres: el Socialismo.

Por ello, porque vemos reflejada en la Revolución India las esperanzas y aspiraciones de los obreros y los pueblos oprimidos, aprovechamos estas líneas para mandar un saludo a los camaradas naxalitas e instamos a toda la juventud y a la clase obrera a que difunda las noticias que hacen temblar a nuestros explotadores aquí y en Nueva Delhi.

¡Viva la Revolución Comunista en la India!
¡Viva la Revolución Proletaria Mundial!
¡Naxalbari Zindabad!


Suplemento de Espacio Rojo Nº 20,
Juventud Comunista de Zamora,
Abril de 2011