Línea Proletaria

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miércoles, 19 de diciembre de 2012

Marca caduca


En 2010 la patronal y la banca pagaron una bochornosa campaña bajo el lema “Esto solo lo arreglamos entre todos” para levantar el ánimo (léase consumo) de la ciudadanía española. En ella aparecían Buenafuente, Ferrán Adriá, el Follonero, Gasol y un montón más de personajillos de la vida pública. A nivel local (desde las páginas del NUPA) ya se respondió a aquella campaña de agresión a la clase obrera con un humilde artículo titulado “Esto solo lo derribamos entre todxs[1].
Los payasos de la tele se olvidaron de algunas cosas
Dos años después, popularizada entre la derecha hispánica la idea de la “Marca España” (su patriotismo se limita a vender al país como una competente marca de vinos, jamones, casinos y bares de alterne), aparece la empresa Campofrío financiando a los bufones de la España profunda y cañí (los morancos, Chiquito de la Calzada, Santiago Segura…) para levantar nuevamente los ánimos del pueblo español, bajo el pernicioso título de “El currículum de todos”. Como si tuviese algo que ver el currículum de un camarero o de una cajera que curran desde los 16 con el de su explotador, un desertor del arao o algún burócrata que lleve desde que salió de la privada en algún cargo público. El caso es que con la melancolía navideña pretenden vendernos una vez más lo buena que es la selección de fútbol (evasora de impuestos), lo grandes que son nuestras infraestructuras (tan inservibles) y hasta despiden con buen humor (se nota que no les toca a ellos) a los cientos de miles de emigrantes que abandonan el país, aunque eso sí, sólo a los españolitos con título universitario, y no a la mayoría obreros de otros países que nuevamente tienen que volver a dejarlo todo (su vida, sus amigos, su familia...) para poder sobrevivir. Pero ¡qué demonios! seguramente esta multinacional española, que explota a más de 11.000 trabajadores, esperará que el ardor patriótico y navideño haga aumentar sus ventas de salchichón y chorizo.
Porque si quisiera realizar una radiografía certera de lo que es el currículum de la marca España tendría que haber hablado de Díaz Ferrán, fiel representante del empresariado español que, no en vano, fue presidente de la CEOE hasta 2010. Y dos años después añade a su currículum, y al de todos los patrones, a parte de sus constantes ataques a los derechos de la clase obrera, la detención por alzamiento de bienes y blanqueo de dinero. “Apenas” 150.000 euros y un kilo de oro fueron encontrados en su domicilio[2]. Toma currículum.
También podrían haber hablado, la marca chacinera o sus bufones, de Rodrigo Rato, el toca campanas de Bankia, que gobernó entre 2010 y 2012 la entidad financiera con más agujeros de todo el Estado español hasta que acabó de derrumbarse, pero que sigue batiendo records de desahucios; años antes fue flamante ministro del gobierno popular, tiempo en que fue uno de los impulsores del decretazo contra los obreros en paro al que sucedería una huelga general. Y entre otros muchos puestos, también rellenó su hoja profesional ocupando la dirección del FMI justo hasta el día que las subprime iniciaron el ciclo de “desaceleración” del capital internacional. Y es que Rato es todo un especialista en aquello del tente mientras cobro. Toma currículum.
Pero parece que para vender chorizos, los de Campofrío prefieren no hacer referencia a los mismos. Prefieren las cortinas de humo de la cultura imperialista y se remiten a los premios Nobel de origen español que, más allá de los méritos que tuviesen o dejasen de tener los galardonados, no es más que una placa que el capitalismo sueco concede a técnicos renombrados (en la ciencia, la literatura…) para así poder glorificar a sus criminales de guerra (a los nobel de la paz estilo H. Kissinger, B. Obama o la Unión Europea).  
            La marca de chorizos (Campofrío, no España) también insiste en su panegírico nacional-televisado, en los logros del deporte patrio exponiendo cada victoria en tenis, fútbol etc. como una gesta nacional para que el pueblo se olvide de los 6 millones de parados o de los cientos de manifestantes y huelguistas detenidos en 2012, algunos de los cuales, como el vallekano Alfon[3], siguen entre rejas.
No es muy difícil imaginarse a los portavoces de los militares brasileños o argentinos hablar en los 60 y los 70 de O rei Pelé o la albiceleste para que el pueblo retirarse la mirada de los miles de militantes revolucionarios que desaparecían en los cuarteles o en el mar. Tampoco es muy difícil acudir a los registros del NODO para ver ¡una vez más! el gol de Marcelino a la Unión Soviética de Lev Yashin y así poder imaginarse el trato que la marca Spain is different, registrada por Fraga, dio al gol para olvidarse de Julián Grimau, fusilado un año antes; o de todos los presos políticos, y también los sociales, o, por supuesto, de todos los héroes del pueblo muertos ante pelotones de ejecución o  batiéndose el cobre en las trincheras antifascistas. 
            Y aquí en las “Españas” la argumentación es donde se pone más interesante.
            La burguesía en todas sus formas reclama alguna España, sea la del circo y la pandereta o la de los serios academistas. La fascista, la pequeño burguesa, la europea o la democrática.
            Los proletarios también tuvimos una España: la de Miguel Hernández, la del Quinto Regimiento, la de las huelgas revolucionarias del 17, del 19 o del 34; y la de los jornaleros de cualquier tiempo. Tan sólo hay una diferencia, por otra parte abismal, ente todas las Españas de la burguesía y la del proletariado. La burguesía decora sus recuerdos y sus construcciones actuales con el manto nacional. Le es indispensable (tanto a la burguesía monopolista como al pequeño burgués; tanto al monárquico como al republicano) adobar su memoria política, como antecedente necesario de su actual programa político, con la gloria nacional, con la bandera patria y con la insistencia en lo que es mejor para el (su) país.    
            Sin embargo el proletariado no necesita nada de ello en un Estado imperialista (y que ni mucho menos tiene en peligro su “soberanía nacional”) que oprime no sólo a aquellos pueblos a los que exporta capitales, sino que cercena a las naciones encorsetadas en sus fronteras los derechos democrático-burgueses más básicos. El proletariado, la clase obrera, aquí necesita reconstituir sus instrumentos de combate retomando en primer lugar el balance de su propia experiencia, para sintetizarla en teoría revolucionaria, observando en su gloriosa historia a una clase y no a una patria, a obreros y obreras, a revolucionarias y revolucionarios a los mejores luchadores del campo y la ciudad, que habían comprendido, como habrá de hacer el proletariado actual para librarse de sus cadenas, que la emancipación social no reside en mantos nacionales, ya caducos, sino en la Bandera Roja del Comunismo. 

Juventud Comunista de Zamora
Diciembre 2012


[1] “Ni un paso atrás”, órgano de la Plataforma Antifascista de Zamora Nº 8, Abril 2010
[2] En un país “futbolero” como éste 150.000 euros suenan a calderilla, por eso merece la pena echar cuentas. Añadamos al cash de Díaz Ferrán que 1 lingote de oro (pongamos de 21, 6 K) se paga en la actualidad a unos 34.000 € (Visto el 18 de diciembre en http://www.goldmonexx.es/calculadora-de-oro.htm ). Añadamos también que según el INE (Octubre de 2012) el sueldo que más se repite entre los que aún tienen trabajo está alrededor de los 16.000 € anuales. En la ilusoria situación de que un obrero medio no comiese (ni él ni su familia), es más, no tuviese gastos de ningún tipo, tardaría 11 años y medio en reunir este dinero.  
[3] Más información: Plataforma por la libertad de Alfon:  http://alfonlibertad.wordpress.com/

viernes, 7 de diciembre de 2012

(R.P.) El fascismo, el Estado burgués y la lucha de clases

Publicamos un nuevo artículo de REVOLUCIÓN PROLETARIA que orienta en el análisis en torno a la cuestión del fascismo y persevera en la línea de realizar el balance en torno a la experiencia histórica de la clase obrera, una de las principales tareas que ha de atender en nuestro tiempo el movimiento comunista.

El fascismo, el Estado burgués y la lucha de clases

La extensión de la crisis económica y política que viven los regímenes burgueses en Europa está facilitando que asome la cabeza el discurso social del fascismo. Tal es así que allí donde se encuentra el ojo del huracán, en Grecia, la formación fascista Chryssi Avghi (Amanecer Dorado) pasó en menos de un año de no aparecer en las encuestas a tener más de 400.000 votantes, que representan a un 7% de aquellos que todavía acuden a votar[1].
El avance de este “fascismo clásico” (racista, ultra nacionalista, que se moviliza en las calles implantando el terror parapolicial y autoproclamado, sin complejos, heredero de los Hitler, Metaxas…) no puede entenderse sin la fricción que está generando la crisis en las fuerzas políticas griegas (LAOS, anterior receptor del voto ultra participó en los gobiernos de la Troika junto a PASOK y ND) y que está llevando a sectores de la burguesía hacia el discurso nacionalista (Amanecer Dorado busca la salida de la UE) que garantice el orden y la propiedad (las labores parapoliciales de los fascistas griegos se circunscriben al ámbito de la defensa de la propiedad privada, la colaboración con la policía en manifestaciones, el acoso a los obreros más débiles, los inmigrantes, apaleándolos y dando algunos medios “asistenciales” a los obreros nativos con el fin de fomentar la fractura en la clase obrera). Mas el fascismo, como movimiento político, tampoco puede reducirse a estos tiempos de crisis: mientras el imperialismo europeo disfrutaba de su fiesta de expansión, aparecía con total tranquilidad Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales francesas de 2002; crecía pujante el voto nacional en Austria; el revisionismo histórico se hacía un hueco en el Báltico marchando en honor a las tropas de la Wehrmacht; o iba conformándose el neofascismo magiar que entrelaza a los paramilitares de la Guardia Húngara con el partido Jobbik  y a su vez con numerosos grupúsculos nazis y fascistas que actualmente encuentran no pocas simpatías en el gobierno conservador de Orban.
Pero el fascismo es más que un movimiento político. Es un modo de dominación política de la burguesía, que reviste unas características que lo sustantivizan con respecto a las formas parlamentarias en que el capital ejecuta su dictadura de clase. Y es por ello que adquiere importancia realizar un análisis, aunque sea breve, sobre su carácter de clase para no caer en las elucubraciones del oportunismo y el revisionismo con respecto a esta cuestión.

El fascismo como relación entre las clases dominantes

El fascismo es un producto histórico de una determinada época. El rápido crecimiento del capitalismo, el surgimiento de los monopolios y, tras éstos, el monopolismo de Estado. La carrera internacional por controlar mercados, por garantizar las exportaciones de capitales, puso en pie, desde finales del s. XIX, las fuerzas de todas las potencias mundiales. Éstas, entre otras cosas, no hacían más que exacerbar el nacionalismo y con él, el discurso de la supremacía racial se convertía en sustento ideológico que nutría a cada patria de la consciencia necesaria para luchar por ser la luminaria de la Humanidad[2]. Estalló la I Guerra Mundial. Y acabó. En las trincheras quedaron decenas de millones de trabajadores mandados como carne de cañón con el objeto de lograr un buen botín para sus burguesías. La II Internacional secundó la carnicería. La guerra permitió el reparto de unas cuantas colonias de los derrotados entre los vencedores y el desmembramiento de los viejos imperios alemán, austro-húngaro y otomano. Pero la necesidad de expansión del imperialismo seguía intacta. Todas las potencias huían, aun sin saberlo, de la gran crisis económica que llamaba a las puertas del sistema imperialista mundial, que estallaría en 1929. Y a esta se unía otra crisis que el imperialismo si conocía, una mucho más grave, que amenazante se acercaba desde el este: la crisis política que el ascenso de la Revolución Proletaria Mundial imponía a los dueños del Mundo. Si el viejo y tosco imperio ruso había sucumbido al Poder revolucionario de los Soviets, el eco de esta gesta estaba haciendo temblar a todos los poderes de la refinada y burguesa Europa: en Alemania, en Hungría… pero también en el sur, en Italia, e incluso España[3]. Los regímenes con elementos parlamentarios mostraban su desgaste. El proletariado, como clase independiente, ya no jugaba a la farsa del parlamento sustentando a esta o aquella fracción de la clase dominante. Por el contrario, se lanzaba a romper aquel estadio político de dominación del capital. El liberalismo, como ideología de la clase dominante y como sistema estatal que se había asentado en la época del capitalismo concurrencial, estaba en quiebra: el imperialismo ponía en tensión a todas las fuerzas sociales, generando tales contradicciones en el mismo marco nacional, que el Estado liberal, comprendido como aquel que reconoce a las distintas facciones de la burguesía la capacidad de representar sus propios intereses (cuestión cubierta formalmente con la división de poderes) como base política de la dictadura del capital, no podía solventar democráticamente los conflictos que sacudían a las clases dominantes (entre los distintos grupos monopolistas, entre las distintas industrias, entre el capital financiero y la pequeña burguesía, etc.)
Así quedan sentadas las bases para que opere desde el Estado capitalista el fascismo, como forma concreta que toma la dictadura de la burguesía, en el momento en que la democracia se limita a tan sólo algunas fracciones de la burguesía y en dónde éstas ponen todo el peso del Poder en la ejecución de sus designios económicos y políticos. Es decir, cuando el poder del capital se centraliza (con respecto al mismo capital), cuando se estrecha la democracia burguesa, implantando el corporativismo para reducir al máximo las colisiones entre las fracciones del capital. Reducir las colisiones en el único sentido que puede hacerlo el capital, arrancando a una parte de esas clases los medios de gestión del Estado (parlamento, etc.), situándolas, políticamente, en la misma situación en que se encuentra el proletariado y las masas explotadas cuando el capital marcha bajo su normalidad democrática. Decimos “políticamente” porque aquellas facciones expulsadas del marco de gestión de la dictadura burguesa siguen manteniendo su posición de privilegio como poseedores de medios productivos: en 1950, aunque un proletario madrileño y un empresario vasco podían ser aliados tácticos en la lucha contra el fascismo español (y tan sólo en el supuesto de que el proletariado tuviese garantizada su independencia política a través de su partido de nuevo tipo, cosa que no ocurría ya en el Estado español[4]) no podían ir por mucho tiempo de la mano, más allá de acabar con el fascismo, dado que los intereses de uno estarán por la destrucción de toda forma de propiedad privada sobre los medios de producción (dictadura del proletariado) mientras que los del segundo estarán en afianzar, potenciar y desarrollar su capital (democracia para la burguesía nacional vasca).
El fascismo, tal y cómo lo retrató en su momento la Internacional Comunista, no es más que un arma al servicio de la clase capitalista[5],  y más en concreto, del capital monopolista (o del grupo capitalista que sea el pilar de la alianza estatal, pues el fascismo se ha dado en países dependientes). Los objetivos del fascismo son los de defender los intereses de clase de una facción concreta del capital. Es ésta la razón que impronta a todas las formas nacionales que ha adoptado el fascismo y que permiten realizar de éste una radiografía universal:

“(…)la unidad orgánica de la burguesía en el fascismo no se realiza inmediatamente después de la conquista del poder. Fuera del fascismo quedan los centros de una oposición burguesa al régimen. Por una parte, no queda absorbido el grupo que tiene fe en la solución giolittiana[6] del Estado. Este grupo se vincula a una sección de la burguesía industrial y, con un programa de reformismo "laborista", ejerce influencia sobre estratos obreros y de pequeña burguesía. Por otra parte, el programa de fundar el Estado sobre una democracia rural del Sur y sobre la parte "sana" de la industria septentrional tiende a convertirse en programa de una organización política de oposición al fascismo con base de masas en el Mediodía (Unión Nacional)” Tesis de Lyon, III Congreso del Partido Comunista de Italia, 1926.

Lo que adelanta correctamente el Partido Comunista de Italia en los años 20 es que el fascismo es una forma de poder de la burguesía, pero no de ésta en su conjunto si no que es producto del grado de agudización a que llegan las contradicciones entre esta clase.
Cuando el nacional-socialismo toma el poder en Alemania, esta no ha dejado de ser una potencia imperialista: los objetivos del capital monopolista alemán están por un lado en deshacerse del peligro de la Revolución Socialista, el cual ha estado sobrevolando a la sociedad alemana desde el fin de la Gran Guerra (sobretodo entre 1918-19, con el Spartakusaufstand, hasta el derrocamiento de los gobiernos soviéticos en 1923) y que se mantiene vivo a través del KPD, la mayor organización comunista de Europa, tras el comunismo soviético. De otra parte, y fundamental para que surja el fascismo, los monopolios alemanes necesitan superar las trabas internacionales (derrota bélica que relega al imperialismo alemán en beneficio de Francia, el Imperio Británico y EEUU) y nacionales (obligatoriedad legal de resolver “democráticamente” los conflictos en el seno del capital alemán.) para alzarse como principal bloque imperialista mundial. Por esto en la Alemania fascista el Estado monopolista realiza la planificación económica, tomando en sus manos, las decisiones económicas de la nación (es decir, unifica la producción capitalista conforme a las aspiraciones de los grandes monopolios alemanes de la guerra). Realiza el capitalismo de Estado para mantener la propiedad, para sacar de la crisis a los capitales del país: dota de fuertes inversiones a la industria pesada y la organiza a través de los planes cuatrienales. Garantiza la expansión del mercado alemán a través de la ocupación militar, siguiendo los pasos de toda potencia imperialista. Corporativiza al conjunto de la sociedad alemana a través del NSDAP (el partido nazi). Despoja a las capas inferiores de la burguesía de sus organismos de representación y de su capacidad para decidir libremente en sus asuntos mercantiles (esto último es una tendencia inherente al imperialismo, que al reunir elementos de planificación impone cuotas de mercado a los propietarios particulares. La diferencia es que bajo el fascismo esta circunstancia se impone de forma ejecutiva, mientras que bajo condiciones parlamentarias, la burguesía se permite negociar estos asuntos).
Cuatro décadas más tarde es en Chile donde la principal facción de la burguesía se agarra al fascismo para resolver sus contradicciones e imponer sus intereses de clase. Si el capital monopolista alemán utilizó al fascismo para integrar a toda la economía bajo su dominio, la burguesía chilena realiza la operación contraria: los sectores estratégicos del capital nacional son desmantelados y puestos a disposición de capitales extranjeros. El Ejército hace las veces de partido “orgánico” en torno al que se une el gran capital chileno para realizar estas políticas, seguidas minuciosamente por el capital norteamericano, (pronto ocuparán carteras ministeriales los Chicago Boys). Una burguesía dependiente (por su posición en el sistema imperialista mundial) es la explicación material de esta determinada política “neoliberal” que para la socialdemocracia[7] significaría algo así como “desmantelar el Estado” cuando en el Chile fascista lo que el Estado hizo fue convertirse en máquina ejecutoria de los designios del capital nacional en unión al capital extranjero, llevándose por delante a miles de militantes obreros.

Los “socialfascistas”

De aquí cabe reseñar algo sobre la cuestión del fascismo y del Estado que atañe directamente al revisionismo. Para el fascismo el Estado (nacional) significa la armonía entre las clases sociales mientras que para el marxismo la existencia de éste es la prueba material de la existencia de la lucha de clases. Consecuente con esto, el fascismo niega la lucha de clases y comprende al Estado (aparte de para garantizar los intereses nacionales) como sujeto que representa la patria y dota a sus componentes de bienestar, sean proletarios o patrones. Esto permite la “corporativización” de las clases sociales, su representación única a través del Estado (capitalista), la unidad de todas las clases como “clase dominante”. Así es el marco teórico del fascismo. Si al frente colocamos los postulados del revisionismo es harto sencillo comprender el epíteto de “socialfascistas” que acuñó el movimiento comunista para referirse a los exégetas del marxismo: Los socialdemócratas, al negar la dictadura revolucionaria del proletariado, proponían (y así lo sigue marcando el revisionismo “moderno”) que la clase obrera entre a gestionar el Estado burgués, es decir, que la clase trabajadora acceda al poder como clase reaccionaria (así ha pasado hasta hoy en los Estados imperialistas occidentales) generando el reparto de cuotas de poder entre las distintas facciones del capital, lo que supone una tendencia hacia la corporativización de los Estados burgueses la cual se desarrolla, con altibajos, desde que el capitalismo entró en su fase superior (con este “Estado para todos” que corporativiza a los sujetos políticos y niega la lucha de clases podemos comprender porqué se puede denominar socialfascismo a los Estados revisionistas, caso actual de China). Si a esto le añadimos el papel de la socialdemocracia en la primera gran guerra imperialista (ningún pudor al posicionarse por las glorias nacionales y contra la clase obrera) y su labor protagónica al abortar procesos revolucionarios, con el caso de la Revolución Alemana de 1918-19 en donde la socialdemocracia se situó a la vanguardia de la matanza uniéndose a las fuerzas embrionarias del fascismo, los freikorps; tenemos ya un escenario en que denominar socialfascistas a los revisionistas no es más que referirse a lo testarudo de los hechos.
En la crisis de los años 30, con la exacerbación de las contradicciones sociales la burguesía monopolista tenderá, caso de Alemania, a deshacerse de sus aliados “democráticos” y la socialdemocracia, representante de la aristocracia obrera (eslabón más débil de la alianza de dominación), será la primera en caer en las filas de los perseguidos por el fascismo. Esta situación será partera para que la socialdemocracia sea, desde un punto de vista táctico, un aliado del proletariado revolucionario en la pugna contra el capital, términos sobre los que iremos más adelante.

Un esbozo sobre la Comintern y los frentes populares

Volviendo sobre la caracterización que la Comintern hizo del fascismo, si bien era justa en cuanto a señalarlo como producto de la burguesía, erraba a nuestro a entender en determinar que era la “dictadura abierta y terrorista” de los elementos más reaccionarios del capital. Cierto es que los elementos de represión sistemática de los que se dotó el fascismo significaban una “mejora” frente a lo visto con anterioridad (aunque, verdaderamente, las decenas de miles de communards asesinados pueden decir lo contrario). Y cierto es igualmente que el fascismo, como ideología y como movimiento, sacudía a los elementos más reaccionarios de la sociedad pues era un asalto contra los propios valores políticos emanados de la revolución burguesa (liberalismo, democracia parlamentaria, división de poderes…). Pero el racismo, el nacionalismo, las parafernalias imperiales que el fascismo acercaba eran la cosecha de la siembra que el imperialismo había realizado en su época de expansionismo.
El acento que la Comintern pone en el “terror” (represión) como característica del fascismo, unido al viraje político de la asunción del frente interclasista con los socialdemócratas y el resto de partidos burgueses[8] y a la tesis sobre estados intermedios entre la dictadura burguesa y la del proletariado, estaban sellando la separación teórica y política de dos formas de ejecución de la dictadura del capital (símil de las teorías kautskianas contra las que se erigió el comunismo): de un lado el fascismo que “reprime”, de otro lado la “democracia” (en abstracto) capaz de permitir la libertad de acción política a todas las clases sociales. Confusión grave que se ha mantenido de tal modo, no sólo entre la vanguardia, sino entre las masas sin organizar, que cualquier acto represivo de las fuerzas del capital se identifica como “fascismo” y la respuesta popular que encuentra es la de “depurar” y “democratizar” a esos cuerpos armados al servicio de la democracia burguesa:

“El hecho de que los detenidos, es decir, gente que el poder del Estado ha tomado bajo su custodia, hayan podido ser asesinados impunemente por oficiales y capitalistas, gobernando el país los socialpatriotas, evidencia que la república democrática en que ha sido posible tal cosa es una dictadura de la burguesía. La gente que expresa su indignación ante el asesinato de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo, pero no comprende esta verdad, pone de manifiesto o bien tis pocas luces o bien su hipocresía. La libertad en una de las repúblicas mas libres y adelantadas del mundo en la república alemana, es la libertad de asesinar impunemente a los jefes del proletariado detenidos. Y no puede ser de otro modo mientras se mantenga el capitalismo pues el desarrollo de la democracia no embota, sino que agudiza la lucha de clases, que en virtud de todos los resultados e influjos de la guerra y de sus consecuencias ha alcanzado el punto de ebullición.”[9]

Efectivamente, para que la burguesía desate toda su fuerza represiva no es necesario que su Estado esté organizado bajo los postulados del fascismo: ya hemos hecho referencia a la Comuna. La incipiente República de Weimar, sentada sobre el asesinato de los espartaquistas, era una república democrática, de hecho una de las más avanzadas de todo el s. XX. Para que el KPD fuese, por segunda vez, ilegalizado no fue necesario que la Constitución de Bonn cambiase su base liberal. Algo similar ocurrió en EEUU, la persecución de militantes obreros desde inicios del s. XX era una lógica de la democracia burguesa, como lo era el régimen de segregación racial que hasta bien entrado el siglo pasado se mantuvo en ese país a nivel institucional. Para asesinar a los jornaleros de Casas Viejas o a los insurrectos de Asturias, la II República tuvo los mismos reparos que ha mostrado la monarquía constitucional para encarcelar, torturar y asesinar a militantes vascos y antifascistas. Podríamos decir algo parecido de la Francia republicana, que vistió a su Marianne con el uniforme de los paracaidistas para, vuelta de Indochina, verter la sangre del pueblo argelino en África y en el centro de París. Mismas fuerzas, pero con vestimenta británica, que aun someten hoy a una parte de Irlanda. Y podríamos seguir recitando los crímenes de todos los regímenes democrático-burgueses (es decir, democracia para los explotadores, dictadura para los explotados) sin tener que hacer una sola referencia al fascismo. Porque ahogar en sangre a los proletarios conscientes, someter a través del terror a los pueblos, es la única ley que respeta la burguesía. Es justo señalar el terror que sigue al fascismo. Es reduccionismo, y contrario a la tesis marxista del Estado, enfrentar al fascismo el régimen parlamentario. Aquí entran en colusión los principios con la táctica. Se entra en el simplismo político al denominar fascismo a cualquier forma represiva que adopte un Estado burgués. Este signo, que se ha mantenido en el seno del movimiento comunista, lleva en la actualidad a observar, que las tareas políticas de la vanguardia comunista no han de estar encaminadas a reconstituir el Partido Comunista sino a forjar una especie de frente anti-fascista con otras clases que, consecuentemente no tendrán por objeto la construcción de las bases de apoyo (tarea del partido revolucionario), de la Revolución Socialista, sino que se pondrán por meta (aunque sea “volante”) la lucha por alguna suerte de Asamblea Constituyente o etapa republicana intermedia, repitiendo punto por punto, aunque esta vez con la experiencia suficiente para no caer en ella, la deriva por la que navegó el movimiento comunista. Por ello la cuestión del fascismo ha de quedar perfectamente clara. Una mala interpretación del carácter de clase del Estado lleva al proletariado a estrellarse contra el muro de la realidad y ha convertirse en apéndice de algún sector de la burguesía.

El frente interclasista, el Frente Popular, reviste el siguiente problema: Sólo cuando el proletariado está constituido en Partido Comunista puede permitirse hablar de alianzas en torno al poder, sean tácticas o estratégicas. Podemos partir de la premisa de que las secciones nacionales de la I.C. eran partidos de nuevo tipo, sino por sí mismos, por la existencia de la propia I.C. como partido mundial (aunque la consigna de “bolchevización” de los partidos comunistas lanzada por la I.C. en 1924 invita a reconocer los límites de tal premisa). En este caso un Partido Comunista puede y debe tener en cuenta el estado de la lucha de clases en el marco en que se desenvuelve, la correlación de fuerzas existentes y los objetivos por los que lucha cada clase social, incluidos los intereses concretos por donde navegue la Revolución. Un P.C. puede y debe manejar su táctica teniendo presente las contradicciones de la clase dominante y donde puede abrir la brecha, en un momento determinado, para debilitar la unidad del campo de la burguesía. Todo esto es válido y está en la esencia de toda organización revolucionaria. Pero todo esto parte de la premisa de la existencia del Partido, esto es, la incorporación del proletariado a la política como sujeto revolucionario, como sujeto independiente. La actividad del Partido Comunista (bolchevique) es un gran ejemplo. Los bolcheviques no tuvieron mayor problema en aliarse con sectores del campesinado y la pequeña burguesía (adopción del programa agrario eserista) para llevar a cabo la Revolución de Octubre. Esta alianza (con los eseristas de izquierda) no significaba que los bolcheviques renunciasen a implantar el socialismo en el campo de la mano de la dictadura revolucionaria de la clase obrera, es más, esta alianza tenía por objeto sentar las bases de tal socialización al permitir el derrocamiento del Poder burgués y el sometimiento de las clases poseedoras al Poder de los Soviets, ganados para la Revolución Socialista gracias a la labor bolchevique. Los bolcheviques no tomaron el Estado “burgués”, sino que lo destruyeron y las alianzas las gestionaron desde la imposición de la dictadura proletaria. Si seguimos el hilo histórico de la RPM nos encontramos con la revolución en China. El Partido Comunista de China se forjó entre el debate ideológico y el balance de las duras derrotas a que lo sometió la burguesía nacional china unida en el Kuomintang: El Partido, fundado en 1921[10], se alió con el Kuomintang en 1922 para forjar el frente unido que desarrolló la guerra civil contra los elementos de la burguesía burocrática china aliada del imperialismo. Pero esta organización inicia en 1927 la persecución de los cuadros comunistas, iniciándose el segundo período de guerra civil en la cual el P.C. va asentar su base en el campo movilizando a las masas con la guerra de guerrillas. En medio de la guerra civil, China ha de enfrentarse a un nuevo reto: la invasión del imperialismo japonés. Ante estos hechos la Comintern insta al P.C. a que vuelva a unirse al Kuomintang del mismo modo en que estuvo en 1922-27, como forma de aplicar en China el “frente popular” ¿Qué hicieron los comunistas chinos? Sellar una alianza anti-imperialista con el Kuomintang, ¿significaba esto bajar las bandera rojas y declinar ante un régimen burgués? Todo lo contrario, supuso mantener enfrentadas a dos fuerzas contrarrevolucionarias (el Kuomintang chino y el imperio japonés) permitiendo al Partido mantener intacta su independencia política y desarrollando, más y mejor, su trabajo propio en el terreno militar (el Ejército rojo desarrolla guerra popular contra Japón) implantando en las zonas donde se fusiona con las masas el Nuevo Poder, la democracia de los obreros y el campesinado.
En el caso ruso y chino se manejan las alianzas de tal modo que el proletariado revolucionario no queda atado a programas que le son ajenos, por el contrario, queda liberado para desarrollar su línea revolucionaria.
¿Qué es lo que hace la Comintern cuando propone y desarrolla los Frentes Populares?
La unidad inminente (en frentes únicos o incluso en partidos únicos proletarios) con la socialdemocracia de la II Internacional. Aun así, las tesis del frente popular siguen haciendo referencia a la cuestión de la independencia política de los comunistas:

 Naturalmente, los comunistas no pueden, ni deben renunciar, ni por un solo minuto, a su labor propia e independiente de educación comunista, de organización y movilización de las masas. Sin embargo, para asegurar a los obreros el camino hacia la unidad de acción, hay que conseguir sellar al mismo tiempo acuerdos a corto y a largo plazo sobre acciones comunes con los partidos socialdemócratas, los sindicatos reformistas y las demás organizaciones de los trabajadores contra los enemigos de clase del proletariado.”[11]

Pero todo el trabajo de los P.C. se circunscribe al ámbito de la organización de las luchas de resistencia de las masas, a que los comunistas sean los que mejor organizan la lucha sindical, la lucha por la defensa de los derechos democrático-burgueses, etc. Y la ofensiva, una vez se hallan “acumulado” las fuerzas necesarias (en la unidad de acción con la socialdemocracia) se lanzará en forma de huelga política, la táctica proletaria de la época previa a la existencia de los partidos de nuevo tipo:

“Debemos preparar sin descanso a la clase obrera para los cambios rápidos de formas de lucha, al variar las circunstancias. A medida que crezca el movimiento y se fortalezca la unidad de la clase obrera, tendremos que ir más lejos y preparar el paso de la defensiva a la ofensiva contra el capital, poniendo proa a la organización de la huelga política de masas. Condición obligada de una huelga semejante es que los sindicatos fundamentales de cada país sean enrolados en ella.”[12]

Ocurre con la cuestión del Poder algo similar. En las tesis del VII Congreso, la IC no reniega del poder soviético:

“(…) los comunistas somos partidarios del poder soviético, único poder capaz de emancipar a los obreros del yugo del capital. Pero, ¿queréis un gobierno laborista? Perfectamente. Nosotros hemos luchado y luchamos mano a mano con vosotros por derrotar al "gobierno nacional". Estamos dispuestos a apoyar vuestra lucha por la formación de un nuevo gobierno laborista, a pesar de que los dos gobiernos laboristas anteriores no han cumplido las promesas hechas por el Partido Laborista a la clase obrera. No esperamos de este gobierno que se realicen medidas socialistas. Pero, en nombre de millones de obreros, le formulamos la exigencia de que defienda los intereses económicos y políticos más apremiantes de la clase obrera y de todos los trabajadores. (…)”[13]

Pero sin embargo propone el apoyo a un gobierno progresista con la esperanza de que este frene las medidas reaccionarias que está imponiendo la burguesía o en todo caso, si así no lo hiciese, las masas obreras que arrastraba el laborismo (la socialdemocracia británica), caerían tranquilamente en el colchón de los comunistas. Así se situaba la acción comunista totalmente subordinada a los intereses de otras clases sociales que por defecto darían a los comunistas la dirección de las masas. No hay construcción independiente de los mecanismos de la Revolución. El problema cardinal aquí es que los comunistas no sobrepasaban la labor de organizar las luchas por reformas junto a otras clases (la socialdemocracia ya hemos dicho, encuentra su base material en la aristocracia obrera) y no está construyendo paralelamente ninguna base política ni de Poder independiente de la burguesía y en los casos que lo hace (el Quinto Regimiento en España) pronto lo diluye en las formas de acción de otra clase (Ejército republicano). Y se espera de todo esto que las masas, por la justeza de las consignas, por el desarrollo de las cosas, caigan en brazos de los comunistas.

El problema de la IC no proviene de orquestar la alianza táctica con sectores de la burguesía (incluidos los socialdemócratas) en la lucha contra el fascismo, sino en elevar esta alianza a bloque de poder atando así las manos de la vanguardia revolucionaria y obligándola a cumplir con los programas de otras clases deshaciéndose de sus propios objetivos (contrario a la experiencia pretérita rusa y a la coetánea china). En vez de ser una alianza en la perspectiva de crear Poder Revolucionario se convierte en la alianza hacia un poder en el que se mantiene dicha alianza: en otras palabras; la alianza no se concibe como modo de permitir la ejecución de la dictadura revolucionaria del proletariado (independencia política de la clase obrera) sino para garantizar la pervivencia de una forma de dictadura de la burguesía (a lo sumo adjetivada de “nuevo tipo”[14]).

Fundamentos para el debate

            La cuestión del fascismo y la lucha antifascista es parte fundamental en la historia del Movimiento Comunista Internacional. La valentía con la que millones de comunistas se lanzaron a la victoria frente a aquel, tiende a poner un velo ante muchos militantes que observan en el análisis marxista sobre aquel periodo un “peligro” para la memoria. Ver así las cosas es producto de la debilidad de nuestro movimiento, tomado por el oportunismo y cuya práctica política desatiende a las bases mismas sobre las que se constituyó el comunismo. Pues hacer balance de nuestra experiencia revolucionaria no debe plantearse ni como un medio para renegar de la historia ni como una forma de autocomplacencia. Hacer balance de la experiencia de la Revolución significa entresacar los elementos concretos y los generales de todo proceso, para poder abordar el próximo período de la Revolución Socialista desde las cotas ideológicas más elevadas, que son la garantía previa para cualquier empresa proletaria que se ponga por objeto no solo el derrocamiento del poder burgués, sino el desarrollo de la revolución socialista hasta sus últimas consecuencias. Frente a esto aún se erigen aquellos que se atan a una u otra “tradición” del movimiento para trasladar mecánicamente cualquier estrategia o táctica (incluso aunque demostrase su invalidez) para lo que suelen desembarazarse del análisis marxista y la contextualización que nos llevan siempre a unos elementos comunes que se han dado en cualquier proceso revolucionario: la construcción de la vanguardia a través de la lucha teórica y programática, la independencia política del partido comunista y la necesidad de ir construyendo un Poder revolucionario (que movilice a las masas) para destruir el poder del capital.
           

REVOLUCIÓN PROLETARIA
DICIEMBRE 2012

 
NOTAS


[1] En las generales de 2009, los nazi-fascistas griegos apenas consiguieron el 0,3 % de los votos. En mayo de 2012 llegaron al 7% (21 escaños) y en junio se mantuvieron en el 6,9% (18 escaños).
[2] Los imperialistas británicos a lo largo del siglo XIX defendían que la raza “anglosajona” por su superioridad estaba llamada a ser la raza civilizadora de los bárbaros. Tras la II GM Churchill mantendría esa lógica discursiva en la que los pueblos “de habla inglesa” debían extender su dominio global para frenar al bolchevismo. Los fascistas alemanes no hicieron más que acogerse a esta “tradición” y ponerla a funcionar bajo sus particulares intereses.
[3] Entre la Revolución de Octubre y el año 1923 se suceden gobiernos revolucionarios en varias regiones de Alemania, en Bulgaria, Hungría, Finlandia. En Italia este período se conoce como el Bienio Rosso, surge el movimiento de ocupación de fábricas y se produce la rebelión de Bersaglieri. En España los tres primeros años de la década del 20 se conocen como “trienio bolchevique” por la elevada y continuada capacidad de combate que mostró el proletariado del campo y la ciudad, todo esto precedido por los choques revolucionarios de la Huelga General de 1919.
[4] En un artículo anterior “A vueltas con Carrillo: El PCE y el revisionismo en el MCI” (Octubre 2012) realizábamos un análisis sobre la línea política del PCE tras la guerra civil, cuando el Partido asume todos los elementos “tácticos” y “estratégicos” del revisionismo: reniega de la dictadura del proletariado y de la lucha de clases para postularse como fuerza de orden para gestionar el desarrollo del capitalismo español.
[5]Bajo las condiciones de la profunda crisis económica desencadenada, de la violenta agudización de la crisis general del capitalismo, de la revolucionarización de las masas trabajadoras, el fascismo ha pasado a una amplia ofensiva. La burguesía dominante busca cada vez más su salvación en el fascismo para llevar a cabo medidas excepcionales de expoliación contra los trabajadores, para preparar una guerra imperialista de rapiña, el asalto contra la Unión Soviética, para preparar la esclavización y el reparto de China e impedir, por medio de todo esto, la revolución.” G. Dimitrov, Informe ante en VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935
[6] La solución giolittiana, se refiere a la época de principios del siglo XX en la que  Giovanni Giolitti gobernó intermitentemente el país. Político liberal, su gestión se centraba en conciliar los intereses de la burguesía con los sectores organizados de clase obrera para suprimir las aspiraciones del proletariado revolucionario. Llegó a proponer a Palmiro Togliatti una cartera ministerial a la que renunció. No dudó en defender la acción fascista contra las organizaciones revolucionarias. (Nota de REVOLUCIÓN PROLETARIA)
[7] En la actualidad la política de reestructuración que lleva a cabo la burguesía ante su crisis se define como “desmantelamiento” del Estado, ya que se ve a éste como un dispensador de servicios públicos y no como un instrumento al servicio de la clase dominante. En esto se dan la mano revisionistas y socialliberales, siempre pendientes de la defensa de “lo público”.
[8] La socialdemocracia converge con la burguesía desde su bancarrota, en algunos casos antes. Cierto es que sociológicamente habrá sectores de la socialdemocracia que alberguen en sus filas a sectores proletarios que incluso se van a situar a la izquierda de la IC, caso de la izquierda del PSOE durante la guerra civil. Aunque, para ver el dificultoso marco de la época, quienes representaban a aquella izquierda, entre ellos Largo Caballero, venían de haber participado en los gobiernos primorriveristas.
[9] Tesis e Informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, V.I. Lenin, 1919.
[10] El Partido Comunista de China se funda oficialmente en 1921, mas su constitución como partido de nuevo tipo se realiza tras la experiencia 1921-1927. Para una interpretación marxista de este período es recomendable estudiar el trabajo “China 1927. De la insurrección a la guerra popularEl Martinete nº 20, 2007.
[11] G. Dimitrov, Informe ante en VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935
[12] Ibídem
[13] Ibíd.
[14]Ese régimen, por el establecimiento y desarrollo del cual luchó el Partido Comunista era la República Democrática que en el transcurso de la guerra fue convirtiéndose, en virtud de las transformaciones realizadas, en una República de nuevo tipo: no era la del 14 de abril, pero no era tampoco una República Socialista.” Historia del PCE, EditIons Sociales, 1960

lunes, 19 de noviembre de 2012

(R.P.) "A vueltas con Carrillo: El PCE y el revisionismo en el MCI"

Publicamos este artículo de REVOLUCIÓN PROLETARIA que realiza un análisis sobre la línea del PCE y el MCI rebasando el debate sobre individuos concretos, que tan sólo al capital y sus acólitos interesa realzar (positiva o negativamente) para ocultar o rasgar, la lucha de clases, los intereses que genera ésta y, en última instancia, los resultados que de su comprensión y reconocimiento se obtienen: la necesidad del partido revolucionario y la dictadura revolucionaria del proletariado.

A VUELTAS CON CARRILLO: EL PCE Y EL REVISIONISMO EN EL MCI


Los voceros del capital y el adiós a Carrillo

En septiembre, asistimos a uno de esos momentos en los que la burguesía, a coro, se lamenta por la pérdida de uno de los suyos. Carrillo (Santiago) se murió. Todos los representantes del régimen, desde los electos derechosos hasta la inteligentsia de la izquierda, se unieron para dar el último adiós al finado. La televisión pública volvió a mostrarse como un NODO parlamentado en donde, como en cualquier otro de los organismos de la dictadura del capital, las distintas facciones de la clase dominante dirimen democráticamente como van a realizar su propaganda. Y con este muerto no hay dudas: político de inusitada envergadura que supo medir las dificultades de su tiempo y velar por los intereses de la nación, para dotar al conjunto del pueblo español de otros 40 años de paz y concordia, como gesta reconciliatoria en que ha de acabar el currículum de todo luchador que quiera ser llorado por un rey.
Cualquier acontecimiento en una sociedad divida en clases se torna en político y, qué duda cabe, ante el adiós de Carrillo los portavoces de las distintas corrientes políticas que atraviesan a los “movimientos de izquierdas” han tomado palabra. Algunos han hecho un “balance crítico” de la vida del ex contertulio del grupo PRISA, concluyendo que, a fin de cuentas, Carrillo es de los de abajo, del pueblo, de “los nuestros”1. Llama la atención como machaconamente, a través de los “huecos” que “les deja” el sistema, los representantes de la pequeña burguesía, que busca reedificar su discurso democrático, intentan pasar sus intereses por los del proletariado. Si bien esta situación responde a un marco social y político enraizado en los orígenes de la misma clase obrera como sujeto político envuelto en las contradicciones de la sociedad en donde trabajo y capital son la partera de lo existente: Cuando la burguesía accedió al Poder durante el siglo XIX su revolución implicó, de forma expansiva, al conjunto de las clases que la auparon a clase dominante. El proletariado sirvió como arma entre las disputas de las distintas fracciones de las clases burguesas en toda Europa hasta que no alcanzó a comprender, a través de la acumulación de su propia experiencia, que era una clase con intereses propios que podía llevar a cabo su Revolución. Esto confinó al proletariado al marco programático de la pequeña burguesía radical en toda una época iniciada en 1789 y que empezaría a perder su sentido histórico a medida que el proletariado se confirmaba como clase independiente (desde la Revolución de 1848 hasta la Comuna de París). Período de maduración que culmina con la sintetización teórica de la experiencia práctica de la lucha de clases acometida por los marxistas revolucionarios rusos, que se enfrentarán desde un punto más elevado a su realidad concreta al extraer las conclusiones universales de la experiencia del movimiento obrero europeo: la necesidad del partido obrero de nuevo tipo.
Entre la oferta política actual se encuentran las terceras repúblicas, los proyectos constituyentes, las democracias participativas y toda suerte de titulares que pretenden devolvernos a la época en que el proletariado era el ala radical de los movimientos democrático-burgueses, con la “novísima” excusa de sostener el bienestar a través de un Estado garantista que defienda la igualdad, la libertad y la fraternidad. Bonitas armas anti-feudales con las que la radicalidad del sistema se atreve a tildar a la dictadura del proletariado y al marxismo de antiguallas.
De quienes gestionan este país y de los que están agazapados a su izquierda preparando la “syrización” de la política estatal han venido loas de distintos grado hacia nuestro protagonista, de tal modo que han plasmado en ellas su punto de vista de la realidad: la historia la hacen los individuos; línea argumental de lo que significa el culto a la personalidad, que desde un punto de vista marxista significa elevar a individuos por encima de los intereses sociales de los que eran portadores para, en última instancia, negar las contradicciones de clase (como hecho objetivo) y rebajarlas a confrontaciones entre sumas de individuos. Se olvidan estos cuentacuentos que la lucha de clases encumbra a individuos, más éstos solo representan los intereses de una clase social porque surgen en una determinada época de la historia que los condiciona y en donde la lucha de clases, por ser motor de la historia, los lleva a uno u otro lado de la barricada. Carrillo, por supuesto, es un enemigo de los asalariados, pero es inconcebible pensar en Carrillo como individuo por encima de las clases sociales y portador de unos determinados intereses de clase que se transcriben socialmente en forma de programa político.
Pero este modo de operar nos lo encontraremos siempre al repasar la historiografía burguesa (en la que incluimos a anarquistas, trotskistas y revisionistas “ortodoxos”). ¿Qué pasa cuando se habla de la Unión Soviética? Que se reduce la lucha de clases a una lucha interpersonal (entre Stalin y Trotski, durante los años 20) o a las decisiones de un pequeñísimo grupo (en la cúspide y a la vez sin relación alguna con el resto del conjunto social) que “deformaría” al Estado Soviético: lo dicen los trotskistas para explicar la derrota de su líder; lo dicen los anarquistas para explicar la inoperancia de sus predecesores en la Revolución Rusa; lo dicen los revisionistas “ortodoxos” para definir todo el proceso de lucha que se encumbró, para desgracia del proletariado, en el XX Congreso del PCUS. 

El PCE y el camino hacia la “transición”

Volviendo a don Santiago y su adiós. ¿Qué es lo que debe surgir de las filas del comunismo ante este acontecimiento? Sobre su figura se ha dicho tanto, desde todos los puntos del mapa político, que al menos hemos de plantear una reflexión colectiva que nos sirva para analizar el desarrollo histórico del MC en España pero, por supuesto, para ello habrá que superar con creces la vida de este señor.
Es cierto que Santiago Carrillo fue una de las principales figuras del PCE a lo largo de su historia y por ello su vida es tan controvertida como la del mismo partido, que empezó siendo la sección española de la Internacional Comunista, faro de la Revolución Proletaria Mundial, y terminó como baluarte de las aspiraciones imperialistas del capitalismo español.
Iniciado en la organización juvenil del PSOE, Carrillo no encuentra dificultades en convertirse en dirigente de las JSU para luego encaramarse al PCE. Acabada la guerra es cuando Carrillo se erige en pieza clave para el PCE, pues se le encarga la tarea de organizar al Partido en España. Una época dura en que los militantes antifascistas trabajan en la clandestinidad y donde cualquier obrero podía ser prendido y asesinado por la policía fascista. En el Movimiento Comunista Internacional se estaba desarrollando, aunque en forma solapada, la lucha de dos líneas que, precisamente, va a significar la antesala del ya mentado Congreso del PCUS. Los partidos comunistas occidentales están embarcados en la suicida alianza con la burguesía monopolista (en Francia e Italia)2 siguiendo las pautas que dejó escritas la IC (gobiernos de unidad nacional):
La guerra mundial desencadenada por los hitlerianos ha agudizado aún más las diferencias en las condiciones de los distintos países, trazando una línea divisoria profunda entre los países que se convirtieron en portadores de la tiranía hitleriana y los pueblos amantes de la libertad que se unieron en la poderosa coalición contra Hitler. Mientras que en los países del bloque hitlerista la tarea básica de los trabajadores y todas las personas honestas es contribuir en todas las formas imaginables hacia la derrota de este bloque, al socavar la maquinaria de guerra hitleriana desde el interior, ayudando a derrocar a los gobiernos responsables de la guerra, en los países de la coalición anti-Hitler, el deber sagrado de las más amplias masas del pueblo, y en primer lugar de los trabajadores progresistas, es apoyar en todos los sentidos a los esfuerzos de guerra de los gobiernos de esos países por el bien de la rápida destrucción del bloque hitlerista y asegurar la colaboración amistosa entre las naciones sobre la base de la igualdad de derechos”. Comunicado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista presentado a las secciones nacionales en Mayo de 1943. (Una vez recibido y aprobado este comunicado por las secciones nacionales, la Comintern se autodisolvió. Entre quienes apoyaron esta decisión estaba Dolores Ibárruri, representando al PCE).
El comunicado sigue, designando la tarea de llevar a cabo la lucha armada en los países “hitleristas”. Pero acabada la II Guerra Mundial las organizaciones armadas se convierten en un problema para las direcciones de los países vencedores que han de presentarse ante la burguesía internacional como “partidos de gobierno” o Estados aliados. Y este hecho embarga al conjunto del MCI: El Ejército Democrático Griego (1946-49), organismo generado por el KKE, se queda sólo en su lucha contra el imperialismo angloamericano y el gobierno burgués (con el que intentó una alianza multitud de veces antes de ser empujado a la guerra civil). Los cuadros comunistas que comandaron al pueblo griego en su guerra serían purgados, ya en el preludio de 1956, por el revisionismo soviético (PCUS) y el heleno (KKE), acusados de “izquierdistas” y “agentes alemanes”3. Las agrupaciones guerrilleras en España significan la persistencia del conflicto armado y el PCE quiere presentarse ya como el lapidador de toda herida abierta por la guerra civil en aras de crear un gobierno de unidad nacional contra Franco (consigna ya esgrimida durante la Guerra, mantenida tras el golpe de Casado y que tomará nueva forma tras el fin de la IIGM):
La política de Unión Nacional preconizada por el PCE se basaba en el hecho de que la gama de las fuerzas opuestas a la política franquista de apoyo al hitlerismo, era más amplia que la de las fuerzas que habían luchado por la República. Existía la posibilidad de un reagrupamiento de las fuerzas políticas que, poniendo fin a la división abierta por la guerra civil, incorporase a la acción contra la dictadura a sectores que antes la habían apoyado, pero que en 1942 se pronunciaban en favor de la coalición antihitleriana y de la neutralidad española.” Historia del Partido Comunista de España4
La dirección del PCE en aquel entonces no hace más que seguir las directrices que predominan en el MCI. Con el “viraje” de 19485 liquida la lucha armada y aborda la tarea de infiltrarse en el sindicalismo vertical para contactar con las masas. Tras años trabajando, sin resultados notorios, con la política de Unidad Nacional, se pasa a la tesis de la Reconciliación Nacional aprobada por el Comité Central (en 1956, cuatro años antes de que Carrillo sea designado secretario general en el VI Congreso del Partido):
“…el Partido Comunista de España declara solemnemente estar dispuesto a contribuir sin reservas a la reconciliación nacional de los españoles, a terminar con la división abierta por la guerra civil y mantenida por el general Franco. (…) Existe en todas las capas sociales de nuestro país el deseo de terminar con la artificiosa división de los españoles en «rojos» y «nacionales», para sentirse ciudadanos de España, respetados en sus derechos, garantizados en su vida y libertad, aportando al acervo nacional su esfuerzo y sus conocimientos” Declaración del Partido Comunista de España “Por la reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español” Junio de 1956
Una política que definitivamente tiró por la borda la lucha de clases, además de presentar un análisis sesgado de la realidad española, donde según el PCE, apenas una vieja camarilla ligada a Franco estaría beneficiándose del régimen, lo que posibilitaba la creación de ese frente interclasista.6
En este sentido abría que apuntar que el fascismo se caracteriza, más allá de sus vestiduras, por centralizar el poder de la clase dominante en un aparato corporativista, reconduciendo todas las formas de representación social a través del Estado burgués sin “sociedad civil” ajena a ese cuerpo, como sucede bajo las dictadura parlamentaria. Este papel corporativista se imbricó durante un largo período a través de la Falange y el sindicato vertical. Claro está, esto hacía que en el Estado español las contradicciones en el seno de la clase dominante hiciesen temblar al régimen fascista en donde la composición clasista del poder era más rígida y estática, ofreciendo menos posibilidades tácticas a la fracción dirigente (amparada sin fisuras, eso sí, por el corpus central del Estado: el Ejército). Frente a la flexibilidad parlamentaria que permite a la burguesía mejorar su máquina política para solventar las contradicciones “de arriba” democráticamente y no mediante la imposición directa de uno u otro sector, ya fuesen, durante el régimen fascista, los falangistas, los militares o los tecnócratas del Opus. No obstante esta nota sobre el adelanto que supone para la dictadura del capital el régimen parlamentario está más que señalada por Lenin en “El Estado y la Revolución” cuando trata la cuestión de la “república democrática” burguesa:
“La omnipotencia de la "riqueza" es más segura en las repúblicas democráticas, porque no depende de la mala envoltura política del capitalismo. La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo, y por lo tanto el capital, al dominar (a través de los Pakhinski, los Chernov, los Tsereteli y Cía.) esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su Poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa, hace vacilar este Poder.”
El desarrollo de la lucha de clases en el Estado español también nos ofrece esta conclusión. La transición, más allá del “mito fundacional” que han creado a base de invertir millones en tinta para los escribanos del régimen constitucional (una vez más expuesto en el episodio Carrillo) supuso el paso, bien marcado y delimitado, de la burguesía monopolista española junto a los sectores en que se sostenía (Ejército, Iglesia...) hacia un régimen más abierto en el que la democracia, como poder de dictar y ejecutar programas políticos, contase con las burguesías periféricas, la pequeña burguesía y la aristocracia obrera, al estilo de los parlamentos de Europa occidental, para facilitar la paz social y un mercado interno “activado” por el Estado pero gestionado por los distintos estratos del capital. Esta nueva correlación de fuerzas permitía al capital español desarrollarse, en aras de convertirse en potencia imperialista (dejar de ser país receptor de capitales para ser exportador) dentro de los límites marcados por la Comunidad Económica Europea.
Nos devuelve este repaso a 1956 para ver mejor que lo que proponía el PCE era una engañifa desde el punto de vista revolucionario; una buena maniobra desde el punto de vista reformista para postular al PCE (como así ha acabado, aunque por debajo de las expectativas que tenían Carrillo y compañía) como gestor de la dictadura de la burguesía bajo las condiciones de un régimen parlamentario. 

El revisionismo en el MCI

Insertada la historia del PCE en la del MCI podemos valorar que no son ni un líder, ni unos dirigentes descarriados los que imponen la política revisionista en el PCE. También observamos que no es ante la elaboración de la Constitución del 78 o ante los Pactos de Moncloa cuando el PCE da “el paso atrás” con la famosa rueda de prensa bajo la bandera monárquica y las consecuentes “anécdotas” que se sucedían con los “cordones de seguridad” del PCE cada vez que aparecía en sus manifestaciones una bandera tricolor que, a modo de risa, tuvo su hueco en la capilla ardiente del ex secretario general.
Pero desentrañemos algo más la cuestión para interesarnos, más allá de la biografía de algunos individuos, por las causas que llevaron a que la línea revisionista vertebrase, para liquidarlos, a los partidos nacidos un día de la Internacional Comunista y que terminaron por convertirse en su contrario para ser aparatos al servicio de la reacción.
De forma principal, aunque no absoluta, está la cuestión ideológica. La clarificación ideológica en las secciones de la IC venía dada por los bolcheviques que fueron los impulsores del deslindamiento, primero en Rusia y luego a nivel internacional, con la vieja socialdemocracia, que se coronaría con la constitución de la Internacional de nuevo tipo, la Comintern. Las diferencias teóricas con la socialdemocracia donde eran detectadas por las bases de los partidos comunistas era en lo político: democracia burguesa o dictadura del proletariado. Sin duda una diferencia nada baladí y que permitía, desde ese elevado punto de discusión, descender a la problemática de cómo llevar a cabo las tareas de la Revolución Proletaria (debate sobre sindicatos, parlamentos, cuestión nacional, clandestinidad, lucha armada, etc.)
En el desarrollo de la lucha de clases, en forma de lucha de dos líneas, en el seno del partido soviético, vanguardia del proletariado mundial a través de la Comintern, se abre camino la tesis sobre el fin de la lucha de clases en la URSS (el arduo período de guerra de clase abierto contra los kulak cicatriza con la Constitución Soviética de 19367). Esta postura revierte en el contexto internacional, a través de las tesis del frente popular (en 1935 Dimitrov, en el VII Congreso de la IC, viene a validar en el plano teórico lo que ya era realidad en varios países, el acercamiento a la socialdemocracia para luchar contra el fascismo. En Francia el PCF converge con el partido socialdemócrata, la SFIO, y sectores de la burguesía radical para enfrentar al fascismo). La enorme falla política que distinguía al comunismo de la socialdemocracia empequeñece. Se abre la puerta a la teoría sobre etapas intermedias (parlamentarismo “de nuevo tipo”)8 entre la dictadura del capital y la dictadura revolucionaria del proletariado. Las organizaciones comunistas acceden a perder su independencia en el plano político (a nivel partidario, con el modelo de la JSU o el PSUC; a nivel gubernamental con las políticas colaboracionistas de Italia, Francia, etc.) y en el militar (El Quinto Regimiento ingresa en el Ejército Republicano. El Ejército de Liberación Griego que combatió la invasión alemana es disuelto por el Partido; más tarde el propio KKE se verá obligado a crear el Ejército Democrático durante la guerra civil. La Svolta di Salerno del PCI desarma a los partisanos italianos, etc.). Y con este nuevo período en que el interclasismo ocupa los programas de los partidos comunistas, el énfasis se centrará en las cuestiones de índole organizativo cayendo en el organicismo que posibilitará a las direcciones entregadas al revisionismo manejar a su antojo los aparatos de los partidos, máxime, ante las dificultades que la burguesía pone a los comunistas para que realicen sus reuniones (aunque esta no sirve de excusa, pues los revolucionarios rusos conformaron su movimiento político en medio de un Estado autocrático. Y nunca jamás la burguesía permitirá que una organización revolucionaria lleve su vida “con normalidad”).
Organicismo y burocratismo propios de las organizaciones de viejo tipo y que son el justo correlato a la derrota de la línea revolucionaria en los partidos comunistas y que explican como los destacamentos anti-revisionistas que se desgajan de los partidos oficiales los forman grupos minoritarios ya que las amplias bases militantes, “por disciplina”9, se mantienen en la estructura orgánica original a pesar de ser ésta ya un arma al servicio de la burguesía: es la falta de claridad ideológica y el organicismo que envuelve a ésta la que determinaron el desarrollo del MCI. Esto trasluce en el seguidismo que los partidos comunistas realizan a las tesis del PCUS, como quedó sentado en la Conferencia de los 81 Partidos Comunistas y Obreros de Moscú, en 1960. Seguidismo que se trasladó a los contextos nacionales donde las escisiones “pro-albanesas” y “pro-chinas” apenas tendrían recorrido, con independencia de la justeza de sus críticas al revisionismo soviético. Es más, las críticas, al menos en Europa, por donde tendrán cierta incidencia será por la derecha con las tesis eurocomunistas, las cuales, no implicaron ningún cambio cualitativo con respecto a las del “campo del Este” (abandono de la dictadura del proletariado, de la necesidad de la violencia como partera de la revolución, del internacionalismo proletario, etc.) y que tan solo suponían el encajonamiento de la línea revisionista (dirigir estados burgueses) a las particularidades de la Europa occidental donde el revisionismo, en vez de estar instalado en el centro político del Estado, era sólo un puntal de los regímenes parlamentarios de la burguesía monopolista. O aspiraba, como en España, a serlo:
El testamento que Togliatti lega al PCI y que hace suyo la dirección del PCE se puede resumir en los siguientes aspectos: reformas no reformistas, satisfaciendo las reivindicaciones obreras más inmediatas en un plano de desarrollo económico alternativo al capitalismo como forma y medio para alcanzar el socialismo; todo planteamiento de socialismo estará ligado a una concepción pacífica del mismo; la lucha por la democracia plena se convierte en el principal objetivo de los comunistas, ya que el capitalismo siempre va ligado a tendencias antidemocráticas…” Amadeu Sanchís i Labiós “Influencia del PCI sobre el PCE al final del franquismo. Utopías/Nuestra Bandera Nº 200. VOL. II/2004

Caracteres, como decimos, que ya habían sido plenamente asumidos por la mayoría del MCI: parlamentarismo, sindicalismo, vía pacífica al socialismo, etapas intermedias…
“la clase obrera, uniendo en torno suyo a los campesinos trabajadores, a los intelectuales, a todas las fuerzas patrióticas, y dando una réplica decidida a los elementos oportunistas, incapaces de renunciar a la política de conciliación con los capitalistas y los terratenientes, puede derrotar a las fuerzas reaccionarias, antipopulares, conquistar una sólida mayoría en el parlamento” Nikita Jruschov, Informe del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética ante el XX Congreso del Partido, febrero de 1956.
Comprender el desarrollo del movimiento comunista internacional no puede limitarse a observar la historia como un conjunto de sucesos aislados. Los avances y los retrocesos de nuestro movimiento, durante todo el siglo XX, han de ser observados en el contexto de la lucha de clases internacional y nacional, partiendo del corpus ideológico del que se alimentó el movimiento comunista para poder convertirse en la avanzada de la revolución mundial y guía de todos los procesos de liberación que ha emprendido la humanidad desde la Revolución de Octubre. Si centrásemos nuestro análisis en unas cuantas figuras (como Carrillo) y las tomásemos aisladas del proceso histórico y político en el que actuaron no podríamos avanzar en la lucha por comprender las contradicciones que hoy atenazan al comunismo.
En este texto se han resaltado algunos de los resultados de la línea revisionista que se erigió en mayoritaria en el MCI y que aún persiste. Pero entendemos que realizar un balance de la experiencia histórica implica no simplemente resaltar los problemas y efectos que se tradujeron en línea política del MCI, sino acudir a sus causas que son, en última instancia, las bases ideológicas sobre las que se formuló nuestro movimiento, nacido de la pugna del marxismo con las tesis economicistas y metafísicas que pudrieron a la II Internacional.
REVOLUCIÓN PROLETARIA
OCTUBRE 2012
Notas

1 Ver, por ejemplo, “El último secretario general”, artículo de Pablo Iglesias, publicado en Público.es el 18/09/2012

2 También esta situación se da en América: “Por ejemplo, en 1946, el Partido Comunista de Chile apoyó al Partido Radical, un partido burgués, en la consecución de la victoria en las elecciones, y se formó un gobierno de coalición con participación de los comunistas. Los dirigentes de este partido fueron tan lejos que describieron a ese gobierno manejado por la burguesía como un “gobierno democrático popular”. Pero en menos de un año, la burguesía obligó a los comunistas a retirarse del gobierno, realizó detenciones en masa y en 1948 declaró ilegal al partido.” “La Revolución Proletaria y el renegado Jruschov”, compendio de artículos publicados por la Redacción del Renmin Ribao y la Redacción de la revista Hongqi (órganos del PCCh) en marzo de 1964. 

3 El caso más notorio es el de Nikos Zachiaradis, secretario general del KKE durante la guerra civil, que moriría en Siberia en 1973, 20 años después de ser deportado por el revisionismo soviético. El KKE ha rehabilitado su figura recientemente.

4 Esta “Historia del PCE” es un trabajo realizado por una comisión encargada por el Comité Central del propio partido y que fue publicado en 1960 por Éditions Sociales, en París. Esta obra puede consultarse fácilmente, ya que está disponible en internet. 

5La aprobación de la nueva táctica en 1948 inició un viraje en la vida del Partido; representó la superación de cierto subjetivismo que había existido anteriormente en la apreciación de algunas realidades del país, particularmente en la insuficiente apreciación de las consecuencias desmoralizadoras que la derrota había tenido en amplios sectores del pueblo, llevándoles a perder la confianza en sus fuerzas.” Historia del Partido Comunista de España, Editions Sociales, París 1960

6 “No es otro Frente Nacional, otra coalición, aunque en determinado momento pueda adquirir esas formas. Representa más: tratar de ser el comienzo de toda una transformación de hábitos y costumbres arraigados en la vida política española durante más de un siglo de guerras civiles, pronunciamientos y represión terrorista que la dictadura intenta perpetuar” Santiago Carrillo, discurso de clausura del III Pleno del CC del PCE, 1957. Citado en las resoluciones del IX Congreso del PCE (1978)

7Marx decía que para que el proletariado pueda emanciparse tiene que aplastar a la clase de los capitalistas, quitar a los capitalistas los instrumentos y medios de producción y destruir las condiciones de producción que engendran el proletariado. ¿Puede decirse que la clase obrera de la U.R.S.S. ha alcanzado ya estas condiciones de su emancipación? Indiscutiblemente, puede y debe decirse.” J. Stalin, Sobre el proyecto de Constitución de la URSS (1936)

8 Durante la guerra civil en España y sobre todo tras la II GM el Movimiento Comunista expresa constantemente la caducidad del régimen democrático burgués (por permitir al “oscurantismo” fascista su desarrollo que implicaría una regresión social) y el nacimiento de un nuevo tipo de república (tras el 18 de Julio en España) en donde la clase obrera estaría al mando del proceso “revolucionario” pero éste no estaría determinado ni por la dictadura del proletariado ni por la de la burguesía.

9 Una “disciplina” que antepone la organización a la línea política (de ahí que hablemos de organicismo) y que, lejos de haberse solventado, es una lacra que arrastra el movimiento comunista, copado por el revisionismo. Cualquiera que conozca el movimiento a nivel juvenil sabrá de numerosos grupos de militantes que “por disciplina” no critican a su organización y no son capaces de articular una respuesta al revisionismo, por claro que aparezca.